Mujeres contra el muro de silencio del IRA
La familia del camionero McCartney, asesinado por militantes del grupo armado republicano, se enfrenta a la ley del miedo impuesta a la poblaci¨®n cat¨®lica por nacionalistas del Ulster
"?Qui¨¦n eres t¨²? No eres de aqu¨ª. ?De d¨®nde eres? Vete", le suelta el mocoso al forastero. "L¨¢rgate. Fuck off [j¨®dete], fuck off", se suma el hermano gemelo, m¨¢s agazapado, m¨¢s violento: "Fuck off", grita otra vez, y empieza a acumular saliva, que escupe con desprecio. El escupitajo no alcanza su objetivo, pero lo vuelve a intentar. Tienen apenas cinco o seis a?os. Cuando nacieron ya se hab¨ªan firmado los Acuerdos de Viernes Santo y desde 1994 se manten¨ªa un alto el fuego en Irlanda del Norte. Pero ellos se han llenado los sentidos de odio desde que llegaron a este mundo en el barrio de los Mercados, al este de Belfast, a los pies de los altaneros gigantes de cristal que simbolizan el renacer econ¨®mico de la ciudad.
"No puedo ir a prestar mi testimonio porque me matar¨ªan de un tiro", explica un testigo
En los Mercados viven algunos de los militantes del IRA acusados por lo bajo de haber intervenido en la muerte de Robert McCartney tras una pelea en el bar Magennis's, a unos metros del barrio, a tiro de piedra del centro de Belfast y a 15 minutos andando de la casa de los McCartney. Ese crimen y el robo del Northern Bank han puesto a los republicanos del Sinn Fein en el ojo del hurac¨¢n y demostrado las dificultades que tiene el brazo pol¨ªtico republicano para controlar a su brazo militar.
Vista de lejos, la revuelta de los McCartney parece un levantamiento contra el IRA. Vista de cerca, el cuadro no es tan gen¨¦rico y parece m¨¢s bien revelar la existencia de dos IRA: por un lado, el IRA que sabe que la violencia no tiene futuro pol¨ªtico y que el ¨²nico camino es el abandono de las armas a trav¨¦s del proceso de paz; por otro, el IRA que ha matado a McCartney, el de la delincuencia y la extorsi¨®n, el que a¨²n hoy levanta muros para hacerse imprescindible, el que propina palizas y castigos. El IRA que intimida a los testigos que estaban aquella noche en el Magennis's para preservar su impunidad. Pero la frontera se perfila difusa, tanto como las relaciones entre los dirigentes del IRA y los del Sinn Fein, que, a juicio de Pat McCarthy, concejal del barrio por el SDLP, "son como dos sopas que hierven juntas en el mismo caldero".
Los Mercados es un reducto republicano de casitas grises de dos pisos, sin apenas ¨¢rboles, ni tiendas, ni gente por la calle. Su austeridad y tristeza contrasta con la modernidad del Waterfront, el auditorio levantado a unos cientos de metros, testimonio de la existencia de un nuevo Belfast junto al de siempre. En los Mercados hay poca vida a la vista. S¨®lo ojos observando tras las ventanas al par de forasteros que pasean por el barrio en una tarde nublada y fr¨ªa, alg¨²n adulto esquivo, unos pocos ni?os jugando, un par de gemelos dispuestos a escupir a los visitantes. Y rejas alrededor del barrio.
El barrio de Short Strand, al otro lado del r¨ªo, es un enclave republicano rodeado de barrios lealistas a la corona brit¨¢nica. Parece m¨¢s alegre, quiz¨¢s porque es algo m¨¢s temprano, el sol se alterna con las nubes y los cr¨ªos llegan en ese momento de la escuela o de una fiesta de disfraces y r¨ªen como ni?os en lugar de insultar como adultos. "Ahora puedes andar por la calle o ir a la compra sin tener que ir sorteando peligros y el centro de Belfast es mucho m¨¢s acogedor", explica Paula McCartney, cinco hijos y ya abuela a sus 40 a?os. Es el l¨ªder indiscutido de estas siete mujeres que se han levantado contra los abusos del IRA. Est¨¢n las seis en casa, posando para el fot¨®grafo de un diario de Boston. Luego ser¨¢ el turno de la prensa espa?ola. Channel Four llama para pedir una entrevista en directo. La casa, modesta, colorida, luminosa, est¨¢ llena de ni?os y de mujeres. Los hombres, discretos, se quedan en segundo plano.
"Belfast est¨¢ mejor que antes", dice Paula, "pero el Short Strand sigue dividido por una barrera". "Antes hab¨ªa en Madrid Street una l¨ªnea invisible que sab¨ªas que no pod¨ªas cruzar, pero que estaba abierta incluso durante la ¨¦poca m¨¢s dura de los disturbios. Fue hace tres a?os cuando levantaron el muro que hay ahora. Fue el IRA quien lo quiso levantar. Se est¨¢n aprovechando de nuestras desventajas. Quieren controlarlo todo para que la gente crea que tiene m¨¢s seguridad. Quieren crear un miedo imaginario", dice.
Cerca de medio millar de personas acudieron la semana pasada a una manifestaci¨®n convocada en el barrio por los McCartney. Nunca antes se hab¨ªan manifestado contra quienes les defendieron durante los duros a?os de los disturbios. "Algunos vecinos dicen que ya hemos conseguido bastante con que hayan expulsado a tres miembros del IRA, que tendr¨ªamos que parar. Nosotros somos republicanos. ?Por qu¨¦ ¨ªbamos a hacer da?o a los nuestros? Todos sabemos lo que hicieron durante el conflicto", a?aden. ?Buscan el fin del IRA? "No somos nosotros los que tienen que decir que el IRA se desmantele. Ellos deben".
"No han matado a Robert por razones pol¨ªticas, pero, para verg¨¹enza del IRA, esa gente pertenece a la organizaci¨®n. Esa gente no tiene un trabajo. Se ganan as¨ª la vida". Y dicen saber qui¨¦n de entre ellos mat¨® a su hermano. "Nos dijeron directamente del IRA qui¨¦n lo hizo. Directamente del liderazgo nos dijeron que son los mismos que han sido expulsados", dice Paula. "Nos dijeron: ?Qu¨¦ podemos hacer nosotros, matarlos como animales? Nosotros no pedimos que los maten, pero tampoco quieren entregarlos a la polic¨ªa".
Quieren justicia. Dan la bienvenida a los gestos del IRA, que dice haber expulsado a los tres principales sospechosos. Y tambi¨¦n agradecen la decisi¨®n del Sinn Fein de suspender de forma cautelar a siete militantes a los que la familia acusa de estar implicados en la muerte de Robert. Pero no parecen impresionados por eso. "Hacer eso es lo normal en un partido democr¨¢tico: suspenderles hasta que se aclaren las cosas. Pero la polic¨ªa ya ten¨ªa los nombres porque se los hab¨ªamos dado nosotros. Es meramente simb¨®lico", explica Paula.
El viernes pasado recibieron una amenaza de bomba, pero creen que es falsa. Eso no les va a parar. El martes ir¨¢n a Dubl¨ªn y luego a Washington. Piensan convocar manifestaciones ante el Bar Magennis's y en el centro de Belfast. Pero ni sus denuncias ni los llamamientos de Gerry Adams han servido para que los testigos se presten a declarar contra los culpables. Peor a¨²n: los testigos ni siquiera han hablado con la familia.
No saben nada de Catherine, la novia de uno de los acusados y aparente desencadenante de la disputa que origin¨® el drama, con la que hab¨ªan compartido d¨ªas de asueto en Coney Island cuando eran ni?as. "Conocemos a otras dos mujeres que estaban en el bar", explican. "Sabemos que est¨¢n trastornadas porque saben la verdad, pero no la pueden decir. Esto es como Sicilia. Es la mafia. Hay una simetr¨ªa con los nazis: todos lo sab¨ªan y nadie dec¨ªa nada", a?aden las hermanas.
"No puedo ir a presentar testimonio porque me matar¨ªan de un tiro", explica Joe. Es un nombre ficticio. No se ha atrevido a hablar con la polic¨ªa, ni siquiera con las hermanas McCartney, porque tiene miedo. Pero odia al IRA de las bombas y las extorsiones. "Nunca estuve a favor de las bombas. Yo era un sticky", dice. O sea, del IRA oficial que en los sesenta defend¨ªa la unidad de Irlanda, pero rechazaba la violencia. Los primeros disturbios provocaron la escisi¨®n y el nacimiento del IRA Provisional (los provos), que empezaron la campa?a terrorista.
Joe coincide con las hermanas McCartney al definir las actividades del IRA en el barrio como una mafia. "Jock es el Don. Todos ellos est¨¢n en trabajos de seguridad, falsificaci¨®n de CD, contrabando de tabaco", dice. Jock es Gerard Davison, presuntamente un muy alto cargo del IRA en Belfast y se?alado por los rumores como el hombre que dio la orden de ejecutar a Robert McCartney y sus dos acompa?antes en el Magennis's: Brendan Devine y Ed Gouddy. Robert acab¨® muerto; Brendan, malherido, y Ed escap¨®. Jock ha salido al paso de los rumores a trav¨¦s de una entrevista en Daily Ireland, el diario de los republicanos, en la que se ha dejado fotografiar mostrando su mano herida en la reyerta y afirmando que la herida se la infligieron mientras intentaba imponer calma.
Joe no pudo ver la muerte de McCartney en un callej¨®n contiguo, Market Street, porque ¨¦l estaba dentro del bar. Pero s¨ª pudo ver lo que ocurri¨® dentro, antes y despu¨¦s del crimen, c¨®mo tras las discusiones iniciales los del IRA llamaron por tel¨¦fono "y enseguida vinieron 10 o 12 provos". C¨®mo uno de ellos fue a la cocina a buscar un cuchillo. C¨®mo cerraron las puertas cuando Robert McCartney estaba ya fuera del bar, con la muerte a sus espaldas y uno de los principales acusados dijo: "Esto es un asunto del IRA, as¨ª que mantened la boca cerrada".
Gerry Adams, con las McCartney
Gerry Adams se apunt¨® ayer un considerable golpe de efecto al lograr que las cinco hermanas McCartney y la viuda de Robert asistieran al discurso del presidente del Sinn Fein en el congreso que celebra en Dubl¨ªn el centenario del partido. Las hermanas, sin embargo, permanecieron serias y pensativas tras una recepci¨®n que quiz¨¢s no tuvo el calor que ellas esperaban. "Est¨¢n aqu¨ª por invitaci¨®n m¨ªa, porque quiero demostrar que estamos en el mismo lado", dijo Adams a los congresistas.
La presencia de las hermanas McCartney en el congreso parece desactivar la posibilidad de que Paula se presente en las pr¨®ximas elecciones municipales de mayo contra el Sinn Fein, como hab¨ªa amenazado d¨ªas atr¨¢s con hacer si para entonces no se hab¨ªan entregado los asesinos de su hermano. Fue entonces cuando Gerry Adams y la direcci¨®n del partido republicano empezaron a reaccionar de verdad ante la crisis desatada por el caso. Pero la soluci¨®n no es f¨¢cil para el presidente del Sinn Fein. Al menos uno de los tres activistas del IRA expulsados por el Consejo Armado hace 10 d¨ªas ser¨ªa un cargo muy alto dentro del grupo terrorista y, aunque ¨¦l no ser¨ªa el autor material del crimen, habr¨ªa sido el instigador.
Pese al entusiasmo verbal de Adams, denunciando un crimen "horrible" y proclamando que "los brutales asesinos de Robert McCartney tendr¨ªan que admitir lo que han hecho ante un tribunal de justicia", los aplausos cordiales pero nada entusiastas recibidos por las hermanas y el escaso entusiasmo generado por las referencias de Adams al caso son una muestra de la divisi¨®n que genera este asunto en el Sinn Fein y de que su l¨ªder no va a poder darle la vuelta con facilidad y convertirlo en un elemento de presi¨®n para imponer en el seno del Sinn Fein la tesis de que ha llegado la hora del desarme final.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.