Naciones Unidas debe trazar un nuevo rumbo
Dado el mal estado de las relaciones entre Naciones Unidas y sus anfitriones estadounidenses, la caluros¨ªsima reacci¨®n con que recibieron los dirigentes europeos a Kofi Annan, secretario general de la ONU, durante su reciente gira internacional, debe de haberle parecido un bienvenido descanso. En una capital tras otra, Annan fue alabado por haber hecho un buen trabajo en circunstancias dif¨ªciles. Y lo que es m¨¢s importante, hab¨ªa consenso en cuanto a que las reformas previstas que hab¨ªa descrito en l¨ªneas generales abordaban m¨¢s que satisfactoriamente la crisis interna de la organizaci¨®n; una crisis que incluso los m¨¢s fervientes defensores de la ONU ten¨ªan que admitir que ya no se pod¨ªa negar, ni tampoco achacarla a las limitaciones impuestas por sus Estados miembros. Desgraciadamente, esta mejora en el ambiente no hace gran cosa para esclarecer los dilemas que hicieron necesaria dicha gira. Porque, a pesar de lo que han alegado altos cargos de la ONU como Mark Malloch Brown, el nuevo jefe de gabinete de Annan, y modernizadores partidarios de la reforma de la ONU, los problemas de la organizaci¨®n no se deben a los sistemas de gesti¨®n ni a ninguna otra perogrullada del buen gobierno corporativo. Esto no quiere decir que estas reformas, que Annan parece apoyar ahora, no fueran necesarias desde hace tiempo. El secretario general, a pesar de todas sus innovaciones positivas, ha sido un tradicionalista de la ONU por su tendencia a atribuirse el m¨¦rito de los ¨¦xitos de la Organizaci¨®n y echar la culpa de sus fracasos a los Estados miembros. Cualquiera que tenga dudas sobre esto s¨®lo tiene que comparar su discurso de aceptaci¨®n del Premio Nobel con el reciente discurso que pronunci¨® en conmemoraci¨®n del Holocausto. A pesar de que reconoc¨ªa que la comunidad internacional le hab¨ªa fallado a Ruanda durante el genocidio de 1994, no hac¨ªa referencia a la propia negligencia de la ONU all¨ª, aunque en aquella ¨¦poca ¨¦l encabezaba su departamento encargado de las misiones de paz.
Las reformas propuestas por Annan abordan s¨®lo algunos s¨ªntomas de una enfermedad institucional
Si la ONU est¨¢ dispuesta no solamente a someter a un aut¨¦ntico an¨¢lisis cr¨ªtico su pasada conducta (como, para ser justos, empez¨® a hacer bajo la direcci¨®n de Annan con respecto a la masacre de Srebrenica y, de forma menos satisfactoria, al genocidio de Ruanda), sino tambi¨¦n a afrontar sus fallos presentes y la impresi¨®n de falta de decoro end¨¦mica, esto supondr¨ªa un considerable avance. Hay mucho que limpiar: la secuela de la controversia sobre las acusaciones de acoso sexual que condujeron recientemente a la dimisi¨®n de Ruud Lubbers, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados; acusaciones de corrupci¨®n en el programa de la ONU de petr¨®leo a cambio de alimentos para Irak; y denuncias de que los mediadores de la paz de la ONU cometieron abusos sexuales con ni?os en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo. Hay otros temas internos, como los interrogantes sobre el trabajo que el hijo de Annan, Kojo, realiz¨® con una empresa vinculada al programa de la ONU de petr¨®leo a cambio de alimentos en el Irak de Sadam Husein. Kojo Annan y la empresa han rechazado todas las insinuaciones de falta de decoro, pero Kofi Annan reconoci¨® m¨¢s tarde que daba "la impresi¨®n de un conflicto de intereses".
En el plano institucional, ni siquiera los m¨¢s incombustibles defensores de la ONU han intentado la t¨ªpica estratagema de la organizaci¨®n de echar la culpa a los Estados miembros poderosos de que se haya permitido permanecer en su puesto a Benon Sevan, director del programa de Irak y la persona que centra la investigaci¨®n. Por poner otro ejemplo, la afirmaci¨®n de la ONU de que pondr¨ªa en pr¨¢ctica una cultura de tolerancia nula del abuso sexual se vio un tanto socavada al saberse que Annan hab¨ªa decidido no seguir adelante con la acusaci¨®n de acoso sexual de una empleada de la ONU, a pesar de que una investigaci¨®n interna respald¨® el a?o pasado su queja. Lubbers repiti¨® en una conferencia de prensa su vehemente rechazo de las acusaciones, pero una concisa declaraci¨®n posterior de la oficina del secretario general daba a entender que el apoyo de Annan hacia su asediado jefe para los refugiados empezaba a tambalearse. Pero antes de esto, la falta de actuaci¨®n del secretariado de la ONU, no solamente en el caso Lubbers, sino tambi¨¦n ante las denuncias de abuso sexual contra los mediadores de la paz en el Congo no inspiran confianza en el programa de reformas.
Incluso si el secretariado de la ONU empezara a comportarse con menos sigilo y m¨¢s rapidez, y mostrase m¨¢s decisi¨®n a la hora de atajar la corrupci¨®n, seguir¨ªan permaneciendo las causas profundas de lo que Annan denomin¨® el annus horribilis de la ONU. El verdadero desaf¨ªo est¨¢ en definir el papel de la ONU en el mundo posterior a la guerra fr¨ªa y al 11-S. ?Deber¨ªa ser un secretariado de servicios, en la l¨ªnea de la Uni¨®n Africana, para Estados miembros, sobre todo Estados poderosos como EE UU y otros miembros permanentes del Consejo de Seguridad? Si es as¨ª, ?c¨®mo permanecer fieles a los ideales de la carta de la ONU, por ejemplo en utilizaciones contrapuestas de la fuerza que pudieran quebrantar las disposiciones que exige un mandato del Consejo de Seguridad, y seguir siendo competente y con una financiaci¨®n adecuada? Los escollos de este camino han sido puestos de manifiesto por la campa?a orquestada contra Annan y la ONU por los conservadores estadounidenses, furiosos porque defini¨® como ilegal la invasi¨®n de Irak.
Una mayor transparencia no puede esclarecer, y mucho menos resolver, el dilema b¨¢sico entre el compromiso de la ONU de representar a los "pueblos del mundo", como dice su carta, y su realidad como una organizaci¨®n intergubernamental responsable ante sus Estados miembros y dependiente en gran medida de ellos. Quiz¨¢ sea ¨¦sta la raz¨®n por la que un diplom¨¢tico estadounidense, en modo alguno hostil a la ONU, me la describiera diciendo que "tiene el fracaso inscrito en su ADN". Esto no significa que no haya esperanza de rescatar a la ONU, y desde luego no que deba ser desechada, sino m¨¢s bien que hay que situar las reformas propuestas por Annan y respaldadas por los dirigentes occidentales en su justa perspectiva. A fin de cuentas, son pasos positivos para abordar algunos de los s¨ªntomas (pero nunca todos) de una enfermedad institucional que tenemos m¨¢s posibilidades de hallar formas de soportar que de curar.
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