Cuando fueron reyes de Londres
El Chelsea, que s¨®lo ha ganado una Liga, vivi¨® sus mejores momentos en los a?os 60, en plena revoluci¨®n de la cultura 'pop'
Un t¨ªtulo de Liga en 100 a?os de historia no parece gran cosa para un club que ahora est¨¢ de moda en Europa. El Chelsea lo conquist¨® con ocasi¨®n de su cincuentenario, en 1955, y est¨¢ a punto de lograrlo en el centenario tras haber vivido sus mejores momentos en los a?os sesenta. Casi por ubicaci¨®n f¨ªsica, al Chelsea le correspondi¨® un papel importante en el agitado Londres de aquellos d¨ªas. Aunque su estadio no ten¨ªa ning¨²n glamour -Stamford Bridge serv¨ªa para el f¨²tbol y para las carreras de galgos en su vieja pista de ceniza-, se alzaba en Fulham Road, en medio de uno de los barrios preferidos de la movida pop, al lado de King's Road, hervidero de nuevas tendencias. All¨ª ten¨ªa su cuartel Mary Quant, la creadora de la minifalda, y por all¨ª pululaban o viv¨ªan buena parte de los m¨²sicos que hac¨ªan ¨¦poca: los Beatles y los Stones se dejaban caer por all¨ª; Marianne Faithful y el fot¨®grafo David Bailey, tambi¨¦n; las estrellas del cine brit¨¢nicas y norteamericanas frecuentaban el barrio. Y en el barrio estaba un equipo de f¨²tbol que pretend¨ªa estar a la altura de los tiempos.
Un d¨ªa, Raquel Welch entr¨® en el vestuario. Algunos lo creen el mejor momento de sus carreras
Aquel Chelsea se adelant¨® 25 a?os a lo que Ruud Gullit defini¨® como f¨²tbol sexy. Gullit intent¨® practicarlo con el equipo londinense en los a?os noventa. Con cierto ¨¦xito y con dinero para fichar a jugadores como Zola o Ver¨®n, precursores de la invasi¨®n de estrellas extranjeras. Pero en los a?os sesenta no hab¨ªa ning¨²n extranjero. Era un equipo de ataque con varios de los jugadores m¨¢s coloristas del f¨²tbol brit¨¢nico. Uno de ellos era Alan Hudson, un centrocampista que llevaba el ingenio hasta la frontera de lo extravagante. Habitual de clubes, amigo de estrellas del pop, proclive a los excesos, su talante no cuadraba con el estilo marcial que Alf Ramsey pretend¨ªa en la selecci¨®n inglesa, as¨ª que no dej¨® huella en el equipo nacional. Junto a Hudson brillaba el escoc¨¦s Charlie Cooke, extremo en ocasiones, centrocampista en otras, genial siempre. Y en la delantera todos los focos apuntaban a Peter Osgood, un h¨¦roe para la hinchada. Era alto y fornido, de pelo ensortijado y moreno, con un aire a Tom Jones que hac¨ªa valer entre las habituales de los bares y clubes de King's Road. Sin tener la clase pura de Hudson y Cooke, ninguno representaba mejor los valores del Chelsea que Osgood. Dentro del campo y fuera. Su fama mereci¨® el inter¨¦s de Raquel Welch, que se dio un garbeo por el barrio en una visita a Londres en 1972, un a?o despu¨¦s de que el Chelsea derrotara al Madrid en la final de la Recopa. El Cuerpo quer¨ªa conocer a Osgood y no se priv¨® de visitar el vestuario en los momentos previos a un partido. Algunos jugadores de aquella generaci¨®n todav¨ªa lo consideran el mejor momento de sus carreras.
El Chelsea no gan¨® ninguna Liga en esa ¨¦poca, pero se gan¨® fama de equipo juerguista y divertido frente al circunspecto Arsenal, tradicionalmente defensivo y alejado de las cosas mundanas. Mientras frecuentaban a los ¨ªdolos del pop, sacaban tiempo para jugar bien y satisfacer a una hinchada que pronto vio el desplome del equipo. Casi fue un derrumbe cultural. Con la ca¨ªda de King's Road como centro neur¨¢lgico de la movida londinense se asisti¨® a los peores a?os del Chelsea. Descendi¨® a la Segunda Divisi¨®n y tard¨® casi 15 a?os en establecerse con alguna firmeza en la Primera. Lo hizo cuando el f¨²tbol se convirti¨® en un negocio y perdi¨® buena parte de su imagen de pasatiempo para la clase obrera. En los a?os noventa se puso de moda el f¨²tbol y la moda tambi¨¦n alcanz¨® a los pol¨ªticos, muchos de los cuales salieron del armario y confesaron sus preferencias. Algunas resultaban poco cre¨ªbles. El primer ministro, John Major, a quien no se le conoc¨ªa especial pasi¨®n por el f¨²tbol, se declar¨® hincha del Chelsea, como algunos otros pol¨ªticos conservadores. Eran los a?os de Gullit, y luego de Zola y Ver¨®n. Buenos a?os futbol¨ªsticos que estuvieron a punto de enviar a la bancarrota al Chelsea, presidido entonces por Ken Bates. El destino del club parec¨ªa desesperado, pero algo le favorec¨ªa: Londres siempre es un mercado apetecible, y m¨¢s para los nuevos barones de las grandes empresas rusas del petr¨®leo, gas y derivados, gente como Roman Abramovich, que se encontr¨® con el juguete perfecto, en la ciudad perfecta, en el barrio perfecto. En Chelsea.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.