Nuestro amigo americano
En el verano del a?o 1973 un americano de Nueva York aterrizaba en el aeropuerto de El Prat. No hab¨ªa estado nunca en Catalu?a, ni era su intenci¨®n visitarla. S¨®lo estaba de paso: hab¨ªa quedado con su novia para iniciar juntos unas vacaciones en Marruecos. Pero la chica no apareci¨® y ¨¦l, en lugar de proseguir el viaje, cogi¨® un taxi y se fue a Barcelona, exactamente al Consulado de EE UU, a buscar informaci¨®n. Tuvo suerte de encontrar a una secretaria culta y decidida que le inform¨® no s¨®lo de la Sagrada Familia, sino tambi¨¦n de algunas otras cosas que despertaron su inter¨¦s por los catalanes y su cultura. Por supuesto no hablaba catal¨¢n, pero tampoco castellano. Se compr¨® un diccionario y una gram¨¢tica, y se lanz¨® a la calle. Y qued¨® prendado de esa ciudad y de su gente. Conoci¨® a Maria Merc¨¨ Mar?al, a Joan Rend¨¦, a Francesc Parcerisas, a Montserrat Roig, a Jordi Carbonell... Fueron sus amigos y de ellos se empap¨® de literatura catalana. Seis a?os m¨¢s tarde traduc¨ªa su primer libro del catal¨¢n al ingl¨¦s: Antologies, una recopilaci¨®n de los poetas Espriu, Maragall, Mar?al, Foix... Le seguir¨ªan La pla?a del Diamant, Incerta gl¨°ria, Llibre de les b¨¨sties, Solitud, El carrer de les Cam¨¨lies, Les histories naturals, Tirant lo Blanc... Este hombre se llamaba David Rosenthal. Era inteligente y apasionado, exc¨¦ntrico y divertido, abierto a todo, vital, infinitamente curioso. Muri¨® de un c¨¢ncer hace ya m¨¢s de 12 a?os, ten¨ªa entonces 46. Estos d¨ªas, por fin, se le ha rendido un homenaje con una exposici¨®n organizada por la Instituci¨® de les Lletres Catalanes y MX Espai.
Rosenthal consideraba la literatura catalana una de las grandes literaturas europeas, algo que se desconoc¨ªa en EE UU
A finales de los ochenta era dif¨ªcil, para un catal¨¢n, pasar una temporada en Nueva York y no encontrarse alguna vez con dos personajes absolutamente encantadores: David Rosenthal y Mary Ann Newman. A David lo conoc¨ª a trav¨¦s de un amigo al que le dejaba su casa mientras ¨¦l, en Barcelona, se dedicaba a la tarea de recopilar informaci¨®n para un libro sobre el anarquismo catal¨¢n, libro que, por cierto, no encuentra editor. A Mary Anne la conoc¨ª en una fiesta que dio en su casa, llena de catalanes desperdigados por esta ciudad que se lanzaban, emocionados, al pan con tomate. Lo que no supo David hasta una vez consumados los hechos es que los ¨²ltimos d¨ªas que pas¨¦ en Nueva York viv¨ª en su casa del West End: compart¨ª su cama, su sof¨¢, cocin¨¦ en su divertida cocina y hasta llegu¨¦ a atascar su lavabo. Se lo cont¨¦ meses m¨¢s tarde, cuando me lo encontr¨¦ una noche delante de la Sagrada Fam¨ªlia, en un acto que quer¨ªa ser de rechazo total a las esculturas de Subirachs. Se lo tom¨® a risa, pero aquella intimidad, digna de una historia de Sophie Calle, marc¨® para siempre mi relaci¨®n con ¨¦l. La ¨²ltima vez que lo vi fue en diciembre de 1991, en un m¨ªtico restaurante chino de la calle de Bowery de Nueva York, adonde iban a parar todos los visitantes de esta ciudad que le ped¨ªan informaci¨®n. Tanto ¨¦l como yo ¨¦ramos conscientes de que no nos volver¨ªamos a ver, pero la conversaci¨®n sigui¨® el tono de siempre. Morir¨ªa nueve meses m¨¢s tarde.
En el punto m¨¢s alto de la Barcelona romana, exactamente en el piso principal del n¨²mero 7 de la calle de la Llibreteria, existe desde hace seis a?os una galer¨ªa de arte. Se llama MX Espai y recuerda esos espacios que, desde hace d¨¦cadas, proliferan en Nueva York. Marga Xim¨¦nez y Nora Ancarola dirigen con mimo esta especie de cueva de Altamira posmoderna, como la bautiz¨® Carles H. Mor, por cierto, el vecino de arriba. Marga vive en otro de los pisos donde David pas¨® temporadas en sus incursiones barcelonesas. Aqu¨ª se ha montado la exposici¨®n de Rosenthal con numerosos manuscritos y textos mecanografiados. El traductor nunca utiliz¨® un ordenador y sorprende bastante encontrar las cinco libretas garabateadas que le ocuparon Tirant lo Blanc. Lo tradujo, en parte, en un piso min¨²sculo de la calle de la Cera y lo public¨® en 1984 gracias a un amigo de su padre que ten¨ªa una peque?a editorial. El boca a boca funcion¨® y Tirant lo Blanc lleg¨® a ser un best seller en EE UU. Creo que ni ¨¦l se lo cre¨ªa. La exposici¨®n cuenta con objetos personales de David, v¨ªdeos, cartas, fotos, las revistas de jazz donde colaboraba como cr¨ªtico y hasta una agenda con el n¨²mero de tel¨¦fono de Diana y Pasqual: el actual presidente de la Generalitat le hab¨ªa ayudado a traducir a Salvat Papasseit cuando era un simple estudiante de econ¨®micas en Nueva York.
Mar¨ªa Luisa Garc¨ªa, su compa?era en los ¨²ltimos a?os, me cuenta lo ilusionado que estaba con el libro La Barcelona de les utopies (1914-36), un extenso trabajo documentado de la Barcelona anarquista. "Incluso lleg¨® a preguntar al m¨¦dico cu¨¢nto tiempo le quedaba de vida para calcular si podr¨ªa acabar el libro", explica Mar¨ªa Luisa. Y lo acab¨®, pero sigue in¨¦dito porque los editores, en general, buscan el ¨¦xito r¨¢pido y f¨¢cil. El d¨ªa del homenaje, Francesc Parcerisas, comisario de la exposici¨®n junto con Marga Xim¨¦nez, defini¨® a David como un hur¨®n que se met¨ªa por todas partes y descubr¨ªa las riquezas literarias de nuestro peque?o pa¨ªs. No pod¨ªa faltar la m¨²sica de jazz -otra de sus grandes pasiones-, con un saxo y una guitarra que acompa?aron la reuni¨®n. David Rosenthal consideraba la literatura catalana una de las grandes literaturas europeas, algo que se desconoc¨ªa en EE UU. Sin duda ¨¦l ha sido quien ha abierto esta puerta. La exposici¨®n, que se enmarca en el A?o del Libro y la Lectura, se puede ver hasta el d¨ªa 13 de marzo (de las 17.00 a las 20.00 horas), pero est¨¢ previsto que se prorrogue.
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