Un chulo m¨¢s dulz¨®n

Alfie, remake de la cinta dirigida en 1966 por Lewis Gilbert y protagonizada por Michael Caine, reincide en el diagn¨®stico. Donde all¨ª hab¨ªa sofisticaci¨®n, aqu¨ª hay chabacaner¨ªa; donde hab¨ªa sutileza, ahora hay explicitud; donde negrura, cursiler¨ªa.

Charles Shyer, familiarizado ya con el mundo de las fotocopiadoras tras dirigir las nuevas versiones de El padre de la novia y su secuela en 1991 y 1995, regresa al universo del chulo por excelencia que representa Alfie. Un atractivo hombre fr¨ªo como el hielo, irrespetuoso, vividor, siempre escondido en su propia m¨¢scara de lig¨®n profesional y huidizo cuando las cosas se ponen feas, es decir, cuando la palabra amor anda al acecho. Shyer, como Gilbert, utiliza la t¨¦cnica de los mon¨®logos del protagonista mirando a c¨¢mara y dirigi¨¦ndose directamente al espectador, una f¨®rmula que funciona gracias al talento interpretativo y al evidente poder de atracci¨®n que demuestra Jude Law. Sin embargo, los nuevos recursos utilizados por Shyer naufragan sin remedio, como esos horteras insertos con tetas y culos (de mujer, faltar¨ªa m¨¢s) en primer¨ªsimo plano para ilustrar ciertas frases del protagonista, los penosos congelados de imagen o las gratuitas particiones de pantalla.

Adem¨¢s, cuando en la segunda mitad de la historia Alfie experimenta un pavoroso hundimiento personal que dejar¨¢ algo confundidos a los que busquen una comedia rom¨¢ntica para pasar el rato, Shyer se agarra a la tristeza dulzona en lugar de tirarse del trampol¨ªn de la negrura como hac¨ªa Gilbert en el filme original. Sirvan de ejemplo de esto ¨²ltimo la mucho m¨¢s meliflua secuencia del aborto y la intromisi¨®n de una de las canciones de Mick Jagger y Dave Stewart (tan buenas como mal utilizadas) en el doloroso momento del llanto en el coche.