Decantaci¨®n musical de la pintura

Principio es el t¨ªtulo que ha puesto a su exposici¨®n Jos¨¦ Manuel Broto, nacido en Zaragoza en 1949 y, en la actualidad, residente en Par¨ªs. En el bello pr¨®logo que ha escrito el propio artista como presentaci¨®n de la muestra hay, como encabezamiento, una cita del compositor Ligeti, donde ¨¦ste alude a la m¨²sica como lejana y remota, surgida en la noche de los tiempos, y, por tanto, que existir¨¢ siempre, aunque nosotros s¨®lo percibamos un diminuto fragmento. Algo as¨ª se puede afirmar acerca de la pintura, que, en los t¨¦rminos usados por Ligeti, es, desde luego, mucho m¨¢s que una determinada t¨¦cnica, soporte o formato; es, dig¨¢moslo de esta manera, la canci¨®n del color, o, mejor, de la luz.

Desde que se diera a conocer hace ya treinta a?os, Jos¨¦ Manuel Broto ha recorrido toda la escala de la pintura-pintura, como enf¨¢ticamente se dec¨ªa en el radicalismo de los a?os setenta, no s¨®lo plante¨¢ndose su anal¨ªtica formal, sino acogiendo con bravura sus abruptos acentos expresivos; esto es: su fuerza sentimental. Ha sido, durante este largo proceso, silencioso y constante, obstinado y, sobre todo, lo suficientemente intenso como para plantearse su quehacer, al cabo de los a?os, siempre como un principio, un recomenzar, que da frutos, cada vez distintos, o, por qu¨¦ no, cada vez m¨¢s distinguidos.

Los cuadros pintados en 2004, que ahora exhibe, son, por de pronto, el fruto maduro de una decantaci¨®n, con sus colores atrevidos y brillantes, pero de tenue y refinada palpitaci¨®n luminosa. La composici¨®n es sencilla y n¨ªtida: campos de color contrastados, pero de sutil aplicaci¨®n homog¨¦nea, como una liger¨ªsima capa transparente, en cuya superficie bailan fluidos gestos que tejen el ritmo y el relieve crom¨¢ticos de este espacio as¨ª animado cual si se tratase de una ondulaci¨®n de compleja energ¨ªa, la escritura musical de un pentagrama luminoso. Es el reino de la levedad del ser, cifrando su movilidad sobre el el¨¢stico lecho de pantallas uniformes de azul, rosa, gris, carm¨ªn, verde, amarillo, negro..., aunque ser¨ªa mejor su enunciaci¨®n plural, porque lo es su matiz y su combinatoria. El flamear gestual que abanica, crepita o centrifuga esta palpitante superficie cobra como un impulso coreogr¨¢fico, de movilidad danzante, porque estas caricias figurativas son arpegios musicales que dan cuerpo a la uniforme sonoridad sostenida del fondo orquestal, que se sostiene con la transparencia del rumor saturado y dulce, embriagador, de una melod¨ªa a lo Debussy.

Esta maravillosa pintura ¨²l-

tima de Jos¨¦ Manuel Broto es, en efecto, una decantaci¨®n, que se extiende y gotea como algo que se precipita al cabo de un tiempo largo para quedarse tan s¨®lo con la esencia. Un casi nada, que es el registro de casi todo. Una atm¨®sfera. Un perfume. Apenas un estremecimiento. El brillo que resta cuando se retira el agua en el litoral, iluminado por luces rasantes, y, por un momento, todos los elementos entremezclados, se nos muestra el deslumbrante reflejo, el ronroneo y el perfume salobre de la canci¨®n del mar. Es, quiz¨¢, s¨®lo un peque?o fragmento perceptible de la inagotable pintura, pero inolvidable.