Silencio, la vida del artista peligra
La tempestad verbal, institucional y jur¨ªdica que ha invadido estos ¨²ltimos d¨ªas el escenario en el que discurren nuestros leg¨ªtimos representantes en el Parlament de Catalunya ha comportado un rosario de sobresaltos para los ciudadanos, que, dada la proximidad de la fiesta valenciana de las fallas, podr¨ªa compararse a una de sus interminables tracas si no fuese porque en el mundo real no hab¨ªa una falla destinada a quemarse iluminando la noche, sino el drama verdadero de los vecinos del Carmel, exiliados definitiva o temporalmente de sus hogares y rodeados de m¨²ltiples incertidumbres. Este hecho, que para los involuntarios protagonistas y para los ciudadanos en general debiera ser el centro de gravedad de la acci¨®n pol¨ªtica e institucional, cosa que reiteradamente dicen reclamar nuestros representantes, si bien en el terreno de las soluciones concretas ha ido avanzando trabajosamente, se ha convertido desafortunadamente en la peana sobre la que se ha desencadenado una tempestad de complicada soluci¨®n.
Por fortuna, y pese a las afirmaciones solemnes del ex presidente Jordi Pujol, la tempestad no ha dividido dram¨¢ticamente a la sociedad catalana. En todo caso, la divisi¨®n, si bien es cierto que existe y que no puede minimizarse, queda circunscrita, como en el cuadro de Goya, a los contendientes pol¨ªticos, y lo que han conseguido con ello no es que la sociedad se haya dividido, sino que haya entrado en un proceso de distanciamiento de los partidos, no exento de desconcierto y desconfianza.
Ante esta situaci¨®n, la tendencia a la prudencia de cualquier observador se acent¨²a, temiendo, como en el circo, que cualquier ruido intempestivo se convierta en un peligro. Es, pues, desde la prudencia que, susurrando y habiendo dejado un tiempo de espera, uno se atreve a hacer algunas preguntas y algunos comentarios, comenzando por lamentar la incapacidad para asumir responsabilidades conjuntas en el origen, las causas, las consecuencias y las soluciones tanto del Gobierno de la Generalitat precedente, dada la herencia del pasado que ha dejado en el proceso, como del Gobierno actual, por la asunci¨®n plena de la continuidad institucional. Se hubiera debido poner por delante la acci¨®n conjunta a favor de unos afectados que, dadas las circunstancias en que se ha dado la cat¨¢strofe, todo el mundo sab¨ªa que ninguna reparaci¨®n pod¨ªa restituirles satisfactoriamente a su situaci¨®n anterior.
La cadena de desprop¨®sitos y acusaciones que hora a hora ha venido produci¨¦ndose hace dif¨ªcil discernir con claridad el grado mayor o menor de las distintas responsabilidades, si bien parece sensato considerar peyorativas las que han desbordado verbal o jur¨ªdicamente el ¨¢mbito estrictamente parlamentario.
No parece f¨¢cil que las aguas vuelvan a su cauce ni que se recupere inmediatamente la confianza institucional y pol¨ªtica de los ciudadanos, si bien, llegando al matiz, no es descabellado suponer que el mejor puente para la recuperaci¨®n pueden ofrecerlo los partidos y los representantes institucionales que en medio de la tempestad han conservado la serenidad y la sobriedad, en sus aportaciones concretas y en sus tomas de posici¨®n p¨²blicas.
Dejando de lado la moci¨®n de censura, formulada t¨¢cticamente como una muestra de habilidad instrumental, creo que no ser¨ªa mucho pedir a nuestros representantes una sensata econom¨ªa verbal y una renuncia a la gestualidad crispada, en favor de una colaboraci¨®n eficaz en la tarea de atender a las personas afectadas, con una contribuci¨®n al mismo tiempo al trabajo de la comisi¨®n parlamentaria que recupere la confianza por su trabajo transparente en las dos vertientes y con un total respeto a los trabajos de la fiscal¨ªa.
Tal vez as¨ª contribuyamos entre todos a que las aguas vuelvan a su cauce, y entremos en un periodo de recuperaci¨®n de la necesaria confianza de los ciudadanos en sus representantes pol¨ªticos y en sus instituciones.
Antoni Gutierrez D¨ªaz es miembro de ICV.
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