Los enigmas de Luxor
La misi¨®n espa?ola del Proyecto Djehuty vive desde 2002 en la necr¨®polis egipcia de Dra Abu el Naga, una colina rocosa en las inmediaciones de la antigua ciudad de Tebas, hoy Luxor. Una maravillosa aventura cient¨ªfica con sensacionales hallazgos: los secretos de dos tumbas de nobles de 1.500 a?os antes de Cristo.
Tras una breve conversaci¨®n preliminar le pregunt¨¦ de d¨®nde ven¨ªan aquellas piezas. 'Min el gebel' (de las monta?as), respondi¨®. 'Muchas antig¨¹edades', se?al¨¦ con una sonrisa, 'proceden de las monta?as'. 'Cierto', dijo, 'pero ¨¦stas son especiales, ?vienen de una gran tumba! Ishtaree! (?c¨®mpralas!)? ?Vienen de verdad de una gran tumba en la colina!'. '?En la colina?', repliqu¨¦, '?qu¨¦ colina?'. '?El Dira!', explic¨® se?alando por encima de su hombro hacia la colina de Dira Abou'l-Negga".
El que habla con el persuasivo ladr¨®n de reliquias fara¨®nicas es nada menos que Howard Carter -que recogi¨® la charla en uno de sus apuntes autobiogr¨¢ficos-, y el lugar maravilloso al que se refieren, pre?ado de momias, tesoros y misterios, es Dra Abu el Naga (el t¨¦rmino se ha simplificado, perdiendo quiz¨¢ algo de su romanticismo), una gran zona arqueol¨®gica cerca del famoso Valle de los Reyes, en Luxor, la antigua Tebas, que fue usada intensivamente como necr¨®polis durante las dinast¨ªas XVII y XVIII -hay tambi¨¦n enterramientos anteriores y posteriores-, hace m¨¢s de 3.500 a?os. En ese sitio privilegiado por el que ronda a¨²n la sombra tenaz del descubridor de Tutankam¨®n, que identific¨® en el lugar la sepultura perdida de Amenofis I, bautizada como tumba ANB, excava ahora una misi¨®n espa?ola, y est¨¢ realizando hallazgos sensacionales.
Los espa?oles no han de buscar sus tumbas: ya las tienen. Son la TT11 y TT12 -TT equivale, en la terminolog¨ªa arqueol¨®gica, a Theban Tomb (Tumba Tebana)-. Se trata de dos tumbas vecinas, pr¨¢cticamente adosadas, como los chal¨¦s -chal¨¦s de momias-. Fueron construidas en la falda sur de la colina para los nobles Djehuty, que da nombre al proyecto de investigaci¨®n hispano-egipcio, y Hery. El primero fue, hacia 1500 antes de Cristo, supervisor del Tesoro y supervisor de los Trabajos, el equivalente actual de ministro de Hacienda y de Obras P¨²blicas, de la c¨¦lebre reina Hatshepsut, probablemente la mujer m¨¢s notable del antiguo Egipto, y cuya carrera, poder y realizaciones empeque?ece a las m¨¢s populares Cleopatra o Nefertiti.
Djehuty, un individuo de enorme capacidad intelectual, como atestiguan los juegos criptogr¨¢ficos que aparecen en las inscripciones de su tumba, y hombre de confianza de la reina, tuvo el privilegio de participar -al menos a nivel organizativo- en una de las grandes aventuras de su tiempo: la expedici¨®n al remoto y ex¨®tico pa¨ªs de Punt, en alg¨²n lugar de ?frica oriental. El segundo personaje, Hery, m¨¢s enigm¨¢tico, vivi¨® en ¨¦poca anterior, durante los reinados de Amosis I (1570-1546 antes de Cristo), el fundador de la poderosa dinast¨ªa XVIII y el rey que expuls¨® definitivamente a los invasores hicsos, y Amenofis I (1551-1524). Amosis I tambi¨¦n fue enterrado en el ¨¢rea de Dra Abu el Naga, y la localizaci¨®n de su tumba sigue siendo hoy desconocida -la momia, sin embargo, como la de Amenofis I, la tenemos: fue hallada en el escondite real de Deir el Bahari en 1881, en excelente compa?¨ªa (Rams¨¦s II, Seti I, Tutmosis III y la mayor parte del embalsamado Gotha tebano)-. Hery ostent¨® un cargo cuya relevancia es dif¨ªcil de interpretar, pero que sugiere que era un hombre cercano a la casa real, seguramente emparentado con ella: supervisor del Granero de la Mujer del Rey y la Madre del Rey, Ahottep.
La aventura cient¨ªfica y vital del equipo espa?ol -que acaba de cerrar su cuarta campa?a, de seis semanas, en Dra Abu el Naga-, se centra en excavar, restaurar y publicar las tumbas de Djehuty y Hery. El trabajo, pese a lo que pudiera parecer al tratarse de dos peque?as tumbas -en comparaci¨®n con los grandes hipogeos reales del Valle de los Reyes-, es monumental y exige unas energ¨ªas y unas dosis de cuidado y paciencia casi sobrehumanas. Complica las cosas el que las dos tumbas fueran reutilizadas, en parte, en tiempos posteriores a su construcci¨®n y, en ¨¦pocas ptolemaica o romana, convertidas en verdaderas catacumbas interconectadas por pasadizos subterr¨¢neos en los que se instal¨® un cementerio de aves sagradas, con numerosas momias de ibis y halcones.
Las labores en los dos sepulcros y sus alrededores van a prolongarse a¨²n durante mucho tiempo; por lo menos, 10 a?os m¨¢s. El proyecto incluye tambi¨¦n, en su etapa final, su adecuaci¨®n para que puedan ser visitados por el p¨²blico. La excavaci¨®n de los patios exteriores de las dos construcciones, que estaban cubiertos de tierra y ruina, ha arrojado un sinn¨²mero de objetos maravillosos, algunos espectaculares, y otros, adem¨¢s, de valor decisivo para nuestra comprensi¨®n de la historia del antiguo Egipto. Baste con citar la Tabla del Aprendiz, una tablilla preparatoria con el ¨²nico dibujo frontal de un fara¨®n (seguramente la propia Hatshepsut) que se conoce; el bell¨ªsimo ata¨²d de madera pintada de la Dama Blanca -as¨ª han bautizado a la an¨®nima mujer del Imperio Nuevo envuelta en lino que apareci¨® dentro-, o un fragmento de alabastro con el cartucho -el nombre real- de Amosis I.
El director del Proyecto Djehuty, patrocinado por Telef¨®nica M¨®viles y la Fundaci¨®n Caja Madrid, es el egipt¨®logo del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas Jos¨¦ Manuel Gal¨¢n (Madrid, 1963), un hombre cauto y sensato al que le interesan mucho m¨¢s las inscripciones que las momias -peor para ¨¦l- y que trata siempre de contener la inmensa emoci¨®n que le provoca su trabajo. Le cuesta reconocerlo, pero en sus sue?os se adentra en la tumba de Djehuty, al que est¨¢ llegando a conocer como se conoce a un amigo ¨ªntimo, y da con el sarc¨®fago dentro del cual se halla todav¨ªa el cuerpo del fiel colaborador de la gran reina? Ahora, Gal¨¢n acaba de regresar de la ¨²ltima campa?a en Dra Abu el Naga, el polvo de la vieja Tebas a¨²n pegado en las botas. En sus palabras resuenan el chasquido de las palas al cavar en la arena, las voces guturales de los capataces y el estremecedor rechinar de los escombros que amenazan derrumbarse sobre una galer¨ªa subterr¨¢nea. En buena medida, el egipt¨®logo sigue en un mundo c¨¢lido y lejano en el que la tierra es inimaginablemente vieja, los pintados abejarucos juegan al escondite entre los ca?averales del Nilo y el sol enrojecido se reclina sobre los hombros de los colosos de Memn¨®n igual que en los gloriosos tiempos de Amenofis III.
Gal¨¢n, como el hombre ordenado que es, empieza por el principio y recuerda c¨®mo empez¨® todo: "La primera vez que vi la tumba de Djehuty fue en noviembre del a?o 2000. Buscaba un proyecto en Egipto de cierta envergadura y que sirviera para dar un nuevo empuje a la egiptolog¨ªa espa?ola. Ten¨ªa una lista de tumbas disponibles del periodo que me interesaba, la dinast¨ªa XVIII, el momento estelar del imperialismo egipcio. Visit¨¦ varias en el West Bank; en algunas hab¨ªa misiones trabajando, otras estaban en muy mal estado. Acab¨¦ en la de Djehuty. S¨®lo entrar, me di cuenta de que era lo que estaba buscando". Amor a primera vista, pues. "Entr¨¦ en compa?¨ªa de Mohamed el Bialy, que es ahora mi socio en la excavaci¨®n, y otro inspector, con linternas. Fuimos iluminando los relieves y las inscripciones, un trabajo muy fino de los artesanos, y entend¨ª hasta qu¨¦ punto era un monumento importante. Cumpl¨ªa con todas mis expectativas". El Gobierno egipcio, en la persona del poderoso Zahi Hawas, secretario general del Consejo Supremo de Antig¨¹edades, dio el visto bueno a un proyecto que coincide con sus nuevas directrices arqueol¨®gicas: no abrir nuevos yacimientos, sino excavar a fondo sitios ya conocidos, y restaurar y hacer visitables los monumentos.
El Proyecto Djehuty es el primero de una misi¨®n espa?ola en las necr¨®polis tebanas, con el ¨²nico precedente -aparte de la participaci¨®n de los catalanes Llu¨ªs Monreal y Eduard Porta en la restauraci¨®n de la tumba de Nefertari en el Valle de las Reinas, a finales de los ochenta- de los trabajos del diplom¨¢tico y egipt¨®logo Eduard Tod¨¤ i G¨¹ell. Tod¨¤ excav¨® en 1886 para el gran Maspero la tumba de Sennedyem (Son Notem), la TT1, en Deir el Medina. Esa tumba estaba intacta, y Tod¨¤ encontr¨® la friolera de 20 momias; es cierto que algunas en tan mal estado que s¨®lo pudo llevarse las cabezas. Tod¨¤, embriagado de antig¨¹edades fara¨®nicas, se fotografi¨® disfrazado de momia en las salas del Museo Egipcio de El Cairo, algo que dif¨ªcilmente har¨ªa Gal¨¢n, notablemente m¨¢s t¨ªmido.
Conseguir excavar en Tebas es todo un logro. ?C¨®mo lo consigui¨® Gal¨¢n? "No lo s¨¦, supongo que porque ten¨ªa muy claro que deb¨ªa ser ah¨ª. Si me hubiera interesado otra ¨¦poca estar¨ªa en el Delta o en El Fayum; pero para estudiar el imperialismo egipcio y la dinast¨ªa XVIII, Tebas es el sitio". Gal¨¢n aprovecha para destacar muy deportivamente el trabajo que desde hace a?os llevan a cabo sus colegas espa?oles en Heracle¨®polis Magna (Museo Arqueol¨®gico Nacional de Madrid, bajo direcci¨®n de Mar¨ªa del Carmen P¨¦rez Die) y Oxirrinco (Universidad de Barcelona, con direcci¨®n de Josep Padr¨®). En Meidum, la Fundaci¨®n Arqueol¨®gica Clos acomete un proyecto de investigaci¨®n y restauraci¨®n de la necr¨®polis que dirige el egipt¨®logo Luis Manuel Gonz¨¢lvez.
Las tumbas de Djehuty y Hery ya estaban descubiertas, lo que al ne¨®fito le puede parecer, err¨®neamente, menos excitante. Las descubri¨® Champollion, aunque el sabio iba a paso ligero y no se detuvo mucho en ellas. Tampoco lo hizo el siguiente ilustre visitante, Lepsius, que se limit¨® a copiar algunas inscripciones. A finales del siglo XIX, el marqu¨¦s de Northampton redescubri¨® las tumbas, que fueron investigadas por los c¨¦lebres egipt¨®logos que le acompa?aban, Newberry y Spiegelberg (nombre que hoy le hubiera granjeado m¨¢s de una broma). En los a?os cincuenta, otro egipt¨®logo, S?ve-S?derbergh, el escandinavo especialista en la navegaci¨®n en tiempos fara¨®nicos, trabaj¨® en los sepulcros. "Hac¨ªa casi medio siglo que nadie investigaba y nunca se hab¨ªa realizado un estudio completo. Cuando consult¨¦ la bibliograf¨ªa sobre las tumbas me qued¨¦ de piedra ante lo poco que, contra todo pron¨®stico, se hab¨ªa hecho. Los descubrimientos que estamos realizando muestran cu¨¢nto hay por hacer en Egipto y qu¨¦ importante es reexcavar y volver a investigar, incluso en sitios tan populares como Tebas", recalca Gal¨¢n.
Una de las sorpresas es que, excavando en los patios, ha aparecido numeroso material que no pertenece a las tumbas de Djehuty y Hery. "El ¨¢rea fue aprovechada en a?os posteriores y se efectuaron enterramientos en todas las ¨¦pocas, en la ram¨¦sida, en la sa¨ªta y despu¨¦s". Incluso ha habido una inesperada pedrea: entre las dos tumbas ha aparecido una tercera, tambi¨¦n de la dinast¨ªa XVIII -"no sabemos qui¨¦n era el propietario, no hay indicaci¨®n fuera y a¨²n no hemos entrado"-, y hasta una cuarta, sobre la de Hery, de la que se han descubierto las jambas de entrada con el nombre del difunto, un tal Baky.
De lo colosal de la tarea de la misi¨®n espa?ola da prueba el que, acabada ya la cuarta campa?a, de momento s¨®lo se han excavado en profundidad los patios de las tumbas. "Dentro hemos documentado las inscripciones visibles, pero apenas hemos empezado a excavar. En el interior de las tumbas, los primeros metros est¨¢n despejados, pero luego las c¨¢maras est¨¢n llenas casi hasta el techo de escombros. Esos escombros, y piedras, y tierra, entran por agujeros de arriba. Cerrarlos es prioritario antes de poder excavar dentro, que es lo que haremos en la pr¨®xima campa?a".
Cuatro a?os, y Gal¨¢n a¨²n no sabe si Djehuty est¨¢ todav¨ªa dentro de su tumba. Eso es paciencia. ?Estar¨¢? "Mi experiencia como arque¨®logo es que siempre ocurre lo contrario de lo que esperas y planeas", explica con enervante prudencia. "Fuera, en los patios y alrededores de las tumbas, no esper¨¢bamos encontrar gran cosa y hemos hallado material interesant¨ªsimo. En la segunda campa?a apareci¨® en el patio de Djehuty ese estupendo sarc¨®fago con momia y pens¨¦ que en ¨¦sta hallar¨ªamos alg¨²n otro enterramiento, y, sin embargo, no hemos encontrado pr¨¢cticamente nada. Mientras que en el patio de Hery s¨ª han aparecido cosas. Dentro? es dif¨ªcil de decir". Venga hombre, arriesgue. "Entre los escombros y el techo de la tumba de Djehuty se ven maravillas. Relieves policromados. ?Se habr¨¢n conservado por debajo? Parece que s¨ª, pero hay que cruzar los dedos". La momia deber¨ªa estar, ?no? "?sa es nuestra hip¨®tesis. Aunque nuestras tumbas, como todas, sufrieron la acci¨®n de los ladrones, creemos que fue durante la antig¨¹edad, cuando s¨®lo buscaban oro y plata. Entonces no les interesaban las momias para llev¨¢rselas. Los propios escombros han protegido las zonas internas de la tumba de los ladrones modernos de los siglos XIX y XX, que son los m¨¢s destructivos, los m¨¢s carro?eros. Aunque las dependencias funerarias est¨¦n revueltas, creo, tengo la esperanza, que encontraremos restos del sarc¨®fago y del ata¨²d y parte del ajuar. Todo ello material de significaci¨®n hist¨®rica, que es lo que realmente nos interesa".
Cuando se le pregunta a Gal¨¢n en qu¨¦ estado podr¨ªa estar la momia, el egipt¨®logo arruga el ce?o y se ensimisma como cuando a alguien se le hace describir el accidente de un pariente. "Es dif¨ªcil decirlo. En el peor de los casos estar¨¢ tirada por ah¨ª, incluso descuartizada, igual que algunas de las que hemos encontrado fuera. La habr¨¢n abierto para buscar el escarabeo del coraz¨®n. Pero seguramente no se la habr¨¢n llevado, no es muy interesante llevarse una momia a cuestas". Sorprende el tono de ferocidad con que el egipt¨®logo zanja la cuesti¨®n, digno de Belzoni, el hombre que acced¨ªa a las tumbas con dinamita: "Creo que la encontraremos, pero en mal estado. Me pongo en el peor de los casos. Para no hacerme ilusiones".
Remont¨¦monos en el pasado de la momia. ?Qui¨¦n era Djehuty? "Su nombre, escrito Dhwty, remite a Djehut, que es como denominaban los egipcios al dios Tot, el escriba divino, al que se representaba habitualmente como un ibis -de ah¨ª el que luego se instalara un cementerio de esos p¨¢jaros en la zona-. Podemos entender el nombre de nuestro personaje como 'el que pertenece a Tot'. El nombre era bastante com¨²n, y, por ejemplo, tenemos un general contempor¨¢neo que se llamaba igual". Ese militar del que habla Gal¨¢n combati¨® en el norte y se distingui¨® en el sitio de Joppa, en Palestina, durante la campa?a de Tutmosis III contra Meggido; vale la pena perder unas l¨ªneas con ¨¦l para recordar que, seg¨²n se cuenta en el papiro Harris, captur¨® la ciudad con una estrategia similar a la del legendario caballo de Troya: metiendo un contingente de soldados en cestas que parec¨ªan contener tesoros y que fueron introducidas en la poblaci¨®n sitiada.
En fin, nuestro Djehuty (el otro est¨¢ enterrado en Saqqara) no era, como aqu¨¦l, un militar dedicado a contar escrupulosamente manos cortadas de enemigos y que ambicionase las moscas de oro del valor (la Cruz de Hierro de primera clase en versi¨®n ej¨¦rcito del fara¨®n), sino alguien m¨¢s pac¨ªfico: un alto funcionario, procedente se cree de Herm¨®polis, que desempe?¨® diversos cargos con Hatshepsut. Como supervisor del Tesoro fue responsable de contabilizar las ingentes riquezas que llegaron de Punt, entre ellas cantidades nunca vistas de especias y perfumes, y casi mil kilos -al peso actual- de oro. "En su tarea de supervisor de los Trabajos era el encargado de dar instrucciones a los artesanos, los manitas que hac¨ªan las obras m¨¢s delicadas y trabajaban con materiales preciosos. Y as¨ª, por ejemplo, sabemos que se responsabiliz¨® de la capilla en ¨¦bano de Nubia de la reina en el templo de Deir el Bahari y de que se cubrieran con electro los dos obeliscos chapados de ese material que Hatshepsut hizo levantar en Karnak, entre los pilonos IV y V". La extraordinaria calidad de los relieves de la tumba de Djehuty seguramente se explica, dice Gal¨¢n carraspeando, porque el probo funcionario desvi¨® trabajadores reales a su sepulcro. Acaso tambi¨¦n desviara fondos de las arcas de construcci¨®n de la reina, con lo que nos encontrar¨ªamos ante una situaci¨®n tipo 3% en la antigua Tebas. Un poco tarde para crear una comisi¨®n de investigaci¨®n. En todo caso, Djehuty fue un tipo fiel que sufri¨® por ello la misma damnatio memoriae, condenaci¨®n de la memoria por motivos pol¨ªticos o religiosos, que su reina: su nombre y su rostro aparecen borrados premeditadamente en varios lugares en la tumba.
La decoraci¨®n de la tumba de Djehuty es un primor. "En un lado de la fachada hay un gran texto autobiogr¨¢fico, en el que Djehuty explica sus trabajos con Hatshepsut, y enfrente, la contrapartida religiosa, en la forma del gran himno a Am¨®n-Ra, que estaba pintado de amarillo para que el sol lo coloreara al amanecer". La conjunci¨®n de ambos aspectos en la fachada de la tumba sintetiza, subraya Gal¨¢n, los requisitos que precisaba un egipcio bien nacido para asegurarse la vida futura: haber servido lealmente al rey (si exceptuamos los trabajillos desviados) y mostrar devoci¨®n religiosa. "Junto a la fachada se alzaba una estatua del propietario del sepulcro de la que hemos encontrado una docena de fragmentos. Tambi¨¦n se hizo representar en un panel funerario en el que aparecen sacerdotes, mujeres con sistros y un arpista. ?Todo eso s¨®lo en la fachada! Dentro podemos observar escenas convencionales muy bien realizadas: una peregrinaci¨®n a Abydos para ganar las convenientes simpat¨ªas de Osiris, una escena de caza en el desierto, el ritual de apertura de la boca de la momia?". El equipo espa?ol est¨¢ rejuntando otras dos inscripciones autobiogr¨¢ficas de Djehuty que estaban "muy machacadas", y se conf¨ªa en que aportar¨¢n nueva informaci¨®n sobre el personaje.
Un asunto interesante es cu¨¢n cerca estaba el servidor de la reina. No olvidemos que a Hatshepsut se le atribuye un amante en la persona de su m¨¢s alto funcionario, Senenmut (un grafito de la ¨¦poca les muestra en actitud sexual tan expl¨ªcita que hace da?o), un personaje enigm¨¢tico que acumul¨® cargos y prerrogativas extraordinarios y que parece haber permanecido siempre soltero. Significativamente, en la tumba de Djehuty no aparece ninguna menci¨®n a una esposa, aunque s¨ª est¨¢n su madre y su padre. "Es posible que los altos funcionarios de Hatshepsut no incluyeran a sus esposas en sus tumbas, por alguna raz¨®n que se nos escapa. Puede que fuera una convenci¨®n, alg¨²n tipo de decoro". ?Decoro? El morbo obliga a preguntar si no tendr¨ªa la reina un har¨¦n de funcionarios? "Bueno, no dudo de que a Hollywood eso le encantar¨ªa, pero no hay ning¨²n indicio", r¨ªe Gal¨¢n. En fin, Djehuty, hombre prudente, manifiesta en su tumba: "Mi boca guarda silencio sobre los asuntos referentes al palacio".
En la tumba de Djehuty se enterrar¨ªa tambi¨¦n, seguramente, a algunos de sus familiares. "Por eso estamos encontrando material de despu¨¦s de su ¨¦poca, como un fragmento de lino con la marca del a?o segundo del reinado de Amenofis II, quiz¨¢ parte del ajuar de alguien de la familia".
Gal¨¢n se siente muy cerca del funcionario egipcio que vivi¨® hace 3.500 a?os. "Djehuty fue sin duda un miembro de la ¨¦lite intelectual del momento, un momento muy importante en el que proliferaron un arte y unas ideas muy refinados. La reina necesitaba legitimarse como fara¨®n, y encontramos inscripciones muy elaboradas, con un lenguaje pol¨ªtico extremadamente sofisticado. Djehuty es parte de este mundo, y seguramente tuvo una responsabilidad en el alto nivel ling¨¹¨ªstico y pl¨¢stico de la ¨¦poca". El egipt¨®logo est¨¢ fascinado con los textos criptogr¨¢ficos de la tumba. "Son un reto al lector: se utilizan signos distintos de los habituales, de forma que leerlos es como resolver un enigma. Pero, en general, todas las inscripciones en la tumba est¨¢n muy cuidadas, tanto desde el punto de vista textual como formal. Djehuty es, en el fondo, Tot, el gran escriba, el hombre entusiasmado con el lenguaje y la escritura". No sabemos cu¨¢ndo muri¨® Djehuty, ni por qu¨¦ causa, ni la edad que ten¨ªa. "Sabemos que su origen deb¨ªa ser provinciano y que algo meritorio hizo para ser llamado a la corte de Tebas".
En su apasionada biograf¨ªa de Hatshepsut (Edhasa, 2004), la egipt¨®loga francesa Christiane Desroches Noblecourt, que califica a Djehuty como "uno de los m¨¢s fieles entre los fieles" de la reina, sugiere que el funcionario fue el responsable de la misi¨®n a Punt y viaj¨® a ese pa¨ªs, que Gal¨¢n y otros especialistas sit¨²an en Eritrea. "En las escenas del viaje, Djehuty aparece en segundo plano supervisando el pesado de la mirra y el incienso, pero al regreso. Yo no creo que ¨¦l fuera en el viaje. No es un comisionado real, sino un escriba. No hay evidencia. De haber hecho el viaje, lo habr¨ªa apuntado en su autobiograf¨ªa inscrita en la tumba".
Entre los hallazgos extra?os en las excavaciones figura sin duda la momia de mono estrangulado. "Apareci¨® en la tumba intermedia entre la de Djehuty y Hery. Estaba junto al pozo de enterramiento del propietario de ese sepulcro que no hemos empezado todav¨ªa a excavar. El mono fue momificado como un rey, empaquetado con lino, pero previamente le hab¨ªan retorcido el cuello". Quiz¨¢ era una mascota querida que fue sacrificada a la muerte de su due?o para que le acompa?ara. Precisamente en el patio de la capilla funeraria de Senenmut en la necr¨®polis de Gurna se sepult¨® a una peque?a yegua y a un simio cinoc¨¦falo, ambos envueltos en vendas. "Ahora que lo dice, es verdad. Pudiera ser algo similar. En todo caso, es una momia muy peculiar". Y fea.
?Qu¨¦ tal es el trabajo en Dra Abu el Naga? "Al estar al pie de una colina, en plano inclinado, presenta muchas dificultades. Cuando excavamos se nos viene encima la monta?a. Hemos tenido que construir grandes muros de piedra para consolidar el terreno, lo que significa m¨¢s coste y m¨¢s trabajadores". Afortunadamente, el equipo espa?ol no pasa calor. "De hecho, dormimos con tres mantas. La temperatura de d¨ªa en esta ¨¦poca del a?o es agradable, unos 25 grados, pero por la noche baja hasta 10". En todo caso, "se disfruta mucho", confiesa Gal¨¢n, como si se avergonzase un punto de ello. "El lugar es maravilloso, y el trabajo, apasionante".
La labor en las tumbas, para la que se cuenta con 70 trabajadores egipcios, se lleva a cabo desde las siete de la ma?ana hasta la una de la tarde. Los egipt¨®logos se quedan otras dos horas m¨¢s. Luego se retiran al Marsam, un hotelillo junto al templo de Merenptah, y repasan los datos que ha arrojado el d¨ªa, hasta la cena. El hotel pertenece a la familia de Abd el Rasul, los legendarios saqueadores de tumbas, con lo que todo queda en casa. La relaci¨®n con la gente de la zona "es otro aspecto gratificante", dice Gal¨¢n. "Los egipcios son encantadores, generosos y abiertos, y el ambiente en Luxor es de absoluta tranquilidad". El egipt¨®logo madrile?o ha hecho gran amistad con el capataz, Ali Faruk, del pueblo de Quift (antiguo Coptos), del que proceden los mejores capataces desde los tiempos heroicos de las excavaciones.
El equipo espa?ol se encuentra en Luxor en medio de la ¨¦lite mundial de la egiptolog¨ªa. "Intercambiamos experiencias con las otras misiones internacionales. Es un escenario muy activo. Los franceses vuelven a excavar en Deir el Medina y est¨¢n hallando nuevas colecciones de ostraca. Se excava debajo de los obeliscos y pilonos de Karnak y est¨¢n apareciendo estatuas depositadas all¨ª como fundaci¨®n. Los belgas restauran dos tumbas maravillosas de ¨¦poca de Amenofis II cerca de nosotros. Nuestros vecinos alemanes han descubierto, ?a cincuenta metros de nuestras tumbas!, un ata¨²d de madera indescriptiblemente bello y cubierto de textos que parece hecho ayer".
?Y el peligro? "Bueno, solemos ir con casco en las tumbas, por indicaci¨®n de los arquitectos que vienen con nosotros. En el pasillo de la tumba de Hery, un agujero lleva hasta una galer¨ªa subterr¨¢nea. Cuando nos metemos ah¨ª, el terreno es tan inestable que las paredes y el techo se desploman si los tocas, todo se deshace. Cuando hay un derrumbe encojes los hombros y nunca sabes cu¨¢ndo va a parar". En esos t¨²neles, donde yacen ibis y halcones polvorientos arrebatados al cielo puro de Egipto, la aventura de la egiptolog¨ªa adquiere su cariz m¨¢s siniestro y claustrof¨®bico. Pero Gal¨¢n no teme a las momias. Ni siquiera a las humanas. "Para m¨ª, aparte de las inscripciones, son s¨®lo cuerpos con vendas de lino".
No est¨¢ acreditado que las tumbas de Djehuty y Hery, TT11 y TT12, tengan maldici¨®n alguna, pese a que el ins¨®lito hallazgo de ofrendas de escarabajos remite, para el profano, a alg¨²n culto siniestro digno del infame sacerdote Imhotep de The mummy. La ¨²nica maldici¨®n, en realidad, ser¨ªa que, bajo las pilas de cascotes y escombros, el pasado se hubiera desvanecido y la historia no fuera ya m¨¢s que unos pu?ados de arena indescifrable. Pero eso no pasar¨¢. Gal¨¢n cierra los ojos y pronuncia la vieja palabra que ha precedido al descubrimiento de tantas cosas maravillosas: inshallah (si Dios quiere). Y el egipt¨®logo regresa mentalmente a la tumba, que le espera all¨ª en la vieja Tebas, y en su imaginaci¨®n recorre una vez m¨¢s la inscripci¨®n en la que las mujeres de los sistros y el arpista entonan una canci¨®n por Djehuty, y vuelve a leer la letra de esa canci¨®n en el muro: "Te cantamos a ti para que Am¨®n y Hathor te concedan todo lo que necesites y te otorguen de nuevo el dulce aliento de la vida".
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