Apertura sin transici¨®n en el Magreb
Mientras la autocracia perdura en Libia y T¨²nez, en Marruecos y Argelia soplan aires liberales sin llegar a ser democr¨¢ticos
Al Este, cerraz¨®n autoritaria. Al Oeste, apertura pero sin transici¨®n como la vivida, en los setenta, por Espa?a o, m¨¢s recientemente, por numerosos pa¨ªses latinoamericanos o asi¨¢ticos. As¨ª se caracteriza la evoluci¨®n del Gran Magreb desde el inicio de esta d¨¦cada.
El l¨ªder libio, Muammar el Gaddafi, multiplic¨®, a partir de 2002, las concesiones para lograr que Estados Unidos permitiese la reinserci¨®n de su pa¨ªs en la comunidad internacional. Pero esta rectificaci¨®n de su pol¨ªtica exterior no ha sido acompa?ada por reforma interna alguna.
En el vecino T¨²nez tampoco las ha habido. El r¨¦gimen autocr¨¢tico sigue inalterable. El ¨²nico matiz es que Ben Al¨ª gan¨® las ¨²ltimas presenciales con tan s¨®lo el 94,48% de los sufragios, cinco puntos menos que las anteriores. Sus rivales se repartieron esas migajas.
Argelia y Marruecos s¨ª experimentan una cierta apertura secundada por reformas, pero en ninguno de los dos pesos pesados del Magreb hay un plan de transici¨®n que conlleve una nueva Constituci¨®n democr¨¢tica en la que el poder ejecutivo sea responsable ante un Parlamento elegido libremente. "No hay un proyecto claro", repiten con frecuencia los informes de las embajadas europeas.
En Argelia se desarrollaron, en 1991, unas elecciones legislativas, ejemplares en el mundo ¨¢rabe, pero el resultado, favorable a los islamistas, asust¨® al Ej¨¦rcito. La primavera democr¨¢tica se convirti¨® en una larga guerra civil larvada con 150.000 muertos.
M¨¢s de una d¨¦cada despu¨¦s, Argelia celebr¨®, en abril pasado, unas elecciones presidenciales pluripartidistas en las que fue reelegido Abdelaziz Buteflika por una mayor¨ªa tan abrumadora (85%) que resulta sospechosa. Fueron, sin embargo, las primeras en las que la c¨²pula militar no impuso a su candidato.
Es m¨¢s, tres meses despu¨¦s el jefe de Estado Mayor del Ej¨¦rcito, el general Lamari, dimiti¨® ampliando el margen de maniobra del presidente ahora empe?ado en aprobar, con un refer¨¦ndum, una amnist¨ªa que permita pasar p¨¢gina a la etapa de violencia terrorista.
La clase pol¨ªtica marroqu¨ª es la que m¨¢s habla de "transici¨®n", pero ¨¦sta empez¨® hace al menos seis a?os (con la entronizaci¨®n de Mohamed VI) u ocho (cuando Hassan II promovi¨® el Gobierno de alternancia) sin que se vislumbre una reforma constitucional ni el final de un proceso que parece interminable.
La prensa goza de una mayor libertad y el pa¨ªs lleva incluso a cabo una reflexi¨®n p¨²blica sobre los excesos de la represi¨®n del reinado de Hassan II, pero este aumento del techo de las libertades ha sido enturbiado por dos factores.
El rey Mohamed VI eligi¨®, en 2002, a un primer ministro ignorando a la mayor¨ªa parlamentaria. Los atentados de Casablanca y la consiguiente "lucha contra el islamismo radical ha puesto serias trabas a los avances de Marruecos" en materia de derechos humanos, seg¨²n reza el informe anual del Departamento de Estado de EE UU.
Aunque en menor medida que en Argelia, la amenaza integrista entorpece ahora en Marruecos la celebraci¨®n de elecciones libres y sirve para disculpar los atropellos de las fuerzas de seguridad.
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