Mujer y exilio
Hay libros que aparecen en tus manos as¨ª, por casualidad. Libros fant¨¢sticos que a veces pasan desapercibidos, que el librero tiene en tercera o cuarta fila, dejando espacio a los de venta segura. Libros perennes, que nunca pasaran de moda porque lo que cuentan est¨¢ m¨¢s all¨¢ del tiempo, de lo que se lleva. As¨ª, hace ya m¨¢s de un a?o, me cay¨® del cielo Mujer y exilio 1939, de Antonina Rodrigo, con pr¨®logo de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n. Lo le¨ª de un tir¨®n, absorta en las historias (reales) que la autora me contaba; mujeres, algunas muy conocidas, otras an¨®nimas, que vivieron la exaltaci¨®n de la Rep¨²blica, el dolor de la Guerra Civil, la impotencia de la derrota y el drama del exilio. Mujeres como la madre de Garc¨ªa Lorca, o la de Machado, o la de Federica Montseny, intelectuales como Victoria Kent, Mar¨ªa Zambrano, Clara Campoamor... Fil¨®sofas, maestras, juristas, actrices, analfabetas, guerrilleras que lucharon contra el fascismo y que lo dejaron todo para huir de lo que se avecinaba con Franco, aunque muchas de ellas pasar¨ªan un calvario en ese "aparente" refugio que era Francia. Antonina desgrana en pocas p¨¢ginas cada historia, con sus an¨¦cdotas, detalles, miserias, amores... El libro provoca todo tipo de emociones, incluso la rabia y la impotencia, y el fraude por tantos a?os de silencio, de no saber. Me gust¨® tanto el libro que quise felicitarla, pero pas¨® el tiempo y nunca llegu¨¦ a llamar a la editorial para que me pasaran el n¨²mero. Por eso, cuando le¨ª que Antonina Rodrigo daba una charla sobre la mujer en el exilio se me encendi¨® la luz: por fin conocer¨ªa a la autora.
Antonina Rodrigo ha investigado a personajes singulares de la historia, como Dal¨ª, Josep Trueta y sobre todo a Garc¨ªa Lorca
Antonina es una mujer que desprende generosidad, dulzura. Ha dedicado gran parte de su labor profesional a investigar y difundir personajes singulares de la historia, como Dal¨ª, Mariana Pineda, Josep Trueta y sobre todo Garc¨ªa Lorca, de quien acaba de publicar Lorca en el pa¨ªs de Dal¨ª. Pero tambi¨¦n ha rescatado del olvido, en una trilog¨ªa de libros, a las protagonistas de la II Rep¨²blica, la Guerra Civil y el exilio. Antonina naci¨® en el Albaic¨ªn de Granada, pero vive en Barcelona. La llaman a menudo para hablar de esos temas y sabe transmitir lo que siente. La gente la escuchaba con autentico fervor el pasado lunes en la biblioteca Francesc Boix, en el barrio del Poble Sec. La conferencia se enmarca en el ciclo Dones del 36. Viv¨¨ncies de la guerra i la posguerra espanyola, que organiza el Consorci de Biblioteques de Barcelona. Antonina empez¨® hablando de c¨®mo viv¨ªa la mujer antes de la Rep¨²blica y todo lo que consigui¨® con ella. Cit¨® a los ateneos libertarios y coment¨® la sorpresa de Garc¨ªa Lorca cuando vino a Barcelona y los descubri¨® de la mano de Margarita Xirgu. En Andaluc¨ªa, los ateneos eren centros para reunirse los hombres a jugar a cartas, mientras que aqu¨ª se convirtieron en una universidad popular.
Con la guerra, la mujer ocup¨® puestos de responsabilidad: trabajaba en las f¨¢bricas de armamento, en los hospitales, conduc¨ªa tranv¨ªas, camiones, era aviadora, miliciana, organizaba conferencias y adem¨¢s, como siempre, cuidaba de los hijos y de los mayores. Su trabajo fue mucho m¨¢s que un apoyo: fue algo decisivo para el funcionamiento de una guerra, que defend¨ªa las libertadas ganadas a pulso en la Rep¨²blica. Y la guerra se perdi¨® y m¨¢s de medio mill¨®n de personas dejaron sus casas y emprendieron camino al exilio.
A partir de aqu¨ª el relato de Antonina era desgarrador. Cont¨® las peripecias de los Machado para pasar la frontera, llegar a Colliure y una vez all¨ª buscar un albergue. Cont¨® lo importante que era, para toda esa gente que pas¨® la frontera sin nada, conservar al menos una manta, que les salvar¨ªa de morir de fr¨ªo en los campos de concentraci¨®n. Cont¨® que, en general, los refugiados no fueron bien recibidos por los franceses, influidos por la propaganda oficial. Aunque hubo muchas excepciones, como los partidos de izquierda, los sindicatos y gente de a pie, que les daba lo que pod¨ªa. Poco a poco esos refugiados ganaron la confianza de la gente, que vio en ellos mano de obra barata y m¨¢s tarde soldados con mucha m¨¢s experiencia que ellos. "Las mujeres serv¨ªan por las casas o se dedicaban a coser. Y por la noche saltaban las alambradas de los campos de los hombres y les daban pan, tabaco y naturalmente amor", comenta Antonina. Hubo muchos suicidios de hombres y muy pocos de mujeres, conscientes de ser el puntal de la familia. Cont¨® tambi¨¦n historias de amor, historias apasionadas o de mujeres que, por serlo, pudieron burlar el control de los nazis y salvar muchas vidas, jug¨¢ndose, naturalmente, la suya. Aunque de las cosas peores que sufrieron las que estaban encerradas en los campos fue la falta de higiene, especialmente en los d¨ªas de la regla. Es espeluznante pensar que lo solucionaban recolectando los trozos de peri¨®dico sucio que los senegaleses usaban para evacuar. Lo lavaban en el mar, lo secaban y aquello era su compresa. Las que trabajaban en f¨¢bricas recog¨ªan los trozos de algod¨®n sucios de grasa de la maquinaria, que les solucionaba el problema, pero les tra¨ªa infecciones de toda clase. "La naturaleza es sabia y a muchas se les cortaba la regla", dijo la autora.
"Con la muerte de Franco se ten¨ªa que haber abierto las puertas de la historia. Pero se hizo un pacto de silencio: aqu¨ª no ha pasado nada. Y nos quedamos con lo que nos contaron. Y la herida sigue abierta".
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