El chivo expiatorio
Hace unos treinta a?os, cuando el discurso de la lucha de clases soltaba sus ¨²ltimos destellos y se alumbraban las ¨²ltimas luces del discurso revolucionario, el malo de la pel¨ªcula era el empresario, representado en las caricaturas como un burgu¨¦s gordo con puro. Hoy, los empresarios, que como corresponde a la era del culto al cuerpo ya no son gordos y algunos ni siquiera fuman, son una de las figuras sociales que m¨¢s admiraci¨®n despierta. El papel de chivo expiatorio que han dejado vacante lo han ocupado los pol¨ªticos. Es, sin duda, un ¨¦xito del profundo cambio ideol¨®gico que ha supuesto la transici¨®n liberal. Despu¨¦s de repetir un mill¨®n de veces que la econom¨ªa es lo ¨²nico importante y que el principal obst¨¢culo a la felicidad es el Estado, que es demasiado grande y caro, la idea ha calado en las mentes y en los corazones. Puesto que la eficiencia es el valor supremo, cuando las cosas no van bien, siempre se busca el mismo culpable: el gobernante. Todo el mundo se?ala al corrupto -un pol¨ªtico, por supuesto- pero nadie se?ala al corruptor -el que pone el dinero-, sin el cual no habr¨ªa corrupci¨®n posible. Y, sin embargo, s¨®lo desde la pol¨ªtica se puede poner l¨ªmites a los excesos del poder econ¨®mico y de la l¨®gica de la mercado, y, por tanto, introducir alg¨²n factor de justicia y de equidad en la sociedad.
Los pol¨ªticos se han ganado a pulso el desprestigio. En la medida en que las cuotas de poder son lo ¨²nico importante, todo queda supeditado a este objetivo, incluso la verdad. La sumisi¨®n es el valor m¨¢s celebrado en organizaciones construidas sobre la servidumbre voluntaria y la complicidad sin amistad (La Bo¨¨tie). Los partidos cuando piensan en el poder judicial lo hacen en t¨¦rminos de cuotas; ven a los jefes de la televisi¨®n como una prolongaci¨®n natural de su mayor¨ªa; y van a las comisiones de investigaci¨®n a presentar como verdad incuestionable aquello que el partido ha decidido, aunque sea manifiestamente falso. En el juicio sobre los pol¨ªticos hay cierta confusi¨®n entre moral y pol¨ªtica. Las razones de la pol¨ªtica no son las de la moral: la pol¨ªtica tiene que ver con los intereses y nadie debe escandalizarse de que la lucha por el poder sea consustancial a ella. Si ¨¦sta desapareciera, desaparecer¨ªa la pol¨ªtica. La moral tiene que ver con el bien y hace tiempo que sabemos que el bien moral y el inter¨¦s pol¨ªtico no siempre se corresponden. El juicio sobre los pol¨ªticos tiene que hacerse teniendo en cuenta este doble registro: el de la dif¨ªcil convivencia entre las razones pol¨ªticas y las razones morales. Muchos de los que les critican protestar¨ªan en¨¦rgicamente si, en determinadas circunstancias, los gobernantes supeditaran decisiones pol¨ªticas a razones morales.
Los propios pol¨ªticos parecen sentirse en falta. Y, a veces, ellos mismos proponen que se busque gente independiente para asumir responsabilidades que les conciernen. Cualquier vinculaci¨®n social, la gremial por ejemplo, merece ante la opini¨®n un prejuicio favorable que se le niega al pol¨ªtico. El Gobierno catal¨¢n ha llevado la desconfianza del pol¨ªtico en s¨ª mismo hasta el extremo al crear una oficina antifraude en su seno. Cualquier prevenci¨®n contra el abuso de poder es bueno. La democracia es un sofisticado instrumento para hacer m¨¢s dif¨ªcil el abuso del poder. Pero uno de los principios de este mecanismo es la separaci¨®n entre vigilantes y vigilados.
Arrastrados por las exigencias de la comunicaci¨®n de masas, los pol¨ªticos han perdido credibilidad. La ciudadan¨ªa tiene la sensaci¨®n que est¨¢n representando un papel, en el que no siempre creen. ?Puede el pol¨ªtico, en determinadas circunstancias, comportarse como independiente, por respeto a la verdad y a la ciudadan¨ªa, por ejemplo, cuando se le nombra para una comisi¨®n de investigaci¨®n? La tentaci¨®n es decir que no. Pero la experiencia dice que en algunos pa¨ªses hay m¨¢s sentido de la independencia personal que en otros. Y es sobre esta v¨ªa -la de la apelaci¨®n a la responsabilidad del sujeto aut¨®nomo pol¨ªtico- sobre la que se debe insistir.
A pesar del desprestigio, se sigue votando a los pol¨ªticos. Quiz¨¢s porque nos encanta tener un chivo expiatorio al que ofrecer en sacrificio en los momentos de crisis. El 11-M fue exorcizado echando al PP del poder. Del mismo modo, se piden dimisiones como reparaci¨®n para casos como el del Carmel. De verdad, ?creen ustedes que s¨®lo les necesitamos para esto?
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