La pasi¨®n napolitana de Vel¨¢zquez
Gran exposici¨®n en el Museo de Capodimonte
El museo napolitano de Capodimonte parece haberse especializado en exposiciones asombrosas. Tras la dedicada hasta hace dos meses a Caravaggio, acoge ahora una nueva superproducci¨®n en torno a la obra de Vel¨¢zquez. Se trata de una muestra sensacional, destinada a provocar tanto embeleso y colas tan largas como la anterior. Aunque el recorrido cuenta con una treintena de piezas, entre ellas varias obras maestras, bastar¨ªa una sola escena para justificar la visita a Capodimonte: la que enfrenta la]]> Venus del espejo velazque?a con la Danae de su maestro Tiziano, carne contra carne, ante la mirada del espectador.
Diego Vel¨¢zquez (1599-1660) mantuvo una intensa relaci¨®n con el arte italiano. Am¨® la obra de Tiziano por encima de cualquier otra, se inspir¨® en su juventud en el tenebrismo de Caravaggio, viaj¨® dos veces a Italia, tuvo un hijo natural en Roma y es posible que en la Venus del espejo retratara a una novia napolitana. Esos v¨ªnculos entre el pintor sevillano y el pa¨ªs que era entonces la meca del arte constituyen la l¨ªnea argumental con que la superintendencia del Museo de Capodimonte justifica su elecci¨®n, no demasiado ajustada al compromiso program¨¢tico asumido por la instituci¨®n cuando fue creada, en 1984.
El proyecto inicial consist¨ªa en dedicar el Capodimonte al arte napolitano entre los siglos XV y XX. Pero es dif¨ªcil resistirse a la tentaci¨®n de la grandiosidad cuando la pol¨ªtica de intercambio con otros museos permite obtener el pr¨¦stamo de maravillas en abundancia. Y de esta forma, el Capodimonte parece haberse especializado en una pol¨ªtica de grandes ¨¦xitos que reporta notoriedad y dinero, elimina riesgos y ennoblece un museo ubicado en una zona relativamente marginal de la ciudad.
El superintendente del Capodimonte, Nicola Spinosa, ha encomendado a Alfonso P¨¦rez S¨¢nchez, ex director del Museo del Prado y organizador en 1990 de la gran muestra de Vel¨¢zquez en Madrid, la tarea de comisario de la exposici¨®n. P¨¦rez S¨¢nchez, a su vez, ha contado con el asesoramiento de otros dos especialistas, Benito Navarrete y Salvador Salort. Entre todos consiguen que el visitante se convenza de que Vel¨¢zquez y N¨¢poles tienen mucho que ver. Primero, porque obras casi juveniles como Vieja friendo huevos (cedida por la National Gallery de Edimburgo), la Cena en Emmaus (de la National Gallery de Dubl¨ªn) o la Adoraci¨®n de los Magos (procedente del Prado) tienen mucho que ver con Caravaggio, que pas¨® en N¨¢poles una parte de su turbulenta vida y al que Vel¨¢zquez descubri¨® como estudiante en Sevilla gracias a copias e imitaciones. Segundo, porque Vel¨¢zquez conoci¨® en N¨¢poles al valenciano Jos¨¦ de Ribera (establecido en la ciudad desde 1612), trab¨® con ¨¦l una cierta amistad y le tuvo como acompa?ante en varias de sus visitas a las maravillas del arte italiano. Vel¨¢zquez, adem¨¢s, era un hombre culto, y en su ¨¦poca eso equival¨ªa a ser filoitaliano.
La evoluci¨®n velazque?a se podr¨ªa simplificar como un recorrido por la pen¨ªnsula italiana, desde el sur hasta el norte. Al inicio, tinieblas napolitanas, poco a poco agitadas por el movimiento del Caravaggio romano. Al final, luminosidad veneciana. Hablamos de influencias: Vel¨¢zquez es la cumbre del barroco y en muchos sentidos resulta insuperable.
El momento supremo de Vel¨¢zquez en Capodimonte llega, sin duda, con la Venus del espejo, que P¨¦rez S¨¢nchez ha querido instalar junto a una de las joyas de la instituci¨®n napolitana, la Danae de Tiziano Vecellio. La comparaci¨®n no perjudica a ninguna de las dos. Al contrario. La venus velazque?a propone una pose magistral y una luminosidad blanqu¨ªsima; la de Tiziano, ayudada por una reciente restauraci¨®n, es, en cambio, una explosi¨®n de dulzura y piel dorada.
Pero hay mucho m¨¢s. El retrato en busto de Felipe IV, el lujoso retrato de Isabel de Borb¨®n, los rizos rojizos de Mar¨ªa de Austria, la Ri?a entre soldados ante la Embajada de Espa?a (una obra de reciente atribuci¨®n, no del todo segura, y quiz¨¢ pintada en N¨¢poles), el retrato de Luis de G¨®ngora (llegado de Boston), los cuadros de San Pablo, San Juan Evangelista y Santo Tom¨¢s, la Inmaculada Concepci¨®n... En total, una treintena de obras, todo lo que se ha conseguido llevar a N¨¢poles, de un pintor de quien se conservan, o se conocen, no m¨¢s de un centenar. Un tercio del total: pocas veces (lo de 1990 fue realmente ¨²nico) se puede reunir tanto de uno de los artistas m¨¢s grandes de todos los tiempos.
El Capodimonte, un gran caser¨®n que, como su nombre indica, se alza en la cima de una de las colinas que envuelven N¨¢poles, cuenta con un espacio ¨®ptimo para las megaexposiciones en las que se est¨¢ especializando. Y, en este caso, ofrece un plus ambiental. El entorno del museo no es la zona m¨¢s ordenada y tranquila del planeta. Sin moverse de la cola, por ejemplo, el visitante tiene potencial acceso a todo tipo de sustancias il¨ªcitas, ofrecidas por personajes no muy distintos a los que deb¨ªan pulular por la opulenta, p¨ªcara y bulliciosa Sevilla del joven Vel¨¢zquez.
Babelia
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