Costumbre florida
Penitenciales o festivos, los desfiles procesionales de la Semana Santa se mantienen, se incrementan y, en ocasiones, no desmerecen. Por lo general no suscitan pol¨¦mica alguna, y s¨ª admiraci¨®n hacia la constancia y el trabajo de quienes mantienen vivas las viejas tradiciones. Y es que mantener la tradici¨®n cuesta su esfuerzo. En Benlloch muestran a los visitantes por estas fechas la manera en que otrora trituraban el trigo y les ofrecen embutidos, bu?uelos, m¨²sica y bailes en su Mostra de productos de la tierra que ya lleva realizadas unas cuantas ediciones. Dentro de unos d¨ªas ser¨¢ el municipio de Almed¨ªjar quien atraiga a las gentes con un cierta idea de la cultura popular y el pasado con su Feria de Recuperaci¨®n de Oficios: trenzados de pita o palma en forma de paneras, serones y alpargatas de esparto, cuerda cruda y mimbre humilde en humildes manos curtidas de artesanos. Benlloch y Almed¨ªjar son dos poblaciones de las comarcas castellonenses del interior, cuya poblaci¨®n disminuy¨® durante las ¨²ltimas d¨¦cadas en goteo constante. Miran al pasado para darle vida al presente, con inventiva y esfuerzo. Otros usos y costumbres se conservan sin apenas esfuerzo o inventiva. Son tradiciones m¨¢s o menos recientes, cuya desaparici¨®n no originar¨ªa nostalgia alguna entre la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos y ciudadanas del Pa¨ªs Valenciano, antes bien lo contrario. Es curioso que esas tradiciones aparecieran y se desarrollaran no en las comarcas del interior, sino en las costeras. Y m¨¢s curioso todav¨ªa es que se desarrollaran y se desarrollen de forma simult¨¢nea al despoblamiento de las comarcas valencianas del interior. Se trata, entre otras, de la costumbre que gira en torno al r¨¢pido y torticero enriquecimiento de determinados ciudadanos a partir del crecimiento urban¨ªstico de nuestras ciudades y del sembrado de cemento junto al mar. El uso se inici¨®, seg¨²n los sesudos historiadores, con las desamortizaciones del siglo XIX, pero la costumbre -legal, alegal, ilegal o p¨ªcara- se arm¨® de br¨ªos y multiplic¨® su aparici¨®n durante las ¨²ltimas d¨¦cadas. Bien es verdad que no participa en el festejo el conjunto de la poblaci¨®n, sino tan s¨®lo un sector perteneciente a la derecha social y econ¨®mica que tiene posibilidades, un escaso n¨²mero de ciudadanos que cambia de pelaje o sigla de partido, pero no de costumbre. Y para muestra basta un bot¨®n o un huerto de varias hanegadas junto al ermitorio de la Verge de Lled¨®. Ah¨ª construir¨¢n las Hermanitas de los Ancianos Desamparados su nueva residencia. Castell¨®n ha crecido y crece, y se necesitan nuevas dependencias administrativas municipales. Los ediles del PP dirigieron la mirada al c¨¦ntrico edificio y solar que hasta ahora sirvi¨® de hogar a ancianos y monjas. Ofrecen a las religiosas unos 2.000 millones de las antiguas pesetas y un solar para el nuevo asilo. Hay negociaciones y cartas que llegan hasta el Vaticano, y meses despu¨¦s se cierra la operaci¨®n que acaba costando 800 millones m¨¢s de pesetas, que se han de sumar a los anteriores. La piadosa congregaci¨®n comprar¨¢ con el aumento de precio las hanegadas r¨²sticas junto al Lled¨® y construir¨¢ su residencia. Lo aparatoso de la costumbre, tan frecuente por otro lado, es que en la negociaci¨®n y tejemaneje ha participado el edil del PP Jos¨¦ Pascual, que vendi¨® su finca r¨²stica junto a Lled¨® por 1,2 millones de euros. Aqu¨ª florece la costumbre del enriquecimiento torticero con el dinero de todos con m¨¢s frecuencia que florece la Pascua.
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