Salvajes y consentidos
Javi Navarro a?adi¨® ayer un nuevo borr¨®n a su infame historial de violencia. Siempre dispuesto a traspasar los l¨ªmites del reglamento, con el estilo pandillero que caracteriza al Sevilla de los ¨²ltimos a?os, Navarro le rompi¨® la cara a Arango, que fue trasladado urgentemente al hospital despu¨¦s de perder la consciencia y sufrir convulsiones que en los primeros momentos hicieron temer por su vida. No s¨®lo hay que tener mucha salud para enfrentarse a los defensas del Sevilla, sino que hay que temer por ella. Con la inaudita protecci¨®n de los ¨¢rbitros, que parecen tan atemorizados como los jugadores, los defensas del Sevilla han decidido convertir los campos de f¨²tbol en un corral de patibularios.
Navarro, como Pablo Alfaro y como algunos otros que apuntan maneras en el matonismo, es un ejemplo de jugador consentido. Puede pegar con una impunidad injustificable. Y la impunidad alimenta m¨¢s violencia. El Sevilla se ha convertido en un equipo desagradable que dif¨ªcilmente ser¨¢ recordado por otros aspectos m¨¢s gratos. All¨ª ha jugado Reyes, all¨ª ha despegado Baptista, all¨ª se han confirmado Alves o Anto?ito, pero todos ellos terminar¨¢n olvidados porque este Sevilla ser¨¢ para siempre el equipo de Pablo Alfaro y Javi Navarro, dos caciques que no s¨®lo golpean, sino que parecen disfrutar de la violencia. Ellos definen a un equipo que tiene el dudoso privilegio de recordar al Estudiantes de La Plata o a aquel Granada temible de Montero Castillo y Fern¨¢ndez. Fueron equipos que denigraron el f¨²tbol y lo abocaron a su grado m¨¢s abyecto. Como tambi¨¦n encontraron el amparo que no merec¨ªan, crearon escuela.
El f¨²tbol de aquella ¨¦poca vivi¨® uno de sus periodos m¨¢s desgraciados porque hubo equipos que se animaron a reproducir el violento modelo del Estudiantes y sus secuaces. La Liga no puede consentir la delirante propuesta de Navarro, Pablo Alfaro y compa?¨ªa. No puede permitir que otros equipos tomen noten y tiren por la tremenda. Pero tambi¨¦n a los dirigentes del Sevilla y al entrenador les corresponde proclamar la decencia y censurar la violencia. De lo contrario, compartir¨¢n responsabilidad con los jugadores en el p¨¦simo estigma del Sevilla. El f¨²tbol tiene que ser intolerante con los salvajes. Es hora de acabar con el imperio del matonismo antes de que los pandilleros acaben con el f¨²tbol.
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