El 'otro' refer¨¦ndum
Cuando apenas nos hemos repuesto del fr¨ªo refer¨¦ndum consultivo sobre la Constituci¨®n europea que plante¨® el presidente del Gobierno, puede parecer inoportuno reflexionar sobre otro refer¨¦ndum que se encuentra oculto en la agenda pol¨ªtica: me refiero al refer¨¦ndum sobre el nuevo estatuto de autonom¨ªa de Catalu?a que se deber¨¢ convocar si se aprueba el texto en el Parlament y se ratifica (o modifica) en las Cortes Generales.
En efecto, el proceso de elaboraci¨®n del nuevo Estatut consta de tres grandes fases; a saber: su aprobaci¨®n en el Parlament; la remisi¨®n del texto a las Cortes Generales, donde, con participaci¨®n auton¨®mica y previa su toma en consideraci¨®n por el pleno, deber¨¢ ser estudiado en la comisi¨®n constitucional del Congreso y, tras su aprobaci¨®n, remitirse al Senado para que sea asimismo sometido a enmiendas y, en su caso, aprobado. La aprobaci¨®n definitiva del nuevo Estatut, como ley org¨¢nica que es, requerir¨¢ la mayor¨ªa absoluta del Congreso de los Diputados en una votaci¨®n final de conjunto y, en fin, una vez aprobado por las Cortes deber¨¢ ser ratificado en refer¨¦ndum por el pueblo de Catalu?a. Sin la suma de estas tres fases, el nuevo Estatut no puede entrar en vigor. Ni que decir tiene que los problemas pol¨ªticos se sit¨²an tanto en la primera fase como en la segunda, pero sobre ambas ya se ha reflexionado suficiente, mientras que sobre la tercera apenas nada se ha dicho.
El proyecto de nuevo Estatut requiere para ser aprobado en sede auton¨®mica dos terceras partes del Parlament (90 esca?os). Esto implica que el actual Gobierno de la Generalitat necesita imprescindiblemente del apoyo de CiU, mientras que, al menos aritm¨¦ticamente, el apoyo del PP es irrelevante. Si el Estatut se aprobara por consenso de las fuerzas pol¨ªticas en Catalu?a y apenas sufriera modificaci¨®n alguna en su tr¨¢nsito por las Cortes, el refer¨¦ndum ulterior ser¨ªa un puro tr¨¢mite. ?ste es el escenario id¨ªlico; pero si esto no se produce, comienzan los problemas.
En efecto, los problemas aparecer¨¢n si el nuevo Estatut no es aprobado por todos los grupos pol¨ªticos, lo que implicar¨ªa lisa y llanamente que el PP no lo apoya. En ese supuesto, su paso por las Cortes Generales estar¨¢, presumiblemente, salpicado de tensiones. Si el PP hace bandera de su oposici¨®n al nuevo Estatut, la tramitaci¨®n parlamentaria ser¨¢ dif¨ªcil, y m¨¢s a¨²n por el acompa?amiento del coro medi¨¢tico de la derecha, que tensar¨¢, sin duda, la situaci¨®n pol¨ªtica. Aun as¨ª, podr¨ªa aprobarse en el Congreso de los Diputados y con m¨¢s problemas en el Senado (aunque ello, en el peor de los casos, s¨®lo supondr¨ªa una oposici¨®n simb¨®lica). Los costes de este proceso ser¨ªan elevados: la no aprobaci¨®n de la reforma constitucional en los aspectos vinculados a la estructura territorial, pues aqu¨ª el concurso del PP s¨ª es imprescindible. Y en ese caso, el refer¨¦ndum sobre el nuevo Estatut distar¨ªa de ser pac¨ªfico.
M¨¢s problemas suscita la hip¨®tesis de que el texto propuesto por el Parlament sea objeto de retoques sustanciales en su tramitaci¨®n en las Cortes, puesto que aqu¨ª el consenso obtenido por las fuerzas pol¨ªticas catalanas (sea total o parcial) se puede ver roto en pedazos. Y esta hip¨®tesis, lejos de ser irreal, forma parte de lo que es un proceso natural de negociaci¨®n pol¨ªtica sobre un tema en exceso delicado. Pues el nuevo Estatut tambi¨¦n recibir¨¢ (ya est¨¢ recibiendo) una oposici¨®n interna por parte del propio PSOE.
Si esos retoques sustanciales se produjeran y el texto se aprobara en las Cortes Generales, el refer¨¦ndum sobre el nuevo Estatut se convertir¨ªa posiblemente en un debate pol¨ªtico de incalculables consecuencias. En efecto, en ese teatro entrar¨ªan en escena muchos elementos, uno de ellos muy importante, como es el tiempo pol¨ªtico y, sobre todo, la proximidad de las elecciones catalanas (si es que la actual legislatura auton¨®mica aguanta), as¨ª como la relativa proximidad de las elecciones generales y, por a?adidura, la propia estabilidad de los gobiernos central y aut¨®nomo. Las combinaciones son m¨²ltiples y no interesa aqu¨ª detallarlas, pero no se puede descartar que la oposici¨®n al nuevo Estatut proviniera, por un lado, de CiU (que se justificar¨ªa en no haber visto satisfechas sus demandas de autogobierno) y, en su caso, del PP (que podr¨ªa considerar que el nuevo Estatut va demasiado lejos). Si as¨ª fuera, este escenario es uno de los peores, pues puede conducir a un refer¨¦ndum en el que el voto negativo re¨²na dos tendencias contrapuestas y el voto positivo se limite exclusivamente a las fuerzas pol¨ªticas de un desgastado Gobierno de la Generalitat. Cabe, igualmente, una oposici¨®n ¨²nica de CiU, lo que no dejar¨ªa de plantear problemas de legitimidad al Estatut resultante y dividir¨ªa el voto nacionalista de forma incomprensible.
Pero hay un escenario peor a¨²n, que ser¨ªa el de una oposici¨®n al nuevo Estatut de las fuerzas pol¨ªticas nacionalistas, lo que conducir¨ªa a una crisis de incalculables resultados. Aunque este momento es probable que nunca se alcance, ya que antes se producir¨ªa la retirada o el bloqueo definitivo del texto estatutario, pues resultar¨ªa ins¨®lito pretender aprobar un nuevo Estatut sin el concurso de los partidos nacionalistas y m¨¢s a¨²n pretender someterlo a refer¨¦ndum. Aun as¨ª, la crisis abierta y las frustraciones acumuladas pasar¨ªan una alta factura pol¨ªtica.
Lo que cabe descartar es la ingenua pretensi¨®n (muy extendida en Catalu?a) de que el texto del Estatut que apruebe el Parlament se ratificar¨¢ sin modificaci¨®n alguna por las Cortes Generales. Y si hay modificaciones, habr¨¢ problemas. Por mucho que nuestra clase pol¨ªtica centre toda sus energ¨ªas en la ingenier¨ªa estatuyente del proceso de tramitaci¨®n parlamentaria, nunca se deber¨ªa olvidar que hay un ¨²ltimo e important¨ªsimo tr¨¢mite (el refer¨¦ndum) donde los ciudadanos, al fin y a la postre la sociedad civil, se movilizar¨¢n y expresar¨¢n su aprobaci¨®n o rechazo al texto acordado, y all¨ª se observar¨¢ n¨ªtidamente cu¨¢les son en verdad los grandes entusiasmos que en la sociedad catalana ha despertado ese largo (y hasta ahora tedioso) proceso de aprobaci¨®n del nuevo Estatut. El debate se animar¨¢ sin duda en la segunda fase, y m¨¢s a¨²n, si llega el d¨ªa, en la tercera. Pero para alcanzar ese momento hay que recorrer antes un camino plagado de dificultades y lleno de inc¨®gnitas.
Rafael Jim¨¦nez Asensio es profesor de Derecho Constitucional de la UB.
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