Pl¨¢tano
"22 DE DICIEMBRE DE 1999. D¨¦cimo aniversario de su muerte, Kiki (Erika Tophoven) va al cementerio, no hay nadie m¨¢s all¨ª (en ese momento, no muy lejos, est¨¢n inaugurando una calle que lleva su nombre, y nosotros vamos camino a Londres en tren), s¨®lo unas cuentas flores ajadas... y un pl¨¢tano". ?sta es la ¨²ltima entrada del diario rememorativo sobre Samuel Beckett (1906-1989), que ha escrito la poeta americana Anne Atik, C¨®mo fue. Recuerdos de Samuel Beckett (Circe), donde se nos narra los recuerdos del genial escritor irland¨¦s por quien fue una de sus m¨¢s ¨ªntimas amigas. Conociendo la cultivada opacidad p¨²blica de Beckett, no es en absoluto desde?able que alguien pr¨®ximo nos trasmita un material de primera mano, no de naturaleza costumbrista, sino del "estar" y el "pensar" de un escritor, amorosamente consignados, a trav¨¦s de los cuales nos encontramos con su "ser", como se demuestra en esa ¨²ltima entrada del libro de Atik, que bien podr¨ªa ser la acotaci¨®n de una representaci¨®n teatral de este revolucionario dramaturgo. Es cierto que no hay m¨¢s legado de un artista que su obra, pero el m¨¦rito de Atik es constantemente reafirmar, con precisi¨®n, el nexo luminoso entre uno y otra. Por otra parte, el punto de vista privilegiado de esta escritora se enriquece con la interlocuci¨®n a?adida de quien, siendo su esposo, el pintor Avigdor Arikha, no s¨®lo anim¨® este tr¨ªo dial¨¦ctico, sino que, por fuerza, complet¨® la informaci¨®n sobre Beckett llev¨¢ndole al terreno de las artes pl¨¢sticas y la m¨²sica, en las que ¨¦ste era muy versado.
Una an¨¦cdota luminosa al respecto es el telegr¨¢fico texto que Beckett escribi¨® sobre Arikha con motivo de una exposici¨®n, cuando ¨¦ste presentaba un dif¨ªcil cambio de orientaci¨®n: de pintor abstracto a figurativo. "Cerco puesto de nuevo a lo exterior inexpugnable", fue la versi¨®n definitiva del comienzo de dicho texto, que inmediatamente continuaba: "Fiebre ojo-mano en la sed del no-s¨ª mismo". Desde luego, quien conozca la obra madura de Arikha no podr¨¢ hallar una mejor definici¨®n de su pintura, que ¨¦sta perge?ada por Beckett con un laconismo pleno de intensidad. Pero la capacidad de comprender, m¨¢s que de juzgar, la obra de un artista pl¨¢stico le ven¨ªa a Beckett de la forma en c¨®mo ¨¦l mismo miraba apasionadamente la pintura desde su propio inter¨¦s como autor, como nos revela Atik al informarnos de que el montaje de la pieza Not I ("yo no") proced¨ªa de la contemplaci¨®n de La decapitaci¨®n de San Juan Bautista, de Caravaggio, seg¨²n la versi¨®n conservada en la catedral de La Valletta, de Malta.
En cualquier caso, de las much¨ªsimas cosas que Anne Atik nos muestra sobre su relaci¨®n, y la de Arikha, con Beckett, la m¨¢s rotunda y ejemplar es la esencial condici¨®n que ¨¦ste tuvo de poeta, que es la que hizo de ¨¦l un reflexivo centro concordante de imagen y sonido reales, pero, sobre todo, un monumento de soledad, la tierra del artista. Me ha impresionado tanto esta visi¨®n que, de inmediato, voy a buscar los poemas propios de Anne Atik, seguramente portadores de la misma luz que la de esta evocaci¨®n.
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