Giacinto Scelsi, el Este y el Ed¨¦n
Nacido en la localidad napolitana de La Spezia, descendiente de la familia aristocr¨¢tica de los Ayala Valva, con or¨ªgenes en las milicias espa?olas del siglo XVI, Giacinto Scelsi de Ayala Valva, o m¨¢s sencillamente, el m¨²sico Scelsi (no acept¨® el t¨ªtulo de compositor, aunque s¨ª el de conde) se ha convertido en las ¨²ltimas d¨¦cadas en el ¨²ltimo grande del siglo en que vivi¨®, tras una larga vida de retiro y rigurosos tr¨¢nsitos espirituales y est¨¦ticos.
Formado en su casa, como corresponde a la tradici¨®n aristocr¨¢tica, muy pronto el ni?o Scelsi mostr¨® disposici¨®n hacia el piano. En su juventud estudi¨® o se acerc¨® a reputados miembros de la vanguardia llegando a ser el primer italiano en practicar la dodecafon¨ªa (antes que Dallapiccola), se relacion¨® con los futuristas, los surrealistas y comenz¨® sus viajes a Oriente y, al llegar la guerra, se refugi¨® en Suiza donde sufri¨® una crisis nerviosa de la que sali¨® a duras penas a finales de los cuarenta. Cuentan en el hospital donde estaba internado que los m¨¦dicos lo consideraban casi perdido y que pasaba los d¨ªas repitiendo la misma nota de un piano. Toda una premonici¨®n, porque a partir de los a?os cincuenta Scelsi inicia un viaje sin retorno hacia el interior del sonido sin m¨¢s equipaje que una pasi¨®n sin restricciones por la espiritualidad oriental. A finales de los cincuenta presenta una obra orquestal (Cuatro piezas) escrita sobre una sola nota que ser¨ªa una referencia para muchos, entre ellos Ligeti que, en un encuentro en Roma en 1965, confiesa la influencia que ejerc¨ªa sobre ¨¦l su m¨²sica para encontrarse con esta curiosa respuesta: "Lo s¨¦, pero usted la hace mejor". En los a?os setenta ser¨ªan los espectralistas franceses los que descubrir¨ªan el fen¨®meno Scelsi, pero esa fijaci¨®n por el sonido ¨²nico como si en ¨¦l estuviera contenido el universo tambi¨¦n prender¨ªa en algunos minimalistas americanos como La Monte Young o Phil Nibloc.
Y mientras el peque?o n¨²cleo de sus fieles se hac¨ªa s¨®lido, Scelsi permanec¨ªa encerrado en su casa de Roma, frente a los Foros imperiales, improvisando frente a magnetofones en sesiones casi de trance, hasta su fallecimiento en 1988. Se dice que ten¨ªa un temor supersticioso a prop¨®sito del n¨²mero ocho, que ¨¦l identificaba con el infinito y, c¨®mo no, el ocho circunscribi¨® su vida: naci¨® un 8 de enero, vivi¨® en el n¨²mero 8 de la Via San Teodoro, y sufri¨® el ataque cardiaco definitivo el 8 del 8 (agosto) de 1988. Tambi¨¦n ten¨ªa fobia a las fotograf¨ªas, hasta el punto de que la ¨²nica que se ha conservado de ¨¦l ha sido objeto de estudio.
Cuando su popularidad comenz¨® a crecer, no pudo evitar la pol¨¦mica, los rigurosos herederos de la escuela serialista (donde s¨®lo se toleraba el orientalismo si ven¨ªa cruzado con el estructuralismo, tipo Stockhausen) lo tildaban de diletante. Tambi¨¦n hubo pol¨¦mica por la transcripci¨®n de sus obras tard¨ªas, que lo fueron por fieles amigos a partir de muchas de sus sesiones ante el magnet¨®fono. Pero nada ha podido evitar que Scelsi personifique una de las m¨¢s fecundas paradojas del siglo XX, la del sonido que a inicios del siglo a¨²n ten¨ªa pretensiones de unidad y al final se nos aparece como un complejo t¨²nel lleno de presencias. Frente al sonido, como valor casi hipn¨®tico, se impone la modestia y el respeto a lo otro, lo que no nos corresponde, eso siempre lo entendi¨® la cultura oriental y Scelsi quiso introducirlo en Occidente por la Via San Teodoro, 8, frente a los Foros Imperiales de Roma, la ciudad que para ¨¦l representaba el cruce exacto entre Oriente y Occidente.

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