Desguace
El 22 de marzo de 2005, martes santo en la conmemoraci¨®n de la Pasi¨®n del Se?or, fue desguazada la Joven Dolores, una vieja embarcaci¨®n de pasajeros que en los a?os cincuenta del siglo pasado comenz¨® a cubrir la l¨ªnea entre Ibiza y Formentera. Desde las islas llegaba a Denia para pasar la revisi¨®n y ser reparada. En una explanada de estos astilleros hab¨ªa permanecido en seco mucho tiempo, sin que recuerde cu¨¢ndo dej¨® de navegar. Cada verano la ve¨ªa m¨¢s derruida, pero a¨²n iba y ven¨ªa, hasta que un d¨ªa ya no pudo volver a la mar y qued¨® varada esperando a los chatarreros despu¨¦s de haber sido tantas veces acompa?ada en sus traves¨ªas por los saltos soleados de los delfines.
Al verla tan deteriorada sent¨ªa compasi¨®n por m¨ª mismo, porque en la Joven Dolores hice mi primer viaje a las islas en una lejana primavera feliz, que ya es humo. Pese a todo, me consolaba saber que a¨²n exist¨ªa, porque su ruina era un acto de resistencia frente al destino. Ten¨ªa el casco de madera y part¨ªa las olas con el mascar¨®n de una sirena con coloretes en las mejillas y los pechos muy ra¨ªdos por el salitre. En ella llegaron a Formentera los primeros hippies con ojos de fresa y tambi¨¦n todos los amantes que buscaban explorarse en libertad. En el astillero fue despojada de sus partes m¨¢s nobles, de la br¨²jula, del tim¨®n, de todos sus cobres, hasta quedar desnuda y preparada para entregar el alma. No tuvo suerte.
La Joven Dolores pudo haber merecido el honor de ser sumergida en alta mar, como otras de su clase, para formar arrecife. De haber sido as¨ª, por sus camarotes y sala de m¨¢quinas se hubieran paseado las gambas rojas y las langostas moradas a salvo de las redes de arrastre, y en aquella cubierta donde la brisa marina me bati¨® el rostro cuando a¨²n era joven y so?aba ahora florecer¨ªan las algas azules que son flores de agua viva. Tuvo que ser un martes santo, en medio de la Pasi¨®n. En el astillero de Denia penetr¨® un monstruo con un enorme cuello articulado, con las fauces de tijera dentada semejantes a las del dinosaurio Tirano Rex, que se abati¨® sobre la embarcaci¨®n, comenz¨® a destrozarla a dentelladas y cuando unas horas despu¨¦s pas¨¦ por all¨ª el dinosaurio hab¨ªa desaparecido y s¨®lo quedaba un peque?o mont¨®n de chatarra. He arrancado de la cuneta unas flores rojas y amarillas junto con hierbas olorosas de nombre desconocido y las he depositado sobre aquella ruina que un d¨ªa transport¨® mis sue?os. La mar la llevaba hacia la luz, pero ahora s¨®lo la memoria cubrir¨¢ su cuerpo.
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