El pintor de peri¨®dicos
Jean H¨¦lion ha vuelto a Barcelona. Aqu¨ª estuvo por vez primera en 1929, presentando en las Galer¨ªas Dalmau sus pinturas abstractas. No veo mucha expectaci¨®n en torno del Museo Picasso y se trata de una desconsideraci¨®n absoluta. A H¨¦lion le encantaba Espa?a. Y Catalu?a. Y amaba especialmente el arte rom¨¢nico por su car¨¢cter popular y pedag¨®gico. La exposici¨®n del Picasso, que es un afortunado traslado del Beaubourg parisiense ordenado por la imprescindible y silenciosa se?ora Oca?a, insiste en una caracter¨ªstica: despu¨¦s de ser uno de los abstractos m¨¢s beligerantes y matem¨¢ticos, H¨¦lion se pas¨® a la figuraci¨®n. Creo que el procedimiento habitual es a la inversa, tipo T¨¤pies. Pero con independencia del dictado habitual, la evoluci¨®n es perfectamente l¨®gica. Los ni?os empiezan pintando palotes y acaban todos en la figuraci¨®n.
H¨¦lion es un pintor fascinado con los peri¨®dicos. Los convirti¨® en la pieza central del bodeg¨®n del mundo
H¨¦lion explica, sobre su caso, la importancia que tuvo la destrucci¨®n de la II Guerra Mundial y el resquebrajamiento de las utop¨ªas. ?l era un comunista. A?ade que su pintura antes de todo esto era francamente alegre y despreocupada. Una ni?ez, en efecto. Y que tras la locura y el tormento tuvo la necesidad de aproximarse al hombre. O mejor, de no abandonarlo. Es una explicaci¨®n bella y profunda, y una prueba de que en el arte es siempre inane hablar en t¨¦rminos desoladamente est¨¦ticos. El sentido de la evoluci¨®n de H¨¦lion es m¨¢s corriente en la literatura. La experimentaci¨®n juvenil acaba muchas veces en un realismo depurado. Es sabido que en el escritor maduro (tentado crecientemente por la visibilidad de la acci¨®n y de los nombres) los adjetivos van siendo cada vez m¨¢s recuerdos de la juventud dilapidadora. La referencia a la literatura es pertinente hablando de H¨¦lion (autor de un elogiad¨ªsimo Journal d'un peintre) porque m¨¢s de una vez habr¨¢ soportado la grav¨ªsima acusaci¨®n de ser un pintor literario. Lo es, en efecto. Y, para alguien que disfruta leyendo cuadros, un motivo m¨¢s de la satisfacci¨®n que reporta la exposici¨®n del Picasso.
Pero, en realidad, no tengo por qu¨¦ enga?ar a nadie. H¨¦lion es algo mucho peor que un pintor literario. Es un pintor de peri¨®dicos. Es terrible, pero as¨ª es. Quiz¨¢ el m¨¢s grande pintor de peri¨®dicos de la historia. Desde la aparici¨®n de la prensa moderna el peri¨®dico ha sido un referente pict¨®rico. Arp, Braque, Gris, Picasso se sirvieron de su arquitectura de columnas. Y el peri¨®dico, incluso la hoja de peri¨®dico, ha formado parte de la propia naturaleza del cuadro, incrustado entre otros objetos humildes. Tipo T¨¤pies. Pero no creo que haya llegado a ser nunca lo que ha sido con H¨¦lion: la pieza central del bodeg¨®n del mundo.
Estaba fascinado con los peri¨®dicos y lo hab¨ªa dicho y escrito expresamente. En principio era un asunto meramente formal. Consideraba que un peri¨®dico en manos de un hombre era un objeto dificil¨ªsimo de pintar, dadas las imprevisibles formas (las arrugas) que pod¨ªa adoptar. Los resultados que obten¨ªa sol¨ªan dejarlo insatisfecho y es as¨ª que se fue enviciando. El peri¨®dico ocup¨® varias de sus telas y dibujos. Como protagonista. Hay una aguada de 1948, Le journalier assis aux femmes nues, en la que un hipnotizado lector de peri¨®dicos da ostentosamente la espalda a dos mujeres. Est¨¢ muy bien visto: as¨ª ha sido y as¨ª ser¨¢. En la exposici¨®n del Picasso hay sobre todo un ¨®leo inolvidable: Grande journalerie. El ¨®leo, de buen formato, muestra un grupo de hombres sentados en los bancos de un parque. Cada uno de ellos est¨¢ absorto en su propio peri¨®dico. Juntos, pero muy lejos uno del otro. As¨ª lo explicaba H¨¦lion. Y a¨²n explicaba m¨¢s sobre el cuadro. Lo cuenta David Abiker en el Big Bang Blog que lleva a medias con Daniel Schneidermann. Parece que en la exposici¨®n del Centro Pompidou se proyectaba una pel¨ªcula en la que el pintor hablaba de su obra. Y que al llegar a la gran diariada dec¨ªa m¨¢s o menos: "Un hombre lee el peri¨®dico. ?El peri¨®dico es un objeto! Un escudo que pone entre el mundo y ¨¦l. Una manera de protegerse del mundo". Una interpretaci¨®n inmediata de estas palabras alude a la funci¨®n atenuadora del peri¨®dico respecto de la realidad. El peri¨®dico, como la ¨²nica manera posible (forzosamente eufem¨ªstica) de leer el mundo. Pero hay otra. La gran ¨¦poca de los peri¨®dicos. Cuando eran un vicio. Cuando eran, ?oh innoble paradoja!, una forma de evasi¨®n. Cuando el hombre acababa de descubrir en la narraci¨®n de los hechos lejanos una manera eficaz, barata e irresistible de obviar o relativizar las miserias m¨¢s cercanas. ?Cu¨¢nta felicidad, aun basada en ese consuelo gregario, enfermizo, no habr¨¢n tra¨ªdo los peri¨®dicos a los hombres! Aquellos tiempos en que el hombre manten¨ªa con el peri¨®dico una relaci¨®n matrimonial. Quiero decir de pronombre posesivo. Mi peri¨®dico. Lo que nunca se dir¨ªa de las emisoras de radio o de los canales de televisi¨®n, y se entiende, dada su dedicaci¨®n a las variedades y al espect¨¢culo, a la promiscuidad sentimental. Es muy exacto que H¨¦lion hable en la pel¨ªcula de los peri¨®dicos como bouclier, escudo. Entonces lo eran. No s¨®lo moralmente. Grandes s¨¢banas protectoras donde, por cierto, la jerarquizaci¨®n de los asuntos diarios pod¨ªa ser, dado el tama?o, mucho m¨¢s sutil y afinada.
Cualquiera que vaya al Picasso lo entender¨¢ r¨¢pidamente. Todo empez¨® a joderse con el tabloide. Nadie duda de que los peri¨®dicos sean hoy mejores. Pero abrigan menos.
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