El Papa recibe la extramaunci¨®n tras sufrir un grave deterioro su salud
El Vaticano informa de que Juan Pablo II padece fiebre muy alta por una infecci¨®n urinaria
La salud de Juan Pablo II se agrav¨® anoche de forma dram¨¢tica, debido a una infecci¨®n en las v¨ªas urinarias que le provoc¨® fiebre alt¨ªsima y una ca¨ªda de la presi¨®n arterial. El Pont¨ªfice no fue trasladado al policl¨ªnico Gemelli, debido a la precariedad de sus condiciones, y fue atendido por los m¨¦dicos en el ambulatorio instalado junto a su habitaci¨®n del Palacio Pontificio. Su m¨¦dico personal, Renato Buzzonetti, opt¨® por suministrarle una fuerte dosis de antibi¨®ticos para atajar una situaci¨®n que se hac¨ªa cr¨ªtica por momentos. El enfermo recibi¨® tambi¨¦n, como tras el atentado de 1981, la extremaunci¨®n.
Una multitud se concentr¨® en la plaza de San Pedro a la espera de acontecimientos. Poco antes de las 11 de la noche, el portavoz Joaqu¨ªn Navarro-Valls emiti¨® un comunicado de tono pesimista: "El Santo Padre, en el d¨ªa de hoy, se ha visto afectado por una afecci¨®n altamente febril provocada por una infecci¨®n localizada en las v¨ªas urinarias. Se ha emprendido una apropiada terapia antibi¨®tica. El cuadro cl¨ªnico es estrechamente controlado por el equipo m¨¦dico vaticano que le atiende". La infecci¨®n era tan grave que se opt¨® por no hospitalizar al Papa. Se tem¨ªa que el movimiento no hiciera m¨¢s que anticipar la muerte.
Era la situaci¨®n que m¨¢s tem¨ªan los m¨¦dicos: una infecci¨®n en un organismo muy d¨¦bil. Karol Wojtyla hab¨ªa perdido mucho peso, quiz¨¢ hasta 15 kilos, desde que el 23 de febrero le fue practicada una traqueotom¨ªa para paliar sus frecuentes crisis respiratorias. La inserci¨®n de una c¨¢nula en la tr¨¢quea permit¨ªa insuflar ox¨ªgeno directamente en unos pulmones que apenas funcionaban, a causa del bloqueo nervioso provocado por la enfermedad de Parkinson, pero no resolv¨ªa el problema de la alimentaci¨®n. Parte de la comida (toda ella l¨ªquida) se desviaba hacia los pulmones, dificultando a¨²n m¨¢s la respiraci¨®n y generando riesgo de infecciones. Para hacer frente a esa espiral negativa, desde el mi¨¦rcoles se empez¨® a nutrir al Papa a trav¨¦s de una sonda nasog¨¢strica.
La gravedad del cuadro cl¨ªnico resultaba perceptible a simple vista. En sus ¨²ltimas apariciones, el domingo y el mi¨¦rcoles, el papa Wojtyla mostr¨® convulsiones y s¨ªntomas de asfixia y, pese a esforzarse casi con rabia, no consigui¨® pronunciar ninguna palabra. Se echaba las manos a la cabeza, se desesperaba, expresaba su frustraci¨®n con manotazos. La palabra final, la despedida que deseaba, no sali¨® de sus labios. S¨®lo emiti¨® un lev¨ªsimo ronquido, apenas perceptible. Los m¨¦dicos explicaron que su aliento era tan leve que no alcanzaba a hacer vibrar las cuerdas vocales.
Los m¨¦dicos hab¨ªan desaconsejado que se asomara a la ventana sobre la plaza de San Pedro, pero el pont¨ªfice, que desde el principio de su enfermedad decidi¨® vivirla en p¨²blico "como testimonio del valor salv¨ªfico del sufrimiento", se empe?¨® en saludar a los fieles una vez m¨¢s, quiz¨¢ la ¨²ltima. No logr¨® hablar, pero s¨ª bendecir con la se?al de la cruz. Tambi¨¦n hizo lo posible por mostrar, con gestos, que entend¨ªa el mensaje que le¨ªan el cardenal Angelo Sodano o el arzobispo Leonardo Sandri. Aunque su estado era casi cr¨ªtico, manten¨ªa la lucidez. Y quer¨ªa que se supiera que permanec¨ªa en su puesto y cargaba la "cruz encomendada por Cristo", seg¨²n sus propias palabras, hasta el final, como hab¨ªa prometido.
Las ventanas del apartamento papal en el Palacio Pontificio emitieron luz hasta las 11.30 de anoche. Despu¨¦s se cerraron y, de forma casi simult¨¢nea, fuentes vaticanas anunciaron un apag¨®n informativo: los m¨¦dicos desconectaron sus tel¨¦fonos m¨®viles y los portavoces se despidieron hasta el d¨ªa siguiente. La explicaci¨®n fue que todos deb¨ªan concentrar su atenci¨®n en Juan Pablo II, que, seg¨²n los rumores difundidos poco antes del apag¨®n, parec¨ªa empezar a reaccionar al tratamiento de antibi¨®ticos. Antes de cerrar las puertas, los portavoces vaticanos hicieron hincapi¨¦ en que la extremaunci¨®n recibida por el pont¨ªfice no significaba un fallecimiento inmediato, sino s¨®lo "una cautela" y "un ¨¢nimo para el enfermo".
Plaza de San Pedro
La plaza de San Pedro mostraba un aspecto muy distinto al del domingo o el mi¨¦rcoles. En esas ocasiones hab¨ªa luz diurna y la gente portaba pancartas de ¨¢nimo, cantaba y aplaud¨ªa. Abundaban las l¨¢grimas de emoci¨®n, pero no se percib¨ªa desesperanza. Incluso la noche del 23 de febrero, cuando el Papa fue ingresado de urgencia en el Policl¨ªnico Gemelli y sometido a una traqueotom¨ªa, quienes acudieron a la gran explanada vaticana mostraban temor o aprensi¨®n, no la angustia de la muerte. Anoche s¨ª dominaba esa angustia. Se rezaba en silencio, se lloraba, se contemplaba la mole oscura del Palacio Pontificio, con la sensaci¨®n colectiva de que, esta vez s¨ª, se asist¨ªa al desenlace de la larga agon¨ªa de un Papa polaco que hab¨ªa hecho historia y se hab¨ªa ganado el afecto, o al menos el respeto, de muchos millones de personas. El arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schoenborn, verbaliz¨® lo que los altos cargos de la Curia y el entorno directo del Papa prefer¨ªan callar. Juan Pablo II, dijo el cardenal, estaba avecin¨¢ndose "al final de su vida" y correspond¨ªa desearle que alcanzara "el momento del descanso". El fin parec¨ªa inminente.
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