El empacho y otras maldades
El organismo humano tiene sus l¨ªmites para admitir ingestas que le pueden resultar placenteras. Sabemos a lo que nos puede conducir un exceso de vino, o un atrac¨®n de langosta. Lo mismo les sucede a las sociedades o a lo que, para simplificar, podemos denominar el esp¨ªritu humano. Demos por buena la afirmaci¨®n de que la autonom¨ªa nos ha aportado un mayor bienestar, pero el hartazgo de autonomismo de estos ¨²ltimos a?os no hace sino causarnos un tremendo malestar: desastre de Lizarra, bienio negro, cuatrienio de la emplanadilla, deterioro de la ense?anza y de la sanidad, retraso en la modernizaci¨®n de nuestras infraestructuras, degradaci¨®n del clima social, desprestigio de las instituciones, permanente puesta en cuesti¨®n de la legalidad, aton¨ªa social.
La cosecha autonomista del ilusionante Ibarretxe es impresionante y uno a?ora la ¨¦poca en que iba de cicloturista en compa?¨ªa de Fern¨¢ndez. Ahora se hace acompa?ar cualquier d¨ªa de fiesta de tres se?oras, o se?oritas, a las que les cede su palacio presidencial para que den una rueda de prensa. Jam¨¢s Fern¨¢ndez disfrut¨® de tan altos favores. Tampoco el resto de ciudadanos de este pa¨ªs, que nunca hemos necesitado recurrir al lehendakari para convertirlo en ventr¨ªlocuo. Esas tres se?oras le confesaron, al parecer, que no apoyan a ETA. ?No pod¨ªan decirlo ellas mismas en voz alta, ya s¨®lo por cortes¨ªa con la deferencia palaciega de nuestro lehendakari, o trataban de dar una muestra de cu¨¢l iba a ser su actuaci¨®n parlamentaria: convertir la oreja del lehendakari en hemiciclo y contarnos luego en rueda de prensa las sensaciones emanadas de su trompa de Eustaquio?
Personalmente no necesito m¨¢s autonom¨ªa, ni mi cuerpo ni mi esp¨ªritu la requieren para desempe?ar sus funciones. Hasta ahora les hab¨ªa venido bien, aunque tuvieran que armarse de paciencia para soportar el desfile de estupideces, arbitrariedades y chanchulleos que propiciaba. Pero la vida es as¨ª, y esas cosas no son exclusivas del petit pays, de manera que mi integridad org¨¢nica las admit¨ªa con el estoicismo m¨ªnimo preciso para soportar la condici¨®n humana. Pero, ?ah, se?ores!, una vida es s¨®lo una vida, y ocho a?os demasiados para girar en torno a una matraca de meapilismo y arrinconar el diccionario porque ¨¦ste ya no le sirve a uno para entender la realidad. ?Qui¨¦n me devuelve a m¨ª estos a?os de balanc¨¦, balanc¨¦? Nadie, y tiemblo al pensar que me pueden caer otros tantos de lo mismo si el se?or Ibarretxe vuelve a salir elegido. ?Cuatro a?os m¨¢s oyendo a todas horas eso de que los vascos tenemos derecho a decidir! ?D¨¦jenos decidir de una vez, se?or lehendakari, porque nos tiene tan obnubilados con su monserga que ya no nos deja decidir nada! ?Vea, ya se me ha vuelto a quemar el pescado, pensando en mi derecho a decidir y en usted!
A la que no se le ha debido de quemar el souffl¨¦ es a la consejera Iztueta. ?Qu¨¦ mujer!, ?qu¨¦ tron¨ªo!, siempre optimizando recursos. Tiene a 157 se?ores y se?oras al borde de la caquexia laboral y no se le ocurre decirles otra cosa sino que tienen que estudiar, cuando lo que ellos hac¨ªan y quieren seguir haciendo es ense?ar. Y a¨²n hay alg¨²n est¨®mago autonomista que dice que ha puesto el dedo en la llaga, siendo lo que la se?ora consejera ha hecho, una vez m¨¢s, verter vinagre en la herida. El dedo, como siempre, lo ha puesto en la optimizaci¨®n de recursos, en la no s¨¦ qu¨¦ cantidad de millones malgastados por esos desaprensivos que recogen ahora la cosecha merecida por su incapacidad optimizadora. ?Y con qu¨¦ alegr¨ªa, pregunto, se gast¨® la se?ora consejera todos esos millones del erario p¨²blico en un destino tan gratuito como innecesario? ?Necesitaban esos se?ores saber euskera para desempe?ar su tarea? No. Pero helos ah¨ª, expuestos a la denigraci¨®n p¨²blica como ejemplo para navegantes. Si esto no es una muestra de la purga autonomista, que baje Dios y lo vea.
?A la orilla, se?ores!, que tan malos son ustedes como los que se niegan a condenar a ETA, aunque estos coman luego pastas en palacio. En este pa¨ªs ya s¨®lo hay orillas, y un r¨ªo por el que navega el lehendakari. ?Ser¨¢ el r¨ªo del olvido? Afortunado sea y beba de ¨¦l nuestro insigne lehendakari y florezcan las orillas. As¨ª podr¨¦ dedicarme de una vez a repasar mi lat¨ªn y griego o conseguir que no se me quemen las croquetas. No le guardaremos rencor.
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