Mounier ha muerto, ?viva Mounier!
El autor reivindica, en el centenario del nacimiento de Mounier, fundador de la revista 'Esprit', la calidad humanista de su cristianismo.
Emmanuel Mounier es cat¨®lico, pero la revista Esprit por ¨¦l fundada no lo es. Algunos de sus colaboradores pertenecen a diversas iglesias; otros, a ninguna. Prodigio de ecumenismo exigente, all¨ª colaboran cat¨®licos, protestantes, jud¨ªos, socialistas, libertarios... A un abonado increyente le escribe en 1934: "No se trata, se?or, de saber si yo le invito, si yo le acojo a usted, pues partimos juntos y en plena igualdad humana. Si usted, no cat¨®lico, est¨¢ de acuerdo en nuestras posiciones fundamentales, tiene un lugar de primer orden en Esprit, tan esencial como el m¨ªo. Esprit faltar¨ªa a su misi¨®n si le di¨¦semos motivos para dudar de eso". ?Y qu¨¦ decir de la lista de quienes escribieron en Esprit! Alain, Aron, Barth, Bataille, Benda, Bergam¨ªn, Bernanos, Cela, Congar, Danielou, Doll¨¦ans, Dufrenne, Dum¨¦ry, Ellul, Gilson, Guitton, Gurvitch, L¨¦vinas, L¨¦vi-Strauss, De Lubac, Lukacs, Marcel, Maritain, Mauriac, Morin, Ricoeur, Teilhard de Chardin...
Si Mounier dialoga con el marxismo, es pensando en la liberaci¨®n de los pobres
Mounier no s¨®lo da conferencias, sino que pone los cimientos para el surgimiento de los grupos Esprit. No le lleva una agencia de viajes con ruta predise?ada, ni se desplaza en autom¨®viles de lujo. Va abriendo hueco con su cuerpo, sin otro parabrisas que su propia maleta, y duerme en las casas de quienes le reciben. Hace misi¨®n minuto a minuto, atando cabos, anudando indicios, tejiendo la red, explorando el caos. Y poco a poco la malla se adensa en un tejido relacional, expansivo, personalista y comunitario. Los grupos Esprit no estaban destinados a servir de correa de transmisi¨®n entre los elegidos de la capital y los "provincianos"; por el contrario Esprit deber¨ªa enriquecerse y nutrirse con aquella riqueza de las reflexiones, las vivencias y la informaci¨®n procedentes de las bases mismas, autogestionariamente.
Pocos como Mounier han luchado m¨¢s denodada y testimonialmente contra el c¨¢ncer burgu¨¦s, cuyas met¨¢stasis se reproducen en la derecha, la izquierda, el centro; dedica la mayor parte de su artiller¨ªa pesada a bombardear semejantes posiciones, donde toda ruindad e iniquidad tienen su trinchera, haciendo imposible el cambio del coraz¨®n, es decir, el paso del individualismo al personalismo comunitario. El burgu¨¦s es capaz de todo con tal de que su ego nadie se lo limite; est¨¢ dispuesto a blindarse, y si hace falta, a partirse en dos, sus cuentas con el diablo, su espiritualidad con Dios, "lo malo -dice Mounier- es que una verdad dividida en dos no hace dos verdades, sino dos errores; y ¨¦stos, una vez desgajados del eje viviente, proliferan en todas las confusiones y en todos los enga?os".
Frente al esp¨ªritu burgu¨¦s, Mounier hace de la persona el centro de su reflexi¨®n filos¨®fica: la persona como fin en s¨ª misma, nunca como medio o instrumento. Una persona encarnada, comprometida con la justicia y la libertad, desde la fraternidad. Tan s¨®lo eso basta para ser encarcelado. El comisario le anuncia que acaba de ser descubierto un importante movimiento clandestino, cuyo jefe de zona para la regi¨®n de Ly¨®n "soy yo". Un compa?ero de prisi¨®n testimonia: "Emmanuel Mounier era el rayo de sol de la celda, pues ten¨ªa siempre la palabra amable para calmar un enervamiento moment¨¢neo, transmitiendo a su entorno la paz de su alma". Aprovecha la c¨¢rcel para seguir escribiendo y para formar un c¨ªrculo de estudio con los otros reclusos, sin perder el sentido del humor: "Para luchar contra el debilitamiento, encaramado a la ventana con el torso desnudo para beneficiarse de los rayos de sol, se agarraba a un barrote del calabozo, y le¨ªa. Cuando sent¨ªa un calambre, cambiaba de lado. Y todos nosotros nos re¨ªamos de esta gimnasia de mono". Los meses pasan y no se le comunica la causa de su reclusi¨®n, por lo que inicia una huelga de hambre, que Radio Londres noticia. Es un "acto fr¨¢gil" llevado a cabo cuando cualquier otro medio de resistencia se ha impedido. Mounier, sabiendo como cristiano que no tiene ning¨²n derecho de atentar contra su vida ni a comprometer gravemente su salud, ha pedido en secreto al m¨¦dico amigo que le sigue darle la orden de cesar la huelga el d¨ªa en que estime que se ha llegado a la zona de peligro grave, y el primer d¨ªa de la huelga le ha escrito una nota confidencial en este sentido. El m¨¦dico podr¨¢ as¨ª atestiguar, dado el caso, que la detenci¨®n de la huelga en esas condiciones no es imputable a un momento de debilidad, sino a un l¨ªmite que su paciente mismo hab¨ªa fijado con anterioridad, en nombre de sus convicciones.
A la c¨¢rcel le lleva tambi¨¦n la cr¨ªtica de un cristianismo que se presentaba como un espiritualismo desencarnado s¨®lo preocupado por el "problema de la salvaci¨®n del alma". A este c¨®digo de conducta m¨¢s burgu¨¦s que evang¨¦lico contrapone el del creyente que asume plenamente la l¨®gica de la Encarnaci¨®n. Por eso mismo Mounier no se sustrae al dif¨ªcil di¨¢logo con los comunistas. Sus escritos muestran el drama de un creyente que sabe que en conciencia no puede dar su adhesi¨®n a una doctrina que tergiversa la vocaci¨®n humana, pero al mismo tiempo comprende que en el partido comunista convergen las esperanzas de los pobres, a los que el cristiano debe permanecer fiel: "En este 1946 es dif¨ªcil no ser comunista, y es a¨²n m¨¢s dif¨ªcil serlo, si se quiere abarcar toda la complejidad de la ¨¦poca". Eso no impide su critica a las tesis del Manifeste des chr¨¦tiens progressistes, juzgando insostenible que "el partido comunista es el ¨²nico medio para defender hoy la clase obrera y la esperanza de una democracia popular". En el n¨²mero especial de mayo-junio de 1948 Mounier escribe que la "debilidad del marxismo" est¨¢ "en elevar un sistema v¨¢lido en ciertos l¨ªmites del tiempo a voluntad de despliegue universal y totalitaria". Si dialoga con el marxismo es pensando en la liberaci¨®n de los pobres. En fin, Fran?ois Mauriac resume as¨ª: "He sido contempor¨¢neo de aut¨¦nticos santos de los que he desconfiado porque su posici¨®n pol¨ªtica se prestaba a equ¨ªvocos. Es necesario que ciertos seres mueran para poder acercarse a ellos. El ejemplo de Mounier ayuda a comprender que estar del lado de los pobres no tiene sentido en una vida aburguesada. ?l hab¨ªa elegido desde el primer momento, sin ostentaci¨®n, pero deliberadamente, la pobreza. Naci¨® pobre. La pobreza es un estado del alma".
Carlos D¨ªaz, doctor en Filosof¨ªa y licenciado en Derecho, ense?a Filosof¨ªa en la Universidad Complutense de Madrid.
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