Leonardo Castillo, el cura de los toreros
Era conocido como "el cura de los toreros" porque no en vano cas¨® a media torer¨ªa andante y bautiz¨® a sus v¨¢stagos; tambi¨¦n le apodaban "el padre festivales" por los numerosos festejos taurinos que organiz¨® a lo largo de su vida para sufragar las muchas obras sociales que puso en marcha.
Pero el sacerdote Leonardo Castillo -Algar (C¨¢diz), 1931- era mucho m¨¢s que el referente espiritual del mundo el toro.
Falleci¨® el pasado Viernes Santo, y el martes 28 de marzo, un impresionante gent¨ªo abarrot¨® la catedral de Sevilla para despedirlo entre aplausos y una emoci¨®n incontenida en el transcurso de un funeral presidido por el cardenal Carlos Amigo, un arzobispo, dos obispos y 115 sacerdotes.
Hubo toreros, claro que s¨ª, pero hubo, sobre todo, ciudadanos de a pie y muchos costaleros de un Cristo vivo, asociaci¨®n fundada por ¨¦l hace 21 a?os, y en la que sus miembros atienden a enfermos en las peregrinaciones que cada a?o organizan a Lourdes o a F¨¢tima, "¨²nica posibilidad", dec¨ªa Leonardo, "que tienen estas criaturas de conocer mundo".
La verdad es que se desped¨ªa un buen hombre; "un hombre al que importaban las personas", en palabras del cardenal sevillano.
Leonardo Castillo naci¨® en el seno de una familia modesta; fue ordenado sacerdote en 1955, y su primer destino fue el pueblo sevillano de Cazalla de la Sierra, donde con una primera aportaci¨®n de cinco duros inici¨® el proyecto de la que ser¨ªa la Escuela Profesional Diocesana, en la que cientos de j¨®venes han aprendido un oficio. All¨ª, en Cazalla, organiz¨® el primer festival taurino, el 12 de octubre de 1955, que recaud¨® 15.000 pesetas, destinadas a comprar mantas para los m¨¢s necesitados del pueblo.
Durante 20 a?os ejerci¨® como delegado de C¨¢ritas Diocesana. "La gente de C¨¢ritas", dijo en una entrevista, "son los geos de la caridad; entran donde no entra nadie". Y Leonardo entr¨® como capell¨¢n en el centro penitenciario Sevilla II, donde invent¨® mil historias para hacer m¨¢s llevadera la vida de los reclusos. Porque Leonardo estaba convencido de que "la enfermedad y la c¨¢rcel son la peor de las pobrezas". En abril de 2002 tom¨® posesi¨®n como can¨®nigo de la catedral de Sevilla, pero no se encerr¨® nunca entre los muros del templo. La gente necesitada estaba en la c¨¢rcel, en los barrios m¨¢s humildes, entre los inmigrantes m¨¢s despose¨ªdos, y con ellos estuvo siempre Leonardo.
Ha dejado una legi¨®n de amigos, y muchos de ellos lo homenajearon en vida. Fue nombrado sevillano del a?o en 1973, y recibi¨® la Gran Cruz de Beneficencia al a?o siguiente. Ha sido, adem¨¢s, sin ning¨²n g¨¦nero de dudas, profeta en su tierra y en Sevilla. Un alcalde falangista lo nombr¨® hijo adoptivo de Cazalla de la Sierra; otro, socialista, lo nombr¨® hijo predilecto de su pueblo, Algar; y un tercero, de Izquierda Unida, le entreg¨® el t¨ªtulo de hijo adoptivo de Carri¨®n de los C¨¦spedes. La verdad es que Leonardo Castillo se ha dejado querer a base de darse a los dem¨¢s. Naci¨® con una sonrisa que no le abandon¨® nunca y que permanecer¨¢ durante mucho tiempo en los corazones de tantos hu¨¦rfanos como ha dejado. Una cerrada ovaci¨®n irrumpi¨® en la catedral de Sevilla cuando sus costaleros de un Cristo vivo se lo llevaban en volandas tras la ceremonia religiosa. No era para menos: se desped¨ªa un maestro del amor fraterno.-
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