Silencio en San Pedro
Miles de personas llegadas de todo el mundo se congregan en la 'plaza mayor' del Vaticano para orar por el Papa
Para algunos se trataba de un d¨ªa hist¨®rico y hab¨ªa que estar en la plaza de San Pedro, donde el mundo ten¨ªa posados sus ojos. Para otros, fue una experiencia m¨ªstica. Hab¨ªa algunos con l¨¢grimas en los ojos, mirando al balc¨®n donde el Papa intent¨® in¨²tilmente dirigirse a sus fieles con la palabra. Y hab¨ªa otros, como un grupo de bachilleres alicantinos en viaje de fin de curso, que exclamaban: "?T¨ªa, pero si hay gente llorando! ?Qu¨¦ fuerte, colega!".
La italiana Francesca, de 26 a?os, era una de las que lloraban. Hab¨ªa venido desde 100 kil¨®metros al sur. "El Papa lleg¨® a los j¨®venes, nos transmiti¨® su esperanza. Y gracias a ¨¦l podemos creer en el futuro".
"?Qu¨¦ dejen morir ya al pobre hombre!", comentaba a su lado uno de los estudiantes alicantinos.
Y hab¨ªa gente como el gu¨ªa tur¨ªstico irland¨¦s Sean O'Sally que acud¨ªa del brazo de su novio a la plaza de San Padro. No para rezar, sino para que lo entrevistasen algunos canales acerca de los encantos de Roma y el Vaticano. O'Sally lamentaba que el Papa hubiese atacado la homosexualidad, aunque a ¨¦l en particular eso nunca le afect¨®. "Pero afecta a los gay de las zonas rurales, eso s¨ª". "El Papa es un hombre viejo, ha tenido una gran vida y yo creo que ya puede morir tranquilo. Hay otra gente que muere vieja y en la calle, y eso es mucho m¨¢s triste que la muerte del Papa".
Precisamente, lo que no hab¨ªa ayer en la plaza de San Pedro eran mendigos. Por momentos parec¨ªa la plaza mayor de una ciudad provinciana. A las ocho de la tarde la gente paseaba en silencio, con helados, con carritos de beb¨¦s, con sus m¨®viles, sus c¨¢maras... Hab¨ªa monjas y curas mirando hacia el balc¨®n donde se asomaba el Papa. Hab¨ªa dos hombres que eran amigos desde hac¨ªa cuarenta a?os, paseando en c¨ªrculo, con traje y corbata; uno de N¨¢poles y otro de Roma. Se hab¨ªan reunido ah¨ª, dec¨ªan, para rezarle al Papa. Pero no hab¨ªa nadie pidiendo.
Sentado en el suelo, con la espalda recostada en un pilar, un muchacho romano contemplaba el panorama de la plaza. Se llama Damiano Crognali, tiene 24 a?os y trabaja como periodista en pr¨¢cticas para un canal de televisi¨®n. "Soy budista, no soy cristino. Pero he venido por gusto, porque ¨¦ste es el acontecimiento del a?o. Y quiero verlo".
M¨¢s all¨¢, un franciscano italiano de 33 a?os, sandalias y h¨¢bito marr¨®n, confesaba: "Para m¨ª, estar aqu¨ª en este momento es algo inexplicable. El Papa ha sido como mi padre".
Su amigo Daniel, tambi¨¦n de 33 y comerciante de profesi¨®n, dec¨ªa que el Papa ha sido un hombre de equilibrio y que la humanidad lo echar¨¢ de menos. A Daniel le impresionaba el silencio de la plaza. "Nunca la he visto as¨ª, como ahora". Y al gaditano Eduardo Juncal, de 26 a?os, que vive en Italia desde hace un a?o, tambi¨¦n le sorprend¨ªa lo mismo. "Yo vivo muy cerca de la plaza y me ha impactado este silencio. Nunca la hab¨ªa visto as¨ª".
La hermana Ver¨®nica, de las monjas Guadalupe?as de La Salle, no quitaba ojo del balc¨®n. "Rezo para que Dios nos lo deje otro poquito, si es posible". Ella lo ha saludado cuatro veces y ha comulgado otras dos con ¨¦l. El Papa para ella es la persona m¨¢s cercana a Cristo. Y estar ah¨ª, a apenas cien metros de su balc¨®n, era estar muy cerca de Cristo. El balc¨®n que tantas veces ha salido por televisi¨®n es un balc¨®n como tantos miles, hecho piedra, madera y cristal. Pero desde ¨¦l, desde all¨ª dentro, desde aquella luz que se encendi¨® cuando todo el edificio continuaba a oscuras, el Papa estaba manteniendo el ¨²ltimo forcejeo con la muerte. Y algunas almas estaban sobrecogidas.
El cielo tan di¨¢fano en la tarde ayudaba a imprimir misticismo en el esp¨ªritu de quien iba predispuesto a ello.
Sobre un pilar se sentaba un hombre escribiendo en un cuaderno peque?o. "Me llamo Jes¨²s Hern¨¢ndez Camacho. Soy sacerdote colombiano. Vivo en Francia y estaba aqu¨ª de vacaciones. Estoy escribiendo la experiencia de este gusto de vivir y de evocar lo que hemos vivido con el Papa. Ha sido un hombre que ha logrado transformar el mundo gracias a los movimientos que ha creado dentro de la Iglesia contra el comunismo, el homosexualismo, la eutanasia y la muerte de los embriones".
M¨¢s all¨¢, un grupo de 50 italianos rezaba cantando. A unos pasos, un espa?ol, hablaba por el m¨®vil. La gente se congregaba atra¨ªda por los focos de la televisi¨®n p¨²blica italiana. El silencio atronador permanec¨ªa inalterable bajo el cielo. Unos segu¨ªan llegando con l¨¢grimas en los ojos y otros se iban sonrientes cogiendo el m¨®vil para decir: "Estoy aqu¨ª, estoy en la plaza de San Pedro". Y el Papa se iba muriendo.
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