"Nadie est¨¢ libre de que sus hijos cometan alguna barbaridad"
Con mucha imaginaci¨®n y una buena dotaci¨®n de medios, el juez de Menores de Granada, Emilio Calatayud, ha sabido exprimir al m¨¢ximo las posibilidades que le ofrece la Ley del Menor, aprobada en el a?o 2000. Muchos de los peque?os delincuentes que han pasado por su juzgado han salido de la sala de vistas con sentencias ejemplarizantes y educativas bajo el brazo que muchos consideran heterodoxas. Un peque?o ladr¨®n aprendi¨® a leer y escribir gracias a ¨¦l; otros adolescentes conflictivos redimen sus faltas limpiando los restos del botell¨®n, plantando ¨¢rboles en el campo, dibujando c¨®mics o visitando v¨ªctimas de accidentes de tr¨¢fico. Cree que su labor consiste en ponerles los l¨ªmites que muchos padres no han sabido o no han querido establecer y a los que reclama m¨¢s firmeza en casa para evitar episodios desagradables.
"Es normal que uno o dos juicios semanales sean de maltrato. En esos casos, el padre o la madre se plantan en el juzgado diciendo: 'No puedo con mi hijo"
"No hay que volver a la figura del padre autoritario de antes, pero s¨ª obligar al ni?o al cumplimiento de ciertas normas"
De los cerca de 800 choricillos -como ¨¦l los llama- que han pasado por sus manos este a?o, s¨®lo 70 han terminado recluidos en centros de menores. En su despacho conserva los regalos que algunos de esos chavales le mandan. "Son peque?os cohechos", bromea orgulloso de ellos.
Pregunta. ?Son m¨¢s delincuentes los menores de hoy que los de antes?
Respuesta. No lo s¨¦, lo que si s¨¦ es que ahora es m¨¢s f¨¢cil para un ni?o cometer un delito. Ha aumentado la violencia, sobre todo entre las chicas, y el consumo de alcohol y sustancias estupefacientes. Si a eso le sumamos que los menores hacen m¨¢s vida nocturna tenemos un caldo de cultivo que antes no se daba. La situaci¨®n de riesgo es mayor porque hay m¨¢s relajaci¨®n de costumbres. Eso permite unas posibilidades que antes no hab¨ªa.
P. ?Cu¨¢les son los delitos que m¨¢s se cometen?
R. Robos con violencia, tirones y delitos contra la propiedad en general. En los ¨²ltimos a?os se han incrementado las lesiones, y, sobre todo, los casos de maltrato familiar. Empezamos a tener tambi¨¦n algunos abusos sexuales.
P. En los casos de maltrato, ?son el padre o la madre, o bien ambos dos, los que denuncian a sus hijos?
R. Son chavales de clase media alta que se convierten en los sheriffs de la casa. O se hace lo que dicen ellos o autom¨¢ticamente convierten el hogar en un infierno. Es gente con dinero; ni?os que tienen de todo, pero que, coincidiendo con la adolescencia, problemas de estudios o dificultades de pareja de sus padres, se convierten en aut¨¦nticos maltratadores con chantajes, amenazas, coacciones hacia ellos. Es la t¨ªpica situaci¨®n en la que la pareja no puede con el hijo, que se pasa el d¨ªa golpeando y agrediendo a la familia. Es muy normal que uno o dos juicios semanales sean de maltrato. En esos casos, el padre o la madre se plantan en el juzgado diciendo: "No puedo con mi hijo".
P. ?C¨®mo se llega a esa situaci¨®n?
R. Los padres no han sabido o no han podido poner l¨ªmites a sus hijos. A veces coincide con el inicio de las salidas nocturnas, con el momento de la pandilla de amiguetes adolescentes... Casi siempre se reconduce la situaci¨®n, pero los padres suelen pasar dos o tres a?os muy complicados con esos chavales que tienen s¨®lo 15 o 16 a?os, pero que se les van de las manos, no aceptan autoridad y ejercen verdaderas vejaciones y malos tratos psicol¨®gicos. No s¨¦ si el problema se produce m¨¢s ahora o es que los padres optan por denunciar porque no saben hasta d¨®nde llega su facultad de corregir. Es una especie de llamada de atenci¨®n, una petici¨®n de ayuda.
P. Ponga un ejemplo.
R. Una vez se present¨® un padre el d¨ªa de Nochebuena pidi¨¦ndome que encerrara a su hijo. Normalmente esas situaciones comienzan con un problema de fracaso escolar. El caso t¨ªpico es el del ni?o que pide una moto y hace chantaje todo el d¨ªa para conseguirla, el del que exige m¨¢s paga o el que trata de retrasar su hora de llegada a casa por la noche. Eso deriva en insultos, amenazas y coacciones. El ni?o se niega a hacer lo que le ordenan si no consigue lo que quiere. Si el matrimonio tiene alg¨²n problema o los padres est¨¢n separados, no es extra?o que se produzcan agresiones f¨ªsicas, que en algunos casos afectan tambi¨¦n a los hermanos. Es un problema de excesiva libertad, de no imposici¨®n de l¨ªmites a tiempo.
P. ?C¨®mo se puede evitar esa situaci¨®n?
R. Poniendo esos l¨ªmites de los que hablaba. No hay que volver a la figura del padre autoritario de antes, pero s¨ª obligar al ni?o al cumplimiento de ciertas normas. Es una cuesti¨®n de negociaci¨®n, pero siempre bajo la autoridad de los padres. No puede ser "a las diez en casa porque lo digo yo", pero tampoco "a las dos de la madrugada sale porque lo dice ¨¦l". Se puede razonar, pero la autoridad paterna se tiene que imponer tanto en el cumplimiento de horarios como en la conducta en casa. En los ¨²ltimos a?os se ha hablado mucho de los derechos de los ni?os, pero poco de sus deberes. Y los chavales los tienen en la familia, en la escuela y en la sociedad. Nos hemos relajado por miedo a que nos llamen anticuados, fachas o autoritarios y estamos pagando las consecuencias.
P. ?Hasta qu¨¦ punto influye el cambio de modelo familiar de los ¨²ltimos a?os? Ahora, ambos padres trabajan.
R. Hemos evolucionado mucho en muy poco tiempo y la sociedad se ha resentido. La incorporaci¨®n de la mujer al trabajo es a¨²n dif¨ªcil de compatibilizar con el cuidado de los ni?os. El menor ha pagado las consecuencias aprovech¨¢ndose de la situaci¨®n. Hacen abuso de sus derechos y dejadez de sus obligaciones porque en muchos casos no se les informa suficientemente de estas ¨²ltimas. Los padres se encuentran confusos porque no saben hasta d¨®nde pueden llegar para controlarlos. Muchos menores se dedican a amenazarlos dici¨¦ndoles: "Como me toques te denuncio". Eso ha creado desorientaci¨®n, pero con el tiempo cambiar¨¢. Nuestros hijos estar¨¢n m¨¢s preparados para dominar esas situaciones.
P. ?Qu¨¦ recomendar¨ªa a los padres para que sus hijos no pasen por los juzgados?
R. No puedo dar consejos porque ni siquiera s¨¦ si yo soy un buen padre. Lo que s¨ª puedo dar son las pautas para crear un peque?o delincuente. Por ejemplo, dar al ni?o todo el dinero que pida, hacerle el dormitorio, ponerse siempre de su parte, discutir con la pareja delante de ¨¦l, echarle siempre la culpa a los dem¨¢s de sus problemas, dejarle que lea todo lo que quiera, no transmitirle valores de solidaridad o de compromiso... Si seguimos esos pasos, es m¨¢s probable que tenga que venir por aqu¨ª. Hay que exigirles respeto a sus propios actos y equivocaciones.
P. Esa sensaci¨®n de impunidad de la que hablaba se da tambi¨¦n entre los que ya han cometido delitos.
R. Exactamente. En esos casos es el juez el que tiene que poner los l¨ªmites. Muchos chavales condenados que con el tiempo han logrado salir adelante te agradecen que se los hayas impuesto. A veces la gente con la que m¨¢s duro has sido es la que m¨¢s agradecimiento te muestra. Yo tuve un chaval de 14 a?os que se convirti¨® en un verdadero chorizo, un atracador de cuidado. Era un delincuente por exceso, de clase media alta y padres profesionales con buenos sueldos que le proporcionaron todo lo que ped¨ªa. Lo tuvimos en sucesivas libertades vigiladas e internamientos. Ahora es n¨²mero uno de su promoci¨®n de electricidad.
P. Pero ese no es el perfil t¨ªpico de los menores que juzga, ?no?
R. No. Como se han equiparado las clases sociales, tenemos chorizos por exceso y por defecto. Hay gente con problemas de consumo de drogas y chavales desquiciados por cuestiones familiares. En el historial de los que llegan aqu¨ª siempre hay algo relacionado con fracaso escolar o un problema de familia: padres que no coinciden en el modo de educar a los hijos, alcohol, cambios de domicilio...
P. ?Son frecuentes los menores extranjeros?
R. La verdad es que no vienen muchos. Tenemos al t¨ªpico menor magreb¨ª que llega en circunstancias dram¨¢ticas y se encuentra en situaci¨®n de desamparo, pero no es alarmante. Hemos encontrado cierta delincuencia organizada relacionada con chicos rumanos que son utilizados para delinquir en colaboraci¨®n con mayores de edad. En los casos que hemos llevado en Granada, curiosamente, siempre han sido defendidos por el mismo despacho de Madrid. Eso huele. Los magreb¨ªes suelen dar menos problemas y se reintegran mejor. Las mayores dificultades las presentan los ni?os bien, porque no se aceptan como delincuentes. Tambi¨¦n las chicas con problemas de drogas en las que entra en juego la maternidad.
P. Hay gente que no entiende sus sentencias ejemplarizantes y pide que se act¨²e con m¨¢s mano dura. M¨¢s privaci¨®n de libertad y menos medidas socioeducativas.
R. El internamiento es lo m¨¢s simple y lo m¨¢s barato, pero el que contempla la Ley del Menor es s¨®lo un camino m¨¢s para conseguir la reinserci¨®n. Hay muchas posibilidades de reconducirlos sin tener que privarlos de libertad, lo que pasa es que eso implica la dotaci¨®n de unos buenos profesionales que trabajen con los chavales en medidas de medio abierto
[las que no implican la reclusi¨®n en un centro]. Tenemos que ser capaces de dar oportunidades y enderezar conductas sin recurrir al internamiento. Nosotros tenemos 800 chavales en libertad vigilada, tareas socioeducativas o trabajos en beneficio de la comunidad y s¨®lo 70 internados. Hay muchos que limpian los restos del botell¨®n, las playas, o asisten a tetrapl¨¦jicos en el hospital; pero eso lo podemos hacer porque tenemos personal especializado.
P. ?Qu¨¦ pasa en el resto de las autonom¨ªas?
R. La situaci¨®n es muy desigual. Como nuestros medios provienen de cada comunidad, dependemos de la voluntad y la sensibilidad de los pol¨ªticos, que a veces se junta con la dejadez de algunos jueces. Aqu¨ª, en Andaluc¨ªa, los tenemos, y por eso somos pioneros en muchas medidas de medio abierto. Comunidades como Castilla y Le¨®n tienen serias carencias. Los catalanes empezaron muy bien con el tema de la mediaci¨®n, pero se han quedado anquilosados. El Gobierno ya ha aprobado el reglamento, pero falta un acuerdo de todas las autonom¨ªas sobre unos m¨ªnimos para garantizar el funcionamiento de la Ley del Menor.
P. ?Cu¨¢les son las ventajas de la mediaci¨®n?
R. Un equipo de educadores y psic¨®logos, despu¨¦s de evaluar la situaci¨®n del menor, organiza un encuentro con la v¨ªctima para evitar que el tema pase a juicio. Ofrece muy buenos resultados porque ayuda al menor a concienciarse de lo que ha hecho. Sirve para reinsertar al individuo porque se tiene que enfrentar a la v¨ªctima, y viceversa. Los chavales muchas veces no identifican a sus perjudicados y cuando se encuentran con ellos cambia su perspectiva. No es lo mismo pegar un tir¨®n a una anciana que enfrentarse a ella cara a cara y comprobar sus circunstancias personales. La v¨ªctima tambi¨¦n aprende de las circunstancias del chaval.
P. La reincidencia puede dar datos sobre sus sentencias educativas. ?Se da m¨¢s entre los condenados a estas medidas o entre los internados?
R. No hay datos sobre los menores internados que pasan a la justicia ordinaria cuando llegan a la mayor¨ªa de edad, pero tenemos un estudio provincial en Granada que revela que el 82% de los menores condenados a medidas de medio abierto, mientras las cumplen, no reinciden. Falta saber cu¨¢ntos menores pasan con el tiempo a las c¨¢rceles para poder hacernos una idea de la eficacia de la ley.
P. El problema son los delitos graves, como los homicidios o las violaciones. Muchas v¨ªctimas creen que la ley es blanda con los adolescentes que los cometen.
R. Nosotros podemos condenar a un chaval, como m¨¢ximo, a 10 a?os de internamiento. Es normal que el padre de una cr¨ªa que han matado pida m¨¢s dureza, pero hay que tener en cuenta que el tiempo que un adulto puede pasar en la c¨¢rcel son 20 a?os. La Ley del Menor dice que lo fundamental es la reinserci¨®n del chaval, luego la pregunta es: ?cu¨¢nto tiempo necesitamos privar de libertad a un menor para que sea recuperable para la sociedad? Creo que despu¨¦s de 15 o 17 a?os de internamiento cualquier persona es irrecuperable, se convierte en un par¨¢sito. La reinserci¨®n, el esfuerzo para lograrla, es mucho m¨¢s rentable para la sociedad.
P. ?Esas quejas pecan de falta de empat¨ªa?
R. Los delitos de los menores tienen m¨¢s v¨ªctimas que los dem¨¢s. Aparte del padre o la madre del ni?o muerto, hay que pensar en los padres del ni?o asesino o violador que no han podido o no han querido educarle correctamente. Son tambi¨¦n perjudicados y sufren una condena a¨²n m¨¢s dura, la de la sociedad. Es muy doloroso el papel de la v¨ªctima, pero tambi¨¦n el de las personas del entorno del autor. Si cualquier delito es un fracaso, el de un menor lo es todav¨ªa m¨¢s. Nadie est¨¢ libre de que sus hijos cometan alguna barbaridad. Uno puede atropellar a alguien con una copa de m¨¢s con una moto o puede tener la mala suerte de excederse en una noche de copas con la bebida. Entre los 12 y los 17 a?os esos hechos se pueden producir. Todos hemos cometido alguna imprudencia en la adolescencia que por suerte no ha tenido consecuencias tr¨¢gicas, y no por eso somos delincuentes. Conocemos las condiciones de nuestro sistema penitenciario. ?Queremos eso para nuestros menores? Creo que la venganza no es la soluci¨®n para estos casos.
P. La ley prev¨¦ para 2007 la extensi¨®n de su aplicaci¨®n a mayores de edad hasta los 21 a?os. ?Qu¨¦ le parece?
R. No estamos preparados para dar cobertura a gente de entre 18 y 21 a?os y creo personalmente que esa extensi¨®n se suspender¨¢. Este a?o nos vamos a encontrar con los primeros condenados con la ley que cumplen los 23 a?os en los centros de menores, el l¨ªmite m¨¢ximo de edad. Si han cumplido la mitad de la pena tendremos que decidir si los dejamos en libertad vigilada o los mandamos a prisi¨®n. A lo mejor si van a la c¨¢rcel echamos por la borda todo el trabajo realizado en los centros. Instituciones Penitenciarias debe crear equipos de profesionales para controlar la libertad vigilada de esta gente. Tambi¨¦n hay que ir pensando en el r¨¦gimen de cumplimiento que deben tener en prisi¨®n.
P. Algunos jueces de menores piden que la ley abarque tambi¨¦n a los menores de 14 a?os.
R. Entre los 12 y los 14 a?os los servicios de protecci¨®n de menores est¨¢n fallando. Cada vez m¨¢s nos llegan chavales de esas edades que se encuentran muy deteriorados. Las administraciones deben hacen algo para remediarlo, porque si no, habr¨¢ que devolver la competencia a los juzgados de menores. Proponemos que para esos casos no quepan las medidas de internamiento, pero s¨ª trabajos en beneficio de la comunidad o tareas socioeducativas.
Un p¨¦simo estudiante que lleg¨® a ser juez
EMILIO CALATAYUD naci¨® en Ciudad Real hace 49 a?os, est¨¢ casado y tiene dos hijos. Como muchos de los chavales que pasan por su juzgado, tuvo una adolescencia conflictiva. Se reconoce como un p¨¦simo estudiante que jam¨¢s tuvo vocaci¨®n de jurista, pero la perseverancia de su padre, abogado, pudo m¨¢s que su naturaleza rebelde y sus malas notas. Harta de sus resultados acad¨¦micos y sus travesuras, su familia lo intern¨® en un colegio de M¨¢laga donde asegura que, con el paso de los a?os, se enderez¨®. "Quien m¨¢s quien menos, todos hemos hecho locuras durante la juventud, y yo no soy una excepci¨®n", confiesa.
Nunca tuvo inter¨¦s en ser juez, pero asegura que descubri¨® el gusto por su profesi¨®n cuando comenz¨® a ejercer. Tras sus primeros a?os en un juzgado de Tenerife, lleg¨® a Granada en 1984 y cuatro a?os despu¨¦s lo destinaron al Juzgado de Menores. Con 16 a?os de ejercicio se ha convertido en el juez que m¨¢s tiempo ha pasado en un puesto de este tipo en toda Espa?a: es el m¨¢s antiguo de los jueces de menores.
"A los compa?eros no les gustan estos juzgados porque no dan posibilidades de promoci¨®n profesional", afirma Calatayud. "La gente joven pasa en ellos tres o cuatro a?os y luego busca otros que les permitan acceder a las audiencias o los tribunales superiores de Justicia", a?ade el juez, que cree que esa raz¨®n y la carga de trabajo que acarrean estos ¨®rganos -no s¨®lo dictan sentencias, sino que vigilan su cumplimiento- hacen que existan pocos especialistas en menores entre la judicatura espa?ola.
Esa falta de especializaci¨®n y la ausencia de tribunales de ¨¢mbito auton¨®mico o nacional son los principales problemas que encuentra en la jurisdicci¨®n de menores. "Muy pocos casos llegan al Tribunal Supremo, as¨ª que pr¨¢cticamente no tenemos criterios comunes a la hora de aplicar la ley", dice Calatayud. "Cada juzgado act¨²a un poco a su aire", concluye.
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