Seraf¨ªn Mar¨ªn se hace sevillano
Seraf¨ªn Mar¨ªn tore¨® ayer con tanta sensibilidad, con tanta hondura y elegancia, que parec¨ªa nacido a la vera misma del Guadalquivir, dicho sea sin ¨¢nimo de ofender. O es que, sencillamente, es un artista, aunque viera la luz a mil kil¨®metros de esta plaza.
Pero ayer, aunque s¨®lo fuera ayer y por unos momentos, este torero catal¨¢n se hizo sevillano y el p¨²blico maestrante lo adopt¨® como tal. Claro que el chaval tore¨® como los mismos ¨¢ngeles a su primer toro, con ese aire propio de los elegidos, con sapiencia, personalidad y consumada maestr¨ªa.
Lo recibi¨® con capotazos acelerados hasta que consigui¨® ahormar la embestida y traz¨® dos ver¨®nicas y una media tan lentas que, por un instante, revolote¨® por la Maestranza el recuerdo imborrable de un se?or nacido en Camas y conocido por Curro. En el quite, cit¨® de frente y trajo a la memoria a otro camero, de apellido Camino, al que imit¨® por chicuelinas ce?id¨ªsimas, de las que ya no se ven.
Conde de la Corte / Encabo, Roble?o, Mar¨ªn
Toros del Conde de la Corte, bien presentados y muy flojos; noble y con recorrido el 3?; sosos, descastados y dificultosos los dem¨¢s. Luis Miguel Encabo: tres pinchazos y estocada (silencio); estocada (ovaci¨®n).Fernando Roble?o: media atravesada y cuatro descabellos (silencio); media y seis descabellos (palmas). Seraf¨ªn Mar¨ªn: estocada (oreja); estocada (gran ovaci¨®n). Plaza de la Maestranza, 5 de abril. 5? corrida de feria. Media entrada.
Brind¨® la faena al p¨²blico. Con andares parsimoniosos se dirigi¨® al tercio, llam¨® al toro y dibuj¨®, derecho como una vela, dos estatuarios impecables. El animal se qued¨® sin fuelle y, entonces, el torero dibuj¨® un redondo, un cambio de manos perfecto y un pase de pecho largu¨ªsimo y a c¨¢mara lenta; volvi¨® a enlazar con un natural majestuoso y otro de pecho magistral que puso la plaza en pie. Indescriptible por bello, y la Maestranza vitore¨® la emoci¨®n que produce el toreo profundo a manos de un torero de aroma muy caro.
A¨²n traz¨® despu¨¦s una buena tanda de redondos, y todo se acab¨®. Lo bueno, si breve... Se acab¨® el toro, extenuado, y el torero se vino abajo con la muleta en la zurda, mal colocado. Mat¨®, eso s¨ª, de una buena estocada.
En el sexto decidi¨® Mar¨ªn ser de nuevo forastero, que no es mala cosa, pero no es lo mismo. Es verdad que ese toro ten¨ªa menos fuelle, pero el torero se transfigur¨® en un moderno anodino. ?Lo que son las cosas...! Quien acababa de alcanzar las m¨¢s altas cumbres del arte se convert¨ªa en un pegapases. No se puede torear con la muleta retrasada, sin cruzarse ni cargar la suerte, y eso fue lo que hizo Mar¨ªn en el sexto, con lo que su labor no tuvo inter¨¦s alguno, m¨¢s que en la gran estocada con la que acab¨® la historia.
Encabo y Roble?o no tuvieron ocasi¨®n para la brillantez, pero s¨ª para la dignidad. Por soser¨ªa, falta de casta, mansedumbre y aviesas intenciones, sus toros no permitieron el lucimiento. Encabo se luci¨® en banderillas en su lote, especialmente por los adentros, y demostr¨® que ven¨ªa a decir que es torero maduro, con buen sentido de la t¨¦cnica y la est¨¦tica. Su primero, pegajoso y bronco, le busc¨® las zapatillas de salida, y aunque el torero derroch¨® voluntad en la muleta no pudo encontrar el camino del ¨¦xito. Algo parecido le ocurri¨® en el parado cuarto, muy aseado en todo momento y al que le arranc¨® una tanda de estimables redondos que lig¨® con un apretado de pecho que fue muy jaleado. Acab¨® as¨ª la feria de un torero que merece mejor suerte.
Menos facilidades dieron los toros de Roble?o. Su primero, violento, no le permiti¨® siquiera colocarse. La verdad es que el madrile?o se empe?¨® en torearlo al estilo moderno cuando el animal exig¨ªa la lidia cl¨¢sica.
Inv¨¢lido y de mala clase fue el quinto, que lleg¨® a engancharlo por la manga de la chaquetilla y lo lanz¨® a la arena sin consecuencias. Se limit¨® a defenderse sin grandes recursos.
?Qu¨¦ pena que Mar¨ªn se empe?ara en ser forastero...!
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