Una Iglesia sin enemigo externo
Los cardenales asistir¨¢n al c¨®nclave sin un oponente definido como lo fueron el comunismo y el nazismo
Intentar juzgar los comportamientos de los cardenales con la simple l¨®gica secular o con los par¨¢metros puramente pol¨ªticos ser¨ªa un error. No es que la pol¨ªtica no entre en el juego de la elecci¨®n del Papa. Entr¨® siempre. No se puede olvidar que el nuevo obispo de Roma va a ser tambi¨¦n un jefe de Estado con sus embajadores, sus bancos y su impunidad. Un jefe de Estado que, por ser ¨²nico y por mover a m¨¢s de mil millones de fieles, es especialmente escuchado por los otros poderosos del mundo.
El Papa, como jefe de Estado, tiene un poder como pocos. Recuerdo que un jefe de los servicios secretos de Italia me dijo un d¨ªa que no exist¨ªa en el mundo un Estado con mayor informaci¨®n secreta que el Vaticano. Fue, en efecto, el Vaticano el primero que supo que el comunismo se estaba desmoronando. Lo supo antes que muchos otros dirigentes. Lo sab¨ªan los cardenales del c¨®nclave que eligi¨® a Karol Wojtyla. Por eso lo eligieron.
Hay quien piensa que un Papa de Am¨¦rica Latina ser¨ªa la gran revoluci¨®n
Un adversario posible es el crecimiento de las sectas e iglesias evang¨¦licas
El Papa que salga de este c¨®nclave tendr¨¢ una caracter¨ªstica: tendr¨¢ que regir una Iglesia sin enemigo externo, algo dif¨ªcil para la Iglesia. Los papas siempre tuvieron alg¨²n enemigo externo. Durante su poder temporal, el enemigo era el poder pol¨ªtico de quienes intentaban derrotar a los Estados Pontificios. Despu¨¦s vinieron el nazismo, el fascismo y el comunismo ateo.
La Iglesia y el Vaticano no tienen hoy un drag¨®n contra quien luchar. Y eso tendr¨¢n que tenerlo en cuenta los cardenales. Y ellos lo saben. A no ser que, en el orden interno, consideren como enemigo al islamismo, la otra religi¨®n monote¨ªsta que est¨¢ superando num¨¦ricamente al catolicismo, y cuyos l¨ªderes se han quejado estos d¨ªas de que mientras Juan Pablo II pidi¨® perd¨®n a todos -a los jud¨ªos, a los cristianos separados, a Galileo Galilei- se muri¨® sin pedir perd¨®n por las cruzadas contra el islam.
Otro posible enemigo interno podr¨ªa ser el crecimiento de las sectas e iglesias evang¨¦licas en Am¨¦rica Latina, que le est¨¢ quitando millones de adeptos al catolicismo. De ah¨ª el movimiento para que los cardenales consideren la posibilidad de que sea elegido un Papa latinoamericano. ?Pero qui¨¦n? Y aqu¨ª existe un gran equ¨ªvoco. Hay quien piensa que si, por esta hip¨®tesis, fuese elegido un Papa de Am¨¦rica Latina, ser¨ªa la gran revoluci¨®n. Y ya veo los peri¨®dicos de todo el mundo titulando que ha sido elegido "el primer Papa latinoamericano". Y enseguida se pensar¨¢ que va a ser el Papa de los pobres. Y que va a restablecer a la condenada Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n la dignidad que le neg¨® el pontificado de Wojtyla.
Las cosas no son as¨ª. Podr¨ªa ser elegido un Papa latinoamericano que resultara mucho menos del Tercer Mundo que muchos otros europeos. Un Papa que ligado al Opus Dei o a ciertos movimientos carism¨¢ticos fuera a¨²n m¨¢s duro con los te¨®logos de la liberaci¨®n. Cuando Juan Pablo II visit¨® Nicaragua y pronunci¨® el desastroso discurso comparando a los sandinistas con "los lobos disfrazados de ovejas", que cre¨® un terremoto durante la misa ante miles de fieles que abuchearon al Papa, en el avi¨®n, un cardenal italiano, el entonces dialogante secretario de Estado Agostino Casaroli, hizo todo lo posible para que el Papa endulzara aquel duro discurso de condena del sandinismo, que le hab¨ªa escrito para el Papa, curiosamente, un cardenal latinoamericano.
Si el Papa fuera un latinoamericano empe?ado de verdad con los problemas de aquel continente ser¨ªa ideal. Pero su sola identidad latinoamericana no basta.
Lo importante para los cristianos de Am¨¦rica Latina o de ?frica no es tanto que sea elegido un Papa nativo de esos continentes, sino que tenga una mentalidad abierta, de di¨¢logo con las otras culturas y con las otras confesiones, capaz de entender los latidos de la humanidad en parto en este nuevo milenio con tantos puntos de sombra, donde las personas capaces de pensar albergan un cierto temblor por el futuro que les tocar¨¢ vivir a sus hijos.
Lo que est¨¦ escrito en el carn¨¦ de identidad del nuevo Papa da lo mismo. Juan XXIII era italiano y fue el Papa m¨¢s revolucionario del siglo XX. Juan Pablo II se present¨® con el carisma de ser el primer Papa no italiano en m¨¢s de 400 a?os, y acab¨® convirtiendo en enc¨ªclicas los documentos de la minor¨ªa conservadora que ¨¦l hab¨ªa presentado en las comisiones conciliares y que la mayor¨ªa progresista le ech¨® siempre abajo. Fue el Papa que recondujo a sus cauces de conservadurismo al libertador Concilio de Juan XXIII y de Pablo VI.
Si hubi¨¦semos de tener en cuenta las primeras declaraciones de los cardenales, tendr¨ªamos un Papa "en la l¨ªnea de Juan Pablo II", la frase m¨¢s escuchada hasta ahora. Los hay a quienes les parece que el Papa polaco fue demasiado lejos y que har¨ªa falta un Papa m¨¢s severo con el mundo. Son los que van diciendo que desean un Papa "que ame a la Iglesia". Me imagino que se trata de un eufemismo. Pienso que lo que quieren decir es que desean un Papa que "defienda" a la Iglesia con mayor fuerza a¨²n de lo que lo hizo el Papa Wojtyla, un Papa que ame a la Iglesia m¨¢s que al mundo.
O sea que para interpretar las intenciones de los cardenales que elegir¨¢n al nuevo Pont¨ªfice, los periodistas deber¨ªamos estudiar tambi¨¦n un poco de semi¨®tica.
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