La Iglesia y la izquierda
Conservador, progresista? Seg¨²n buen n¨²mero de comentaristas, el difunto Papa era conservador, incluso reaccionario en los asuntos de fe, el dogma, dicen, pero, aunque, no exactamente progresista, que nadie sabe qu¨¦ quiere decir eso, s¨ª francamente presentable en lo terrenal, en lo pol¨ªtico.
T¨¦rminos m¨¢s precisos ser¨ªan, sin embargo, continuista e innovador, apegado a prolongar las cosas o con la idea del cambio en la cabeza. Desde ese punto de vista, Juan Pablo II ha continuado la defensa de unos valores, discutibles como casi todo, pero leg¨ªtimos, como la protecci¨®n de la vida, la santificaci¨®n de determinados sacramentos; en resumen, todo aquello que alcanza su pleno sentido en el interior de un cuadro-marco de creencias; y ha innovado al saltar a un ruedo, el de la pol¨ªtica, donde los papas anteriores, sin que necesariamente pensaran de muy distinta manera, se estaban, por lo general, callados.
La Iglesia tiene la oportunidad extraordinaria de innovar ocupando el espacio, que no le repugna en la doctrina, de la cr¨ªtica al sistema sin salirse del sistema
Al mismo tiempo, entre esos dos campos de acci¨®n hay diferencias de naturaleza muy marcadas. En el primero, el de lo espiritual, la actividad pontificia es tan normativa como carente de segura eficacia pr¨¢ctica; el obligado cumplimiento, por tanto, se deduce s¨®lo de una decisi¨®n puramente personal. En el mundo del cristianismo cat¨®lico no hay polic¨ªa que sancione incumplimientos, m¨¢s all¨¢ de amenazas pospuestas a la otra vida.
En el terreno de la pol¨ªtica, en cambio, donde el Papa carece de toda capacidad normativa, su palabra ha surtido efectos indiscutibles; satisfac¨ªa en el campo general liberal-capitalista en su defensa de las libertades, en su fustigamiento del comunismo ateo; contentaba m¨¢s matizadamente cuando atacaba a las dictaduras, y se le agradec¨ªa su intenci¨®n bastante menos cuando tomaba partido por la causa palestina, condenaba tajantemente la guerra de Irak, y hac¨ªa lo propio con el embargo de EE UU a Cuba, entre otras posiciones poco gratas a los poderes de este mundo.
?Cu¨¢l de los dos papas es el m¨¢s decisivo? ?Cu¨¢l tiene m¨¢s que ver con nuestro destino? En el primer caso, sus declaraciones normativas, el cond¨®n y otros frutos amargos, afectan s¨®lo a lo que es una minor¨ªa, aun dentro de los creyentes, de quienes quieren asumir esa carga; en el segundo, el mundo es una mesa de billar en la que una gran figura medi¨¢tica pone en juego una bola que rebota de pared en pared. El mundo es un estanque en el que crecen sin cesar los c¨ªrculos conc¨¦ntricos de las bolas -no de las bulas- papales.
Horror al vac¨ªo
La Iglesia tiene probablemente tanto o m¨¢s horror al vac¨ªo que la naturaleza. Y, muerto el comunismo, descubre una nueva libertad de acci¨®n, porque ya no hay peligro de que sus prop¨®sitos acaben beneficiando a lo que rechazaba sin paliativos. Aunque la Iglesia hizo en su ¨¦poca de mangas capirotes para acomodar el ascenso del capitalismo, como con la invenci¨®n del purgatorio en la baja Edad Media, ante la necesidad de reconciliar salvaci¨®n y auge comercial de las ciudades del norte de Italia, su mensaje nunca ha sido devotamente capitalista. La enc¨ªclica Centesimo anno reiteraba con vigor recobrado la repulsa a un mundo s¨®lo regido por la ley de la oferta y de la demanda.
La Iglesia conden¨® la teolog¨ªa de la liberaci¨®n no tanto por liberaci¨®n como por teolog¨ªa, y a¨²n eso ten¨ªa mucho que ver con la disciplina interna de la instituci¨®n. La Iglesia no es de suyo democr¨¢tica; el capitalismo per se tampoco, puesto que convive igual de bien con los reg¨ªmenes totalitarios. Y, de la misma manera, la Iglesia valora sobre todo la obediencia a la cadena jer¨¢rquica. Como ocurre en cualquier empresa, y los de la liberaci¨®n se sal¨ªan de la cadena.
Todo ello no quiere decir que la Iglesia vaya a dejar de ser b¨¢sicamente continuista, pero s¨ª que tiene una oportunidad extraordinaria de innovar, ocupando un terreno que no le repugna en la doctrina, y que carece de claro propietario, que es el de la cr¨ªtica al sistema, sin por ello salirse del sistema. Hoy, la Iglesia puede ocupar parajes que anta?o se consideraron de izquierda, sin que eso le produzca ning¨²n desistimiento de s¨ª misma.
Una de las grandes batallas que al pr¨®ximo papa le toca librar es la de Am¨¦rica Latina. Es cierto que el catolicismo que se depaupera en Europa, y crece, en competencia con el islam, en ?frica, se desangra en relaci¨®n al protestantismo sectario en Am¨¦rica Latina. Y esa batalla no la va a ganar apoyando a las minor¨ªas rectoras, criollas hasta las cachas. El continente multirracial que habla espa?ol y portugu¨¦s naci¨® a la modernidad como cat¨®lico, y el Papa, cualquier papa, sabe que est¨¢ hoy en grave trance de mudar de fe. Otro motivo para que la Iglesia abrace la renovaci¨®n ampliando una de sus alas por la izquierda.
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