La ira de Dios
Lope de Aguirre inicia una nueva serie de relatos en EPS que tienen como protagonistas a los malvados de la historia. La leyenda de "el loco", el tirano Aguirre (1515-1561), una criatura diab¨®lica que asesin¨® a 72 personas, entre ellas a su hija, y se rebel¨® contra el rey Felipe II, ha inspirado a escritores, historiadores y cineastas.
Hay pocos seres humanos sobre los que pueda afirmarse que su car¨¢cter es esencialmente maligno. Pero sin duda los hay. Y uno de ellos, a todas luces, fue el segundo hombre que, como capit¨¢n de una expedici¨®n, alcanz¨® a navegar casi al completo el r¨ªo Amazonas: el vasco Lope de Aguirre. Conocido como Aguirre "el loco" y como "el traidor", y muerto en 1561, esta criatura diab¨®lica, de personalidad tan cruel como sugestiva, sigue proyectando su sombra sobre la historia y, en cierta medida, todav¨ªa fascin¨¢ndonos. Walter Scott, Giovanni Papini, Sainte Beuve, Uslar Pietri, P¨ªo Baroja y Miguel de Unamuno, entre otros, hicieron referencias en sus obras a su figura. Un escritor espa?ol injustamente olvidado, Ciro Bayo, le dedic¨® una novela, que titul¨® Los mara?ones. Ram¨®n J. Sender, a?os despu¨¦s, escogi¨® su peripecia vital para su famosa La aventura equinoccial de Lope de Aguirre. Numerosos historiadores, como el erudito aragon¨¦s Emiliano Jos, se ocuparon tambi¨¦n de Aguirre, y Julio Caro Baroja le dedic¨® un largo estudio en su libro El se?or inquisidor y otras vidas por oficio. En fin, el cine no pod¨ªa dejar pasar de largo tan tr¨¢gica historia como fue la suya, y dos cineastas, el alem¨¢n Werner Herzog y el espa?ol Carlos Saura, rodaron la peripecia de este vasco de O?ate en sendos filmes, el primero de ellos con la inolvidable interpretaci¨®n de Klaus Kinski. ?Tan grande fueron su gesta y su locura como para provocar tal atenci¨®n? Digamos sencillamente que el curr¨ªculo de sus haza?as se podr¨ªa resumir de la siguiente manera: desde que se embarc¨® en Per¨², a las ¨®rdenes del navarro Pedro de Urs¨²a, el 26 de septiembre de 1560, hasta que lograron matarle en Barquisimeto (costas de Venezuela), el 27 de octubre de 1561, Aguirre asesin¨® u orden¨® asesinar a 72 personas, entre ellas a su capit¨¢n y a su propia hija, junto con m¨¢s de treinta de sus propios hombres. Tan s¨®lo pareci¨® ser algo piadoso consigo mismo, ya que le gustaba llamarse, con una cierta melancol¨ªa, "el peregrino".
La aventura de Lope de Aguirre est¨¢ perfectamente documentada, ya que tres de los componentes de la expedici¨®n amaz¨®nica, Fernando V¨¢zquez, Pedrarias de Almesto y Custodio Hern¨¢ndez, realizaron en a?os posteriores la cr¨®nica de aquella "jornada", nombre con que se conoc¨ªa en el siglo XVI a las expediciones de car¨¢cter militar. Tal vez la intenci¨®n de los tres cronistas no era otra que descargarse de responsabilidades y de complicidad una vez muerto el traidor.
En 1542, buscando El Dorado, aquella fant¨¢stica ciudad imaginada por los conquistadores cuyas calles estaban asfaltadas en oro, Francisco de Orellana hab¨ªa errado su camino y navegado el Amazonas desde la cabecera del r¨ªo Napo, en Ecuador, hasta la desembocadura en el Atl¨¢ntico, hoy territorio de Brasil. Convencido de que hab¨ªa pasado cerca de aquel reino repleto de riquezas, Orellana organiz¨® una nueva expedici¨®n desde Espa?a, para navegar, en esta ocasi¨®n, r¨ªo arriba. Muri¨® en 1546, v¨ªctima de fiebres, mientras se encontraba perdido en el d¨¦dalo de islas y canales que forman el extenso delta del Amazonas.
En 1558, el virrey de Per¨² decidi¨® organizar una nueva "jornada de El Dorado y el reino de Omagua", y eligi¨® para comandarla al capit¨¢n Pedro de Urs¨²a, nacido en Pamplona. Urs¨²a organiz¨® su tropa y se dirigi¨® a la cabecera del r¨ªo Huallaga, un r¨ªo tributario del Mara?¨®n, a su vez afluente del Amazonas. Nombr¨® como segundos a Juan de Vargas y Fernando de Guzm¨¢n, y en calidad de jefe militar, a Lope de Aguirre. El d¨ªa 26 de septiembre de 1560, la expedici¨®n inici¨® su marcha en busca de El Dorado.
Aguirre ya era conocido en Lima como "el loco", e incluso hab¨ªa estado implicado en varios asesinatos. Fueron no pocos quienes aconsejaron a Urs¨²a que no le llevase con ¨¦l, pero el navarro no hizo caso. Aguirre era natural de O?ate, territorio guipuzcoano, y se defin¨ªa a s¨ª mismo como "vascongado". La fecha de su nacimiento no est¨¢ clara y los historiadores la sit¨²an entre 1511 y 1515, con lo cual ten¨ªa cerca de cincuenta a?os al inicio de la expedici¨®n. Aunque al parecer hab¨ªa recibido una cierta educaci¨®n durante su juventud en Espa?a y sab¨ªa leer y escribir con soltura, carec¨ªa de fortuna, y la expedici¨®n constitu¨ªa para ¨¦l una oportunidad de enriquecerse. Era feo, corto de estatura y cojeaba del pie derecho a causa de una herida de guerra. Seg¨²n cuentan los cronistas, desconfiaba de todos y nunca dejaba sus armas, pues viv¨ªa siempre en el temor de que alguien le asesinara.
La expedici¨®n la formaban unos trescientos hombres, m¨¢s algunos sirvientes indios y esclavos negros. Llevaban un buen n¨²mero de caballos, pero hubo que abandonar la mayor¨ªa al no conseguirse embarcaciones suficientes. Los mara?ones, como comenzaron a ser conocidos enseguida los expedicionarios (el primer gran r¨ªo peruano que desemboca en el Amazonas es el Mara?¨®n), iban bien armados, con cien arcabuces, cuarenta ballestas y buena provisi¨®n de p¨®lvora y plomo. Formaban parte de la jornada seis mujeres, hecho poco frecuente: la amante de Urs¨²a, una bella mestiza llamada In¨¦s de Atienza; la hija de Lope de Aguirre, Elvira, tambi¨¦n mestiza, y las dos damas de compa?¨ªa de cada una de las anteriores.
Urs¨²a y sus naves, dejando atr¨¢s el Mara?¨®n, entraron pronto en aguas del Amazonas, y la navegaci¨®n continu¨® sin incidentes destacables hasta que alcanzaron un lugar al que los cronistas denominaron reino de Machifaros, y que algunos estudiosos localizan en la ciudad de Coar¨ª, en la Amazonia brasile?a. Urs¨²a ya era visto con recelo por algunos de sus hombres, especialmente por parte de Fernando de Guzm¨¢n, uno de sus lugartenientes, y por Lope de Aguirre, su jefe militar. En el atardecer del 1 de enero de 1561, Guzm¨¢n y doce rebeldes m¨¢s asesinaron a estocadas y cuchilladas a Pedro de Urs¨²a; al otro lugarteniente, Juan de Vargas, y a todos sus leales. Lope de Aguirre, instigador principal de la revuelta, permaneci¨® en un segundo plano. Los amotinados gritaban tras los asesinatos: "?Viva el rey! ?Muerto es el tirano!". A finales de marzo, el propio Aguirre asesin¨® a pu?aladas a In¨¦s de Atienza.
Los episodios que hicieron m¨¢s famoso a Aguirre se produjeron precisamente tras el asesinato de Urs¨²a. El navarro hab¨ªa sido nombrado comandante de la expedici¨®n por el virrey de Per¨², que es lo mismo que decir que era emisario del rey de Espa?a, por entonces Felipe II. Una rebeli¨®n contra Urs¨²a era, en el fondo, una revuelta contra la Corona, lo que se consideraba traici¨®n y cuya pena no pod¨ªa ser otra que la pena de muerte. Consciente de ello, Lope de Aguirre sab¨ªa que no hab¨ªa otra soluci¨®n para ¨¦l y sus aliados que continuar huyendo hacia adelante. Y de ese modo propuso a los amotinados la proclamaci¨®n de Fernando de Guzm¨¢n como Su Alteza Real Fernando I el Sevillano, Pr¨ªncipe por la Gracia de Dios de Tierra Firme, el Per¨² y Gobernador de Chile. Caro Baroja considera aquel hecho como una afirmaci¨®n de "desnaturaci¨®n", t¨¦rmino que se empleaba para calificar el rechazo a un rey y a sus leyes y gobierno. Antes de Aguirre, algunos vizca¨ªnos lo hab¨ªan hecho durante el siglo XV, y otro personaje mucho m¨¢s famoso que ¨¦l, el portugu¨¦s Francisco de Magallanes, se hab¨ªa "desnaturado" de Portugal en 1517 al considerar m¨¢s beneficioso, antes de emprender la legendaria vuelta al mundo en la que perder¨ªa la vida, ofrecerse como vasallo al emperador espa?ol Carlos. Los portugueses siempre consideraron un traidor a Magallanes y su nombre sigue escociendo en las p¨¢ginas escritas por algunos historiadores lusitanos. Por su parte, unos pocos estudiosos nacionalistas vascos han intentado, a su vez, encontrar en Lope de Aguirre una suerte de mito; pero la mayor¨ªa, con buen juicio, ha desistido, al poner en el otro lado de la balanza el peso de su mal¨¦volo coraz¨®n.
En mayo de ese mismo a?o 1561, Aguirre ya no soporta-ba en el trono al rey Fernando, mientras segu¨ªan navegando r¨ªo abajo el Amazonas. La noche del 22 le asesin¨® mientras dorm¨ªa por el que parec¨ªa su m¨¦todo favorito de matar: a pu?aladas. Y de inmediato hizo ajusticiar a todos sus partidarios. Los mara?ones eran ya, en las cercan¨ªas del actual Manaos, una tropa desesperada, sedienta de oro y gobernada por un tipo mesi¨¢nico, cruel, ¨¢vido al mismo tiempo de riqueza y de muerte. El mismo Aguirre dise?¨® la bandera de su cuadrilla de salteadores: dos espadas de plata, cruzadas y con las hojas goteando sangre, sobre un fondo negro. Se sab¨ªa a s¨ª mismo un pirata, y como tal le consideraban ya las autoridades espa?olas. En el virreinato de Lima se hab¨ªa puesto precio a su cabeza.
Durante un tiempo se afirm¨® que, en las proximidades de Manaos, la expedici¨®n cambi¨® la direcci¨®n de su marcha y tom¨® el r¨ªo Negro, para navegarlo hasta las cercan¨ªas de sus fuentes, tomar luego el canal de Casiquiare y seguir por el Orinoco hasta alcanzar su desembocadura primero, y m¨¢s tarde la isla de Margarita. Sin embargo, no parece probable que fuese as¨ª, ya que los barcos de aquel tiempo no estaban preparados para navegar contra corriente y menos a¨²n en un r¨ªo como el Negro, en donde se encuentran numerosos r¨¢pidos y peque?as cataratas en las proximidades de S?o Gabriel de Cachoeira. Los cronistas no dan explicaciones concretas sobre la navegaci¨®n a estas alturas del viaje, pero lo m¨¢s l¨®gico es que, como hizo la expedici¨®n de Orellana de 1542, siguiera r¨ªo abajo hasta la desembocadura, y que desde all¨ª, bordeando la costa atl¨¢ntica rumbo norte, arribase a la isla de Margarita. La fecha del desembarco de los mara?ones en la isla venezolana la fijan los cronistas del viaje en la tarde del lunes d¨ªa 20 de junio de 1561.
Desde su llegada a la isla hasta su partida hacia la costa continental venezolana, a finales del mes de agosto, Lope de Aguirre no ces¨® de saquear y matar en Margarita. Arras¨® y vaci¨® de riquezas varias poblaciones insulares y, ya en el continente, venci¨® a las tropas realistas en las ciudades de Nueva Valencia, M¨¦rida y Tocuyo. Despu¨¦s de someterlas al pillaje y matar a varios representantes de la Corona hispana, decidi¨® dirigirse a la conquista de la ciudad de Barquisimeto. Antes de ello, en Nueva Valencia, escribi¨® su famosa carta de rebeld¨ªa a Felipe II.
La misiva ha sido calificada por algunos, entre otros el libertador Sim¨®n Bol¨ªvar, como la primera declaraci¨®n de independencia americana. Tambi¨¦n, como ya dije, algunos estudiosos de Euskadi han insinuado que a Aguirre puede contempl¨¢rsele como una voz del irredentismo vasco. Ni una cosa, ni otra. Perseguido por la ley, "traidor" a su rey (as¨ª se defini¨® ¨¦l mismo tras la muerte de Urs¨²a), "Lope no s¨®lo no se cur¨® de conservar la reputaci¨®n", seg¨²n observa Caro Baroja, "sino que exager¨® cuanto pudo para que aquella fuera mala por los siglos de los siglos".
"Rey Felipe, Natural espa?ol, hijo de Carlos, invencible", comenzaba la carta al monarca espa?ol. Y despu¨¦s de tratarle de ingrato a?ad¨ªa: "He salido con mis compa?eros de tu obediencia y desnaturiz¨¢ndonos de nuestra tierra, que es Espa?a, voy a hacerte la m¨¢s cruda guerra que nuestras fuerzas pudieran sustentar y sufrir (?). Por cierto lo tengo que vais pocos reyes al infierno porque sois pocos; que si muchos fu¨¦sedes, ninguno podr¨ªa ir al cielo, porque creo que all¨ª ser¨ªades peores que Lucifer, seg¨²n ten¨¦is hambre y ambici¨®n de hartaros de sangre humana; m¨¢s no me maravillo ni hago caso de vosotros, pues os llam¨¢is siempre menores de edad, y todo hombre inocente es loco; y vuestro gobierno es aire (?). Ya de hecho hemos alcanzado en este reino cu¨¢n cruel eres y quebrantador de fe y palabra; y as¨ª tenemos en esta tierra tus perdones por de menos cr¨¦dito que los libros de Mart¨ªn Lutero". Finalmente, despu¨¦s de relatar con detalle las muertes de Urs¨²a y de Guzm¨¢n, y todos los asesinatos ordenados y cometidos por ¨¦l, Aguirre a?ad¨ªa la lista de sus principales compa?eros. Y rubricaba: "Hijo de fieles vasallos en tierra vascongada, y rebelde hasta la muerte por tu ingratitud: Lope de Aguirre, el Peregrino".
Las tropas realistas se reorganizaron cerca de Barquisimeto, y el gobernador general dict¨® un bando por el que se ofrec¨ªa el perd¨®n a quienes desertaran de las filas de Aguirre. La promesa de amnist¨ªa tuvo un efecto inmediato, y, casi en masa, los mara?ones abandonaron a su capit¨¢n. Sabi¨¦ndose perdido, Aguirre mat¨® a cuchilladas a su hija, para que no quedase como "puta de todos". Dos arcabuzazos le alcanzaron despu¨¦s, uno en la pierna y otro en el pecho. Custodio Hern¨¢ndez, uno de sus cronistas y compa?ero de la aventura amaz¨®nica, le cort¨® la cabeza mientras agonizaba.
Al cad¨¢ver le amputaron las dos manos, y una de ellas, la derecha, fue enviada a M¨¦rida; la otra, la izquierda, se despach¨® hacia Nueva Valencia. Ambas eran poblaciones que Aguirre conquist¨® y saque¨® en las semanas anteriores a su muerte. La cabeza fue exhibida durante d¨ªas en otra de las ciudades tomadas por "el loco", Tocuyo, hasta que, seg¨²n relata Ram¨®n J. Sender en su novela sobre Aguirre, "qued¨® convertida en cecina". De ese modo termin¨® aquella sangrienta "jornada de El Dorado".
Pero el recuerdo no se perdi¨® en el tiempo. Hoy todav¨ªa, el lugar de la isla de Margarita en donde desembarc¨® Lope de Aguirre con sus mara?ones se conoce como la bah¨ªa del Traidor. En Tucuyo se celebra fiesta el d¨ªa de la muerte de Aguirre, todos los 27 de octubre. Y en Barquisimeto, seg¨²n los habitantes de la ciudad, su fantasma se aparece de cuando en cuando. Al menos as¨ª interpretan muchos de ellos un fen¨®meno natural de fuegos de luz fosf¨®rica durante las noches muy oscuras, una especie de fata morgana com¨²n en la regi¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.