Alucinaci¨®n
Llaman a la puerta, abro y me encuentro a don Estanislao, el secretario de Juan Pablo II, ese obispo calvo y bondadoso que tanto enfocaban las c¨¢maras el d¨ªa del entierro del Pont¨ªfice. Trato de profundizar en mi estupor, pero don Estanislao no me deja porque me acaba de pedir una Biblia en euskera, "a ser posible prologada por el se?or Ibarretxe", a?ade. Yo le obedezco y camino hacia la biblioteca embebido de fervor y desconcierto, y busco la Biblia en euskera, aun a sabiendas de que no la tengo, pero lo milagroso es que cuando creo que la he encontrado, aparece en el anaquel una extensa y sesuda biograf¨ªa de Ernesto de Hannover. Alarmado por el hallazgo, e inquieto tambi¨¦n porque don Estanislao me espera en el recibidor, cierro los ojos para tranquilizarme y luego contin¨²o la b¨²squeda de esa Biblia que se me escapa, aunque vuelvo a entreverla, ahora prologada por Arnaldo Otegi. Decido pedirle tiempo a don Estanislao, pero el monse?or ya no est¨¢. ?Qu¨¦ raro! Cierro la puerta, y al instante suena el timbre. Abro de nuevo y me encuentro con Camilla, la duquesa de Cornualles, que me pide la Biblia en euskera, y lo hace con mucha decisi¨®n, como quien la precisa para expiar con su lectura pecados muy persistentes. Yo ya soy un manojo de nervios, pero no cejo en localizar esa dichosa Biblia que no tengo pero que vislumbr¨¦, y vuelvo a tropezar con la biograf¨ªa de Ernesto de Hannover, y de paso con otros textos muy raros: un diario del iran¨ª Jatam¨ª, y un libro de horas del rabino jefe de Roma, dedicado por el gran Mufti de Jerusal¨¦n. Luego veo a Rainiero de M¨®naco, extra?amente vivo, caminando por la casa, como una sombra, acompa?ado por el camarlengo Mart¨ªnez Somalo, y cuando acudo ante Camilla para disculparme porque la Biblia en euskera se me ha vuelto a esfumar, la duquesa no est¨¢ all¨ª, sino Lady Di, muy sonriente, quien me dice que el Papa Wojtyla ya est¨¢ en el cielo, con ella y con muchas otras personas buenas, y en eso apareci¨® en el descansillo el cardenal Ratzinger, que me dio un buen rapapolvo por haber escrito esta columna.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.