El sat¨¦lite que divis¨® el ladrillo
Ahora que un sat¨¦lite del Instituto Geogr¨¢fico Nacional observ¨® desde las alturas el hormigonado de buena parte de la costa y el entorno de las ciudades, suenan las alarmas ante el estropicio ocasionado en nuestra geograf¨ªa en los ¨²ltimos a?os. En s¨®lo una d¨¦cada, el suelo urbanizado ha aumentado en un 25 por ciento, y en algunas comunidades llega al 50 por ciento; un tercio de la costa mediterr¨¢nea est¨¢ cementado, datos ¨¦stos que contrastan con un crecimiento de la poblaci¨®n cuatro veces inferior al de la superficie edificada.
Ahora suenan las alarmas, y no antes, cuando se pod¨ªan haber armonizado econom¨ªa y urbanismo; lo imposible es hacerlo con el veloc¨ªmetro a m¨¢s de setecientas mil viviendas por a?o, que ha convertido a Espa?a en el pa¨ªs de Jauja del alojamiento. A t¨ªtulo de referencia, cabe mencionar que si hace dos a?os el n¨²mero de viviendas construidas en Espa?a super¨® al total de Francia y Alemania, que nos duplicaban en poblaci¨®n, hoy ya pasamos a Francia, Alemania e Italia juntas. As¨ª hemos llegado a disponer de un parque de viviendas desocupadas de en torno a tres millones. ?sa puede llegar a ser la ciudad de las persianas bajas, donde todos son propietarios, pero hay pocos vecinos.
Ahora, y no antes, cuando audaces promotores de ladrillo, propietarios de suelo y administraciones liberalizadoras se concertaron para hacer realidad la canci¨®n "viviendo en mi casita de papel". A cambio de este anhelo, la juventud de este pa¨ªs se encuentra atrapada en lo mejor de la vida con un esfuerzo financiero insostenible -nada menos que el 57 por ciento del salario medio bruto, seg¨²n el Banco de Espa?a- que le impide el acceso a otras tareas de la cultura, el ocio y el intercambio, coloc¨¢ndole ante los ojos una proposici¨®n perversa: tomar prestado dinero barato, con las consiguientes deducciones por la compra del piso, para concurrir en un mercado netamente alcista, entre otras razones, porque la vivienda protegida cay¨® 17 puntos en menos de diez a?os.
Al hilo de esta pasi¨®n inmobiliaria y este esfuerzo individual, parece oportuno traer a colaci¨®n las advertencias de las instituciones financieras mundiales sobre el peso excesivo en el PIB de un sector que empieza a dar se?ales de cansancio, debido a que la demanda extranjera de segunda residencia reclama ya una buena pr¨¢ctica urban¨ªstica. Por ello, m¨¢s valdr¨ªa que el flamante Ministerio de Vivienda, en vez de marcar como objetivo la contenci¨®n de precios, labor que no puede realizar por la escasez de competencias, se dedicara a desarrollar programas de vivienda protegida concertados con las ciudades y a la promoci¨®n de la calidad arquitect¨®nica, y dejara al ministerio competente el impulso de una econom¨ªa m¨¢s sostenible, con una representaci¨®n equilibrada del sector construcci¨®n.
Se impone repensar ad¨®nde conduce esta pauta, m¨¢s que modelo, cuyo paradigma son los llamados PAU, basados en la ilimitada proliferaci¨®n de inmuebles rodeados de inmensos espacios p¨²blicos, que no lugares, donde es dif¨ªcil encontrar y conocer al vecino de enfrente, y que en muchos casos llevan consigo la destrucci¨®n del entorno medioambiental para luego reconstruirlo con planes y programas espec¨ªficos. Conviene tener en cuenta que los costes de mantenimiento y servicios de las nuevas calles, plazas y jardines, as¨ª como los de reparaci¨®n de los errores ocasionados por este patr¨®n de crecimiento extensivo y fragmentario, suelen gravitar sobre las administraciones p¨²blicas, que tienen que acometer a posteriori costosas infraestructuras y equipamientos y que no van a seguir disponiendo indefinidamente de los fondos europeos que tanto han dado de s¨ª. ?Qui¨¦n le echa las cuentas a todo esto? ?Qui¨¦n se hace responsable de las repercusiones econ¨®micas de tal euforia constructora?
En el terreno pr¨¢ctico, vale la pena destacar, sin el menor atisbo de nostalgia de un jacobinismo pasado, el enredo legislativo en que nos encontramos sumidos entre tanta sentencia y normativa en permanente cambio. Confusi¨®n que culmina con el duro golpe que la reforma de la Ley del Suelo de 1998 propina a la concepci¨®n de la ciudad cuando, creyendo que una oferta masiva de suelo conseguir¨ªa controlar el precio de la vivienda, suprime el principio organizador del planeamiento, al dictaminar que todo suelo que no es protegible debe ponerse a disposici¨®n para ser urbanizado. Justamente ha sucedido lo contrario: nunca se ha construido tanto y el precio nunca hab¨ªa alcanzado tales cotas de esc¨¢ndalo.
Los legisladores auton¨®micos, cada uno a su manera, han ido desarrollando de forma minuciosa un rosario de articulados, con est¨¢ndares y par¨¢metros de todo tipo que, en el fondo, han ido esquinando el planeamiento, de forma y manera que hoy las ciudades se dise?an m¨¢s con leyes y reglamentos que con planos. Especialistas prestigiosos llegan incluso a proponer la desaparici¨®n del tr¨¢mite de avance, ¨²nica oportunidad para dar a conocer en un documento previo la articulaci¨®n conceptual entre lo p¨²blico y lo privado. Suprimirlo equivaldr¨ªa a decir adi¨®s a la compresi¨®n o la filosof¨ªa urbana de cada plan general. La ciudad como conjunto dejar¨¢ de tener sentido y se ver¨¢ reducida a un monopoly de inter¨¦s exclusivamente inmobiliario, donde cada uno va a lo suyo, mientras la convivencia se diluye al carecer de una educaci¨®n ciudadana, y se extiende la sospecha ante una administraci¨®n local que dedica sus mayores esfuerzos al crecimiento masivo y no al desarrollo sostenible. El urbanismo pasar¨¢ de ser la ciencia, la t¨¦cnica y el arte de hacer bien la ciudad a convertirse en instrumento al servicio exclusivo del negocio, con unos profesionales de los que se espera que vayan por detr¨¢s, con el l¨¢piz o la herramienta de CAD, sin hacer mucho ruido. Y, mientras tanto, el ciudadano de a pie, sumido en estas presiones, se tiene que dedicar fundamentalmente a la cuantificaci¨®n de las superficies que compra, de las fisuras y humedades de su edificio, sin poder entrar en la calidad y la racionalidad de la actividad constructiva.
Ahora, gracias al sat¨¦lite que divis¨® el ladrillo, resulta evidente que hace falta una mirada hacia atr¨¢s, una reflexi¨®n que parta de la premisa de que ni la econom¨ªa ni el planeamiento por s¨ª solos son capaces de resolver el problema del desarrollo urbano. Una vez m¨¢s, hay que afirmar que el equilibrio es fundamental y que la pr¨¢ctica exige poner sobre la mesa todos los vectores. Mientras alguna comunidad aut¨®noma ha llegado a descatalogar por v¨ªa de ley parques naturales para hacerlos edificables, la Conselleria de Pol¨ªtica Territorial de la Generalitat de Catalu?a propone que paisaje, arquitectura, econom¨ªa, suelo, infraestructuras, viviendas, mantenimiento, gesti¨®n, sean entendidos como un todo. Para ello es imprescindible que estas variables se articulen territorialmente mediante los planes, las infraestructuras y una nueva organizaci¨®n administrativa, pol¨ªticamente con la gobernaci¨®n y econ¨®micamente con una evaluaci¨®n seria de las repercusiones del crecimiento.
Y no se trata s¨®lo de un problema de sostenibilidad, sino tambi¨¦n de pensar que el legado de nuestra ¨¦poca no alcanzar¨¢ la consideraci¨®n de patrimonio, como aconteci¨® de hecho con la ciudad construida hasta la mitad del siglo pasado. En este aspecto, estamos rompiendo con el sentido de la tradici¨®n, que en ¨²ltima instancia significa transmisi¨®n, y que supone, junto con la innovaci¨®n, el pas de deux del crecimiento de la ciudad del futuro.
Xerardo Est¨¦vez es arquitecto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.