El infierno de la muerte por inyecci¨®n letal
Un estudio muestra que muchos condenados a esta pena en EE UU quedan paralizados, pero conscientes y con una terrible agon¨ªa
El estudio de las autopsias a presos ejecutados en EE UU por inyecci¨®n letal ha demostrado que el sistema puede ser no s¨®lo doloroso sino incapaz de garantizar la inconsciencia del preso, sometido a una par¨¢lisis pero no a una sedaci¨®n. La revista m¨¦dica Lancet, que publica el estudio, pide a las autoridades estadounidenses la revisi¨®n de este sistema de ejecuci¨®n para determinar si viola la enmienda constitucional que proh¨ªbe los "castigos crueles". Al menos dos estados han comenzado una revisi¨®n exhaustiva de este procedimiento de ejecuci¨®n.
Seg¨²n el trabajo, la inyecci¨®n letal que se emplea en las ejecuciones en 37 Estados no es, como se presenta, un m¨¦todo indoloro; los errores en la aplicaci¨®n y las dosis de sedantes han demostrado ser insuficientes en muchos de los casos analizados, lo que provoc¨®, de manera imperceptible para los ejecutores y el p¨²blico- un gran sufrimiento de los presos en sus ¨²ltimos minutos de vida.
Seg¨²n los m¨¦dicos estadounidenses que han investigado las autopsias de casi medio centenar de presos ejecutados, en 43 de los 49 casos la concentraci¨®n de anestesia en la sangre era inferior a la que se requiere para sedar a un paciente antes de una intervenci¨®n quir¨²rgica convencional. En 21 de esos casos, la dosis de anestesia revelada en las autopsias demuestra que los presos estaban suficientemente conscientes como para mantener una conversaci¨®n mientras mor¨ªan por el efecto doloroso del veneno.
Sin embargo, los presos no podr¨ªan haber hablado ni podr¨ªan haberse quejado porque reciben tambi¨¦n una sustancia que paraliza sus m¨²sculos para evitar espasmos. El resultado, seg¨²n los m¨¦dicos, es una demostraci¨®n de crueldad porque los presos asisten conscientes al lento proceso de su propia muerte por unos productos qu¨ªmicos que causan dolor.
El estudio se realiz¨® con autopsias a presos ejecutados en Tejas y Virginia, dos estados en los que han sido ejecutados la mitad de las 788 personas a las que se ha aplicado la pena capital por inyecci¨®n letal desde su reinstauraci¨®n en 1976 (el n¨²mero total de ejecuciones en este periodo asciende a 956).
Los m¨¦dicos han podido acceder a las autopsias, pero han comprobado que no existe documentaci¨®n sobre el funcionamiento del procedimiento en cada ejecuci¨®n. Tambi¨¦n se ha revelado que en muchos casos los enfermeros que ayudan en las ejecuciones no tienen la preparaci¨®n m¨¦dica que requiere la aplicaci¨®n de anestesia, lo que ha provocado casos de dosis err¨®neas o mal suministradas.
Tambi¨¦n se ha comprobado que no hay una valoraci¨®n de los efectos de la anestesia antes de proceder a la siguiente fase de la ejecuci¨®n, que aplica al preso una sustancia paralizante antes de la inyecci¨®n letal.
En casi todos los estados que emplean la inyecci¨®n para las ejecuciones, los presos reciben 2 gramos de anestesia, una cantidad que es, seg¨²n los m¨¦dicos que han hecho el informe, claramente insuficiente: "Asumir que 2 gramos garantiza la anestesia es sumamente simplista. Primero, las dificultades t¨¦cnicas y los errores en el procedimiento por ejecutores mal preparados pueden impedir la aplicaci¨®n total de esa dosis. Segundo, si la anestesia se aplicara en la dosis est¨¢ndar, la dosis total para un procedimiento de 10 minutos en un hombre de 100 kilos de peso estar¨ªa entre 1,3 y 2 gramos. De este modo, la dosis empleada no es excesiva, dado que la media de tiempo entre la inyecci¨®n y la muerte es de 8,4 minutos. Tercero, una persona que se enfrenta a su ejecuci¨®n estar¨¢ ansiosa y atemorizada y necesitar¨¢ por tanto una dosis mayor que la que se aplica a un paciente antes de una operaci¨®n quir¨²rgica", escriben los m¨¦dicos.
Uno de los autores, David Lubarsky, asegura que "hace falta una cantidad determinada de anestesia en tu sangre para estar dormido, pero cuando hemos medido esa cantidad en los cad¨¢veres justo despu¨¦s de la ejecuci¨®n, no era suficiente", lo que indica, seg¨²n las conclusiones del estudio, que algunos de los presos ejecutados estaban conscientes pero paralizados en los momentos anteriores a su muerte, sin poder expresar el dolor que posiblemente sent¨ªan durante la entrada del veneno.
El a?o pasado, un juez de Nueva Jersey orden¨® parar las ejecuciones por inyecci¨®n letal en ese Estado para investigar el procedimiento m¨¦dico y garantizar que no es "cruel". Un magistrado de Kentucky va a estudiar la semana que viene una medida similar. Otros Estados, como California, han resuelto la pol¨¦mica de manera expeditiva: aplican a los presos 5 gramos de anestesia antes de insertarles la inyecci¨®n letal.
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