?Tienen salida los violadores?
Llam¨¦ a mi madre y le dije: 'No te extra?e que me denieguen los permisos". La llamada del preso de Topas (Salamanca) a su madre se produjo en octubre de 2004, horas despu¨¦s de saberse que Pedro Jim¨¦nez, un interno de Brians (Barcelona) autorizado a salir tres d¨ªas, era el presunto asesino de las dos agentes de polic¨ªa en pr¨¢cticas halladas muertas en la casa que habitaban. La doble atrocidad resucit¨® al instante el debate sobre la reinserci¨®n de los violadores. O m¨¢s exactamente, si un violador puede cambiar. Una pesadilla para los psic¨®logos, crimin¨®logos y jueces de vigilancia, que tienen que valorar si un condenado por agresi¨®n sexual est¨¢ en condiciones de salir a la calle. Y por extensi¨®n, un nudo en el est¨®mago tambi¨¦n para algunos condenados por el mismo delito. Tres d¨ªas de permiso bastaron al preso de Barcelona para volver a delinquir. El interno de Topas era consciente de que el preso reincidente de Barcelona no les facilitaba las cosas a los que segu¨ªan dentro.
El violador en serie busca sentirse poderoso y huye ante una posici¨®n de fuerza de la v¨ªctima. Por el contrario, los s¨¢dicos se crecen ante la oposici¨®n
La probabilidad de reincidencia es mayor en quienes sufren un trastorno de psicopat¨ªa y en agresores de varones con preferencia por ni?os que no conocen
Blanca V¨¢zquez, psic¨®loga: "Hay un peque?o grupo multirreincidente que es el que acapara la tasa, y lo decisivo es saber c¨®mo poder controlarlo"
"Lo m¨¢s dif¨ªcil de superar es el miedo: el miedo a volver a prisi¨®n, el miedo a fracasar. Espero que nunca se vuelva a repetir lo que pas¨® y que pueda reinsertarme", afirma por escrito un interno de Brians, la misma prisi¨®n donde estuvo con anterioridad el presunto asesino de las dos agentes. El remordimiento y la p¨¦rdida de libertad se funden en este interno en un mismo sentimiento dif¨ªcil de separar. Asiste al programa para agresores sexuales y ha aceptado contestar unas preguntas planteadas por este peri¨®dico a trav¨¦s de sus educadores. En el programa "se analizan las situaciones que nos hicieron hacer da?o", afirma, "y se buscan alternativas al comportamiento que nos condujo a la agresi¨®n". Otro interno asegura: "Espero arreglar el problema por el que estoy en prisi¨®n". Ahora, "s¨¦ que hay otros modos, sin actuar como un obseso".
Sin tratamiento, "la reincidencia se sit¨²a entre el 18% y el 20%", afirma Antonio Andr¨¦s Pueyo, profesor de Psicolog¨ªa de la Universidad Central de Barcelona. "No es un porcentaje desde?able, pero no olvidemos que el delincuente com¨²n reincide el doble, en torno al 37%", a?ade. Aunque Blanca V¨¢zquez, psic¨®loga de la cl¨ªnica forense de los juzgados de Madrid, da tasas de reincidencia m¨¢s elevadas: cerca del 30% en delitos sexuales y alrededor del 50% en los comunes. "La novedad es que los que hacen terapia consiguen rebajar la reincidencia en torno al 4%", a?ade Pueyo. La tasa es algo mayor, "un 6,2%", si se recae en otro delito, "pero no contra la libertad sexual de las personas".
Reconocer el delito
Pueyo forma parte del grupo de estudio avanzado en violencia de la Universidad de Barcelona, de Brians, desde 1996. Con algunas variaciones, el programa se ha aplicado ya en Canad¨¢ y en Alemania. En los ¨²ltimos 10 a?os, Pueyo y sus colaboradores han estudiado la evoluci¨®n de 346 individuos que estaban en prisi¨®n desde 1991 y que obtuvieron la libertad antes de diciembre de 2002. Los porcentajes se han obtenido comparando un grupo de 62 ex presos que realiz¨® el programa con otro de igual n¨²mero que no lo sigui¨®. En el grupo de tratamiento, la reincidencia se redujo un 15%", explica. "Recaen los violentos, los que tienen rasgos psicop¨¢ticos, desviaci¨®n sexual o una carrera criminal variada. Otro factor de reincidencia, en general, es que el agresor consuma drogas y ataque a mujeres desconocidas de m¨¢s de 14 a?os", a?ade.
No todas las estad¨ªsticas son positivas. El grupo catal¨¢n en el Congreso ha recordado que aunque la delincuencia descendi¨® un 2,58% en el primer semestre de 2004, los delitos contra la libertad sexual se incrementaron en un 7,36%. No discuten la eficacia de las terapias en la c¨¢rcel, pero piensan en el d¨ªa despu¨¦s.
En Brians, 150 presos se han beneficiado ya de esta terapia, extendida ¨²ltimamente a otras prisiones de Barcelona. El tratamiento se imparte en grupos de 10 a 12. "Hay un mito sobre los agresores sexuales. No es cierto que sean irrecuperables", afirma Marc Cer¨®n, jefe del servicio de rehabilitaci¨®n de los Servicios Penitenciarios de Catalu?a. "Aunque es cierto que existe un grupo impermeable a la autocr¨ªtica y abocado a delinquir", admite. "El requisito para participar en el programa es que reconozcan el delito", advierte Juan Carlos Navarro, psic¨®logo de Brians. "Pero hay que asumir que no vamos a lograr un riesgo cero", matiza. "Necesitar¨ªamos m¨¢s inversi¨®n y nunca tendr¨ªamos una certeza de riesgo cero", agrega.
La diputada Merc¨¨ Pigem, de CiU, tiene otro enfoque. Piensa que no hay que conformarse: considera crucial hacer frente a la reincidencia, y ha reclamado al Gobierno modificaciones en el sistema penitenciario.
"Espero no volver a reincidir porque no s¨®lo es duro para m¨ª, sino para quien sufri¨® la agresi¨®n", declara un interno. "Si una mujer no quiere tener relaciones no hay que forzarla, para eso est¨¢n los clubes y otros locales", contesta otro.
Vicente Garrido, psic¨®logo criminalista y profesor titular de la Universidad de Valencia, es el padre de la mayor¨ªa de las terapias que se imparten en las c¨¢rceles espa?olas. Garrido forma parte del grupo Campbel, un comit¨¦ internacional dedicado a estudiar programas para prevenir el delito. Inicialmente form¨® a psic¨®logos de otras ocho prisiones espa?olas, adem¨¢s de las catalanas. "Pero s¨®lo me responsabilizo de los programas de Barcelona, porque siguen una evaluacion cient¨ªfica", precisa
"En la primera fase del programa se procura desarrollar su mundo emocional, a menudo embotado. La mayor¨ªa vive en un mundo de emociones egoc¨¦ntricas", explica Garrido, autor de Cara a cara con el psic¨®pata y de otros estudios sobre el control de la agresi¨®n sexual firmados con Mar¨ªa Jos¨¦ Beneyto. "En la segunda fase toman conciencia del dolor de las v¨ªctimas para que acepten su responsabilidad. Muchos tienden a justificarse y a negar ese dolor", prosigue.
?Ahondar en el dolor de la v¨ªctima no puede ser contraproducente cuando se trata de delincuentes peligrosos? Al comprender sus mecanismos, ?no cabe el riesgo de que el agresor aprenda a hacer m¨¢s da?o? "Cuando se trata de agresores con una psicopatolog¨ªa elevada, puede haber reacciones particulares y hay que vigilarlas", admite Garrido. Pero, "seguir el programa exige esfuerzo y el psic¨®pata abandona cuando hay que responsabilizarse". El tercer pelda?o del programa se dirige a prevenir la reca¨ªda. "Cada agresor se rige por un patr¨®n de conducta y hay que ense?arle a identificar su patr¨®n", se?ala el criminalista.
Agredir es suicida
Juan Carlos Navarro acostumbra a contar una historia a los asistentes al programa. Les habla de un soldado tendido en la trinchera que tiene una piedra incrustrada en una pierna. Le molesta. Se obsesiona tanto con la piedra que en un momento dado se pone en pie, despreciando el hecho de que le pueden meter una bala. El psic¨®logo les dice que es suicida agredir para sacudirse un peque?o problema, por molesto que sea. "Hay que darles resortes para remontar la situaci¨®n que les lleva a delinquir. Parad¨®jicamente, potenciando su autoestima, que es muy fr¨¢gil", advierte Navarro. Pero hay especificidades. El violador en serie busca sentirse poderoso, y ante una posici¨®n de fuerza de la v¨ªctima huye. Por el contrario, los s¨¢dicos se crecen ante la oposici¨®n. El psic¨®logo de Brians hace notar que la mayor¨ªa no agrede por motivos sexuales, sino para sentirse mejor -moment¨¢neamente- humillando a otros, a trav¨¦s de conductas aprendidas. El programa sigue t¨¦cnicas cognitivas y de modificaci¨®n de conducta. "Pero hay casos en los que el impulso sexual est¨¢ desviado y, con prudencia, se introducen t¨¦cnicas adversivas (un olor desagradable, que incite al rechazo, como el amoniaco), asoci¨¢ndolos a ciertas conductas". En el peor de los casos, "el tratamiento ayuda a vivir la sexualidad de otra manera. En conjunto, incluso los que reinciden lo hacen en delitos menores", recuerda. "Ir con prostitutas o de pago est¨¢ contraindicado porque falta intimidad. Mejor ir al psic¨®logo", advierte.
En el tercer grado o en libertad condicional cuentan con acompa?amiento. Una vez en libertad, el seguimiento es voluntario. Si es un psic¨®pata, desde que pisa la calle. "Hay distintas tipolog¨ªas de violador", sostiene Garrido, "pero en la pr¨¢ctica no se dan de forma pura. Los hay con un componente s¨¢dico, otros s¨®lo cometen agresiones sexuales, y hay delincuentes polivalentes que, adem¨¢s de los comunes, cometen delitos sexuales. Si se a?ade una alteraci¨®n estructural de la personalidad, los pron¨®sticos se ensombrecen".
"Ahora conozco perfectamente lo que pueden ser para m¨ª situaciones de riesgo. Lo m¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ reintegrarme a la sociedad y tener una vida normalizada despu¨¦s de haberlo perdido todo", dice un preso de Topas. "Quiero ser una persona normal y corriente y no volver a agredir a nadie. Ahora puedo ponerme en su puesto y saber lo que pudo sentir esa persona al ser agredida por m¨ª", responde otro. Un tercero, a punto de salir cuando se realiz¨® el reportaje, afirmaba que la terapia le hizo "da?o" y le hizo "bien", y que las agresiones deben denunciarse "para que el violador no siga".
Hilar fino
"Cuando van a salir es com¨²n que tiendan al optimismo, y les prevenimos contra ello", afirma Maric¨¦ Romero, psic¨®loga de la prisi¨®n de Topas. Formada inicialmente con Vicente Garrido, Romero trabaja en Topas desde 1998 en la rehabilitaci¨®n de agresores sexuales y presos violentos. "No es cierto que la c¨¢rcel no sea el lugar id¨®neo para tratarse. Todo lo contrario. En la calle no piden ayuda, est¨¢n en su mundo. Aqu¨ª aprenden estrategias de control", defiende. "El tiempo de la c¨¢rcel es duro para un agresor sexual, hay un rechazo visceral y familiar y tambi¨¦n de sus compa?eros. Quedan aislados, en soledad. No es agradable volver. Se cumplen ¨ªntegramente las penas y se hila fino. Si tenemos dudas no los ponemos en la calle, salvo que haya fuera un entorno familiar que los acoja. No nos podemos permitir el error", dice la psic¨®loga. "Para asistir al curso, hay prioridades: que se encuentren al final de la condena y que haya una motivaci¨®n real de cambio. No hay relaci¨®n directa entre hacer el tratamiento y obtener permisos", matiza. Garrido comparte el mismo argumento. Reconoce, no obstante, que "si hay una evaluaci¨®n positiva, le sirve para conseguir una clasificaci¨®n de grado abierto".
"El tratamiento es caro", admite Garrido. "Pero es rentable porque al rebajar la reincidencia eliminas el da?o a las v¨ªctimas. La proyecci¨®n es a¨²n mayor en los violadores m¨²ltiples. Sabemos que si no modifican su comportamiento van a agredir. Trat¨¢ndolos, la sociedad est¨¢ m¨¢s protegida", argumenta.
"Intentamos desautomatizar conductas", afirma Maric¨¦ Romero. "Aunque m¨¢s que seguir una conducta act¨²an de forma compulsiva. Tienen una historia personal poco elaborada y traum¨¢tica", indica. No est¨¢ de acuerdo en que en la c¨¢rcel no se aprecie cambios al no tener que relacionarse con mujeres. "En la c¨¢rcel se detectan muchas conductas problem¨¢ticas: las de dependencia y posesi¨®n se pueden anticipar en el trato que tienen con su familia. Aunque si las agresiones son a ni?os, la evoluci¨®n es complicada. O si el agresor est¨¢ ligado a la delincuencia marginal", reconoce.
La psic¨®loga de Topas considera clave "controlar la impulsividad. En cualquier conducta agresiva hay un comportamiento compensatorio, y con la agresi¨®n sexual pasa lo mismo. No se obtiene ning¨²n placer". Romero cree que rehabilitar a estos presos requiere especializarse. "Pero es fuerte y duro. Toca mucho a nivel personal, aunque yo distingo entre la persona y el acto".
Admite que en Topas no se hace un seguimiento del preso al dejar la c¨¢rcel. "Una vez que la condena se extingue, ya nada nos ata a ellos, ni ellos a nosotros", dice. El control del ex recluso se escapa y s¨®lo se tienen de ¨¦l noticias indirectas. Por desgracia, una de ellas es que vuelva a la c¨¢rcel. "Cuando alguien obtiene la libertad definitiva y sabes que no est¨¢ recuperado, hay un sentimiento de angustia. Pero en otros s¨ª ves un antes y un despu¨¦s: son conscientes del da?o causado y salen con ganas de demostrar que han mejorado", asegura.
"Lo que se debe pedir a los jueces de vigilancia penitenciaria es que tengan en cuenta los riesgos. La probabilidad de reincidencia es mayor en los que tienen un trastorno de psicopat¨ªa y los agresores de varones que tienen preferencia por ni?os que no conocen", se?ala Vicente Garrido. "Hay que valorar de forma concienzuda a los delincuentes, y ser duro con los duros y muy centrados y blandos con los blandos. Agunos pueden salir adelante", insiste.
"Es un delito infrecuente desde el punto de vista estad¨ªstico, pero con una fuerte dimensi¨®n y repercusi¨®n", afirma Blanca V¨¢zquez Mezquita, psic¨®loga de la cl¨ªnica m¨¦dico-forense de los juzgados de Madrid. "Hay un peque?o grupo multirreincidente que es el que acapara la tasa y lo decisivo es saber c¨®mo poder controlar a ese grupo que sabes que va a reincidir". V¨¢zquez realiza desde hace 16 a?os informes periciales de oficio tras entrevistarse con los acusados. En 2003 hubo 6.000 denuncias (en Madrid), y es habitual que se solicite el peritaje de la cl¨ªnica. Aunque a veces la defensa del acusado lleva su peritaje de parte. Este informe externo suele costar 5.000 euros, pero puede servir de atenuante y ahorrar al acusado unos seis a?os de prisi¨®n.
Control electr¨®nico
"En Canad¨¢ los agresores son tratados y seguidos una vez en libertad. Hay que elegir entre gastar el dinero antes con tratamientos en la c¨¢rcel o despu¨¦s, con personal de apoyo", se?ala V¨¢zquez. "La f¨®rmula es complicada. Se trata de aproximarse a una libertad vigilada que no lesione sus derechos. En Espa?a, la ley penitenciaria no contempla el seguimiento en contra la voluntad del ex preso", reflexiona. "En otros lugares se utilizan pulseras electr¨®nicas conectadas a una oficina. Es un reto". Una de las peticiones de CiU va en este sentido: "Utilizar alg¨²n control electr¨®nico o inform¨¢tico" que permita, en ocasiones, "seguir los movimiento del condenado". Aunque de momento s¨®lo cuando sale de permiso.
V¨¢zquez hace notar que lo ¨®ptimo ser¨ªa combinar tratamiento y control. "Las t¨¦cnicas cognitivo-conductuales sirven para manejarse socialmente, pero no sabemos si evitan la reincidencia. Los agresores con rasgos psicop¨¢ticos son capaces de aprender lo que tienen que decir y hacer para que se piense que est¨¢n rehabilitados", a?ade. "Si un agresor me demuestra que no puede dejar de agredir es al primero al que hay que ayudar, pero casi todos los que he conocido tienen la capacidad de dejarlo. Las v¨ªctimas se merecen m¨¢s inversi¨®n. No hago distinci¨®n entre agresor y agresor sexual. Todo es violencia. En ella subyace un af¨¢n de dominaci¨®n". Recuerda que s¨®lo se denuncian una de cada cinco agresiones. "Cuando el violador de Pir¨¢mides ley¨® en los peri¨®dicos que le buscaban se abstuvo de agredir un tiempo. Los psic¨®patas violan por aburrimiento, por el placer de hacer da?o, planifican sus agresiones. Son adictos".
Otras terapias
"NO HAY QUE DESCARTAR La castraci¨®n qu¨ªmica", sostiene Vicente Garrido. "Es reversible, pero el tratamiento qu¨ªmico unido a una terapia psicoeducativa facilita la reinserci¨®n", a?ade. Este tipo de terapias se ha experimentado en California y en otros pa¨ªses. Por el contrario, la castraci¨®n en sentido f¨ªsico o quir¨²rgico plantea serias dudas a los expertos.
Blanca V¨¢zquez aprueba la castraci¨®n qu¨ªmica, pero con cautelas: "Esta terapia ayuda si hay control posterior, pero no es la panacea. Impides la agresi¨®n sexual, pero no cortas todas las v¨ªas de la agresi¨®n. El deseo de violar no se elimina s¨®lo con pastillas. La motivaci¨®n final es ejercer el poder sobre la v¨ªctima", argumenta.
En su moci¨®n parlamentaria, Merc¨¨ Pigem y CiU van m¨¢s lejos y piden al Gobierno que considere cualquier terapia farmacol¨®gica que est¨¦ en estudio en otos pa¨ªses, incluidas las que sean irreversibles. El pasado 8 de febrero, Pigem defendi¨® en el Congreso de los Diputados modificaciones del actual sistema penitenciario y de la legislaci¨®n penal vigente destinadas a frenar las reca¨ªdas.
La ley no hace distinciones, pero cuando se detecta que el violador es un psic¨®pata, hay una sensibilidad especial al abordar su situaci¨®n. "Desgraciadamente, el error s¨®lo puede verse a posteriori", explica Mar¨ªa Reyes Gimeno, titular del Juzgado n¨²mero 1 de Vigilancia Penitenciara de Madrid.
Gimeno recuerda que ante un hipot¨¦tico permiso, la junta del centro propone y el juez ratifica o no. "El juez ejerce un control de calidad sobre la decisi¨®n administrativa. Si ¨¦sta es desfavorable, normalmente se deniega", prosigue la juez de vigilancia. "Se puede decir que en el 95% de los casos se aprueba lo propuesto, pero hay un 5% en el que surgen discrepancias. Ah¨ª est¨¢ la dificultad. El sujeto en tratamiento puede estar arrepentido o manifestarlo s¨®lo de forma instrumental, pero no est¨¢ previsto el control posterior a la condena. El violador del Ensanche s¨ª acept¨® someterse a terapia al ser excarcelado, tambi¨¦n ha habido otros presos que han aceptado alg¨²n tipo de control de una manera discreta".
"Las penas son suficientes. El C¨®digo Penal da una respuesta estandarizada a los problemas, pero no podemos caer en un v¨¦rtigo legislativo", dice Joaqu¨ªn Gim¨¦nez, magistrado de la Sala Segunda de lo Penal del Tribunal Supremo. "La cuesti¨®n no es poner m¨¢s o menos, sino qu¨¦ se hace con el preso. La libertad es un riesgo, y una vez que se extingue la pena, hay que poner al preso en libertad, pero hay que prepararlo", afirma el magistrado.
"Hay que tener en cuenta que pueden ser mod¨¦licos en la c¨¢rcel y no estar rehabilitados. Reflexionar sobre lo hecho y tener conciencia del mal es m¨¢s importante que ser d¨®cil. En los violadores y en los maltratadores, el c¨®digo de valores sobre la mujer est¨¢ alterado: tienen que desaprenderlo para insertarse", contin¨²a Gim¨¦nez. "De todos modos, la obtenci¨®n del tercer grado es un desaf¨ªo. Ante un caso de alarma el juez tiene que tomar una decisi¨®n fundada con un pron¨®stico de futuro s¨®lido", declara, al tiempo que plantea que se estudie la conveniencia de que el agresor que ha cumplido condena entre en contacto con las Asociaciones de V¨ªctimas (nunca con la que sufri¨® su agresi¨®n directamente) para que pueda ver el da?o causado. "Es algo in¨¦dito que habr¨ªa que estudiar para vincularlos al problema".
El psiquiatra Enrique Echebur¨²a recuerda que la violaci¨®n causa un da?o profundo en la v¨ªctima. Seis de cada diez sufren estr¨¦s postraum¨¢tico. "Sienten que alguien ha interferido gravemente en su vida, y se produce una fase de estr¨¦s agudo, ya que sus recursos psicol¨®gicos han sido rebasados. S¨®lo quieren que detengan al culpable y que cumpla las condenas. De hecho, mejoran cuando el agresor es detenido. La v¨ªctima exige que el responsable pague el da?o causado. Pero el tratamiento unido a la condena no es un sarcasmo, en cuanto que reduce el riesgo para otras v¨ªctimas. Sobre todo teniendo en cuenta que el que no tiene tratamiento tambi¨¦n sale libre".
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