Tarde de tregua
Los apartamentos papales estaban vac¨ªos y sellados, el despacho de Berlusconi pod¨ªa quedar desocupado en cualquier momento y los fascistas futboleros no incendiaron los estadios. Qu¨¦ pl¨¢cido domingo italiano, el de ayer. La moment¨¢nea paz del f¨²tbol, despu¨¦s de tanta violencia y tanto bochorno, no se quebr¨® ni en el derby toscano, que dej¨® a los comunistas del Livorno en mitad de la tabla y al Fiorentina resbalando de regreso a Segunda, ni con la derrota en casa del Roma ante el Reggina.
La primera jornada de tolerancia cero en el calcio moviliz¨® una tremenda cantidad de polic¨ªa. Y ofreci¨® noticias sensacionales. Como el procesamiento (con libertad condicional) del c¨¦lebre Matteo Saronni, el carpintero interista de 26 a?os que cuatro temporadas atr¨¢s arroj¨® un ciclomotor desde la grada de San Siro y el mi¨¦rcoles, durante el penoso derby europeo Inter-Milan, se hart¨® de lanzar bengalas. La l¨®gica judicial no qued¨® clara. ?Era peor tirar una bengala que tirar una moto? ?Hab¨ªa cambiado la ley entre 2001 y 2005? ?Era la mecha el elemento delictivo? ?Podr¨¢ Saronni lanzar un Fiat Panda cuando vuelva al estadio?
En el Ol¨ªmpico de Roma, los espectadores tuvieron que pasar dos, tres, cuatro o hasta cinco controles. Y, al menos al principio, la cosa se afront¨® con buen humor y con mucho ah¨®, la interjecci¨®n arquet¨ªpicamente romana. "?Ah¨®, escr¨ªbeme cuando llegues!", le grit¨® uno a su compa?ero, que iba ya un par de controles por delante. "Ah¨®, no me han pillado las lentillas de contacto. En cuanto empiece el partido, las tiro al campo", le susurr¨® otro a un amigo. Los registros eran totales: gorros, bufandas, banderas... "Ah¨®, perdone la inexperiencia, se?or polic¨ªa; es mi primera visita a Bagdad", coment¨® alguien con cierto sarcasmo.
Ya dentro, en la grada, el ambiente era m¨¢s oscuro. Un reportero del diario La Repubblica enviado al coraz¨®n de la curva violenta se sorprendi¨® por las cantidades industriales de porros que se consum¨ªan y por la escasa atenci¨®n que se prestaba al partido. Todo eran coros contra la polic¨ªa (los sbirri) y contra Cassano (definitivamente ca¨ªdo en desgracia), canciones sobre heroicas batallas campales y planes para otras jornadas con menos vigilancia. La nueva normativa antiviolencia, que preve¨ªa la suspensi¨®n del encuentro y la derrota local por 3-0 en cuanto cayera una bengala sobre el c¨¦sped, excitaba miles de imaginaciones: bastaba esperar al pr¨®ximo partido del Lazio, colarse en el Ol¨ªmpico con un cohete y arrojarlo sobre el portero para hundir al enemigo en la miseria.
Todo indicaba que la tarde de calma no supon¨ªa paz, sino tregua, y breve.
Una l¨¢stima, porque el calcio segu¨ªa deparando instantes hermosos. Como el segundo gol de Lucarelli, el t¨®tem del Livorno; o los ocho goles, uno anulado, marcados en Tur¨ªn (en el para¨ªso todos los equipos son entrenados por Zeman y juegan sin defensa); o la rabia de Calderoni, el portero del Atalanta, que en el ¨²ltimo minuto del derby con el Brescia, y con 0-0 en el marcador, par¨® un penalti que hubo que repetir porque sus compa?eros pisaron el ¨¢rea antes de tiempo (el segundo entr¨®).
Veremos qu¨¦ pasa en lo que queda de temporada. Italia, en cualquier caso, es sabia y saldr¨¢ del paso. Sabe manejar a los fascistas. N¨®tese que desde hace a?os los tiene en el Gobierno, en los estadios y donde haga falta, con tal de que se entretengan y no anden por ah¨ª haciendo lo que mejor se les da: asaltar librer¨ªas.
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