Sant Jordi en la c¨¢rcel
Ser¨¢ por haber visto muchas pel¨ªculas o por cierta tendencia a la desconfianza. El caso es que, aunque uno sepa con toda seguridad que va a salir al cabo de un rato, no puede evitar estremecerse al atravesar los corredores de una c¨¢rcel, interrumpidos cada pocos metros por una puerta corredera -y chirriante- de barrotes.
Es mi¨¦rcoles por la tarde y estamos en Quatre Camins -a 20 minutos de Barcelona-, donde se celebra el D¨ªa del Libro con tres d¨ªas de antelaci¨®n. Hasta aqu¨ª llegan Enric Casasses, M¨¤rius Serra, Matthew Tree, N¨²ria Mart¨ªnez Vernis, Carles Rebassa, Laia Noguera y Carles Qu¨ªlez, escritores invitados a compartir recital de lectura con los presos. Llegan tambi¨¦n las autoridades, y funcionarios de otras prisiones que participan en los actos del A?o del Libro y la Lectura en los centros penitenciarios. La lectura de hoy ser¨¢ la "presentaci¨®n a la comunidad" de las actividades que la gente de la Secretar¨ªa de Servicios Penitenciarios, Rehabilitaci¨®n y Justicia Juvenil viene desarrollando con los reclusos durante todo 2005 con la literatura y el Quijote como ejes. El lema es Un llibre, una finestra al m¨®n, distinto, se?ala M¨¤rius Serra, del M¨¦s llibres, m¨¦s lliures del Ayuntamiento de Barcelona.
Comparece en el escenario un recluso vestido con capa negra y gorguera: "Soy Miguel de Cervantes. En Catalu?a, Miquel. Y aqu¨ª, Miqui"
Superado el tr¨¢mite de los corredores, la comitiva llega a una sala de actos amplia, donde esperan presos y educadores. Y la cosa empieza. Comparece en el escenario un recluso vestido con capa negra, gorguera y sombrero con pluma: "Soy Miguel de Cervantes. En Catalu?a, Miquel. Y aqu¨ª, por la cercan¨ªa, Miqui", se presenta. Alguien le dir¨¢, terminado el acto, que tendr¨ªa que haberse roto un brazo para resultar m¨¢s cre¨ªble. A lo que contestar¨¢ que ¨¦sa era la idea, pero que nadie le hab¨ªa sabido decir si Cervantes era manco de la izquierda o de la derecha y, con l¨®gica aplastante, que necesitaba las dos manos para irse poniendo y sacando las gafas de leer y, simult¨¢neamente, pasar las p¨¢ginas del gui¨®n. Con salero, el maestro de ceremonias va presentando a los escritores, contactados para la ocasi¨®n por la Instituci¨® de les Lletres Catalanes.
Empieza Matthew Tree: "Hay mucha gente que piensa que los escritores son pesados. Hoy queremos demostrar que esto no es cierto en todos los casos". ?l y el recluso Jorge Ojeda -luego le dar¨¢n un diploma que lo acredita como ganador del concurso literario del centro en la categor¨ªa de narrativa por el cuento Los diez de Baltimore- leen un fragmento del libro autobiogr¨¢fico Mem¨°ries!, donde Tree narra el momento en que le diagnosticaron un trastorno obsesivo compulsivo. Serra lee despu¨¦s todas las versiones posibles de "un cuento interactivo" que escribi¨® y colg¨® de Internet para celebrar un Sant Jordi de hace a?os y Casasses, que pide por favor que silencien la m¨²sica ambiental que hasta ese momento amenizaba el acto, lee versos propios y convence con los deseos, proyectos y amenazas de una chica que acaba de cumplir 17 a?os. Mart¨ªnez Vernis habla de soledades y se lleva un "?bravo!", y Noguera lee sobre capitalismos y gente de orden falsa y sospechosa y sobre amor y sexo a la papasseitiana manera, seg¨²n ella misma aclara, y se lleva otro bravo. Suben al escenario Carles Rebassa y un preso que se llama Sergi. Se acaban de conocer, pero Sergi ha tenido tiempo de preparar la lectura que Rebassa sugiri¨® hace unos d¨ªas. En vez de un texto de cosecha propia, las palabras de Guillem d'Efak. Cuando le toca el turno al mismo Rebassa consigue que el auditorio se r¨ªa con ganas con el soliloquio de un viejo que regenta un prost¨ªbulo y se va quedando sin clientela. Finalmente, Carles Qu¨ªlez, un periodista especializado en sucesos que ha escrito diversos libros sobre casos sonados, lee un texto que ha escrito especialmente para la ocasi¨®n y lo dedica a un amigo suyo muerto a causa de una sobredosis hace menos de un mes en Brians. Se hace el silencio.
Llega a continuaci¨®n la entrega de premios de los concursos literario y de dibujo y los presos jalean a los ganadores. Entre ellos, Javier Picatoste, el recluso que protagoniz¨® una desgraciada fuga hace un tiempo y al que no le es permitido asistir al acto.
Hay tiempo para todo. Tambi¨¦n para discursos serios. Los pronuncian el director del centro, Pedro Dom¨ªnguez, y el secretario general de Servicios Penitenciarios, Albert Batlle, quien recuerda "los hechos de hace un a?o, que no se tienen que repetir", en referencia al mot¨ªn de presos y a la acusaci¨®n de presuntos de malos tratos por parte de algunos funcionarios, y defiende que las c¨¢rceles han de ser "centros vivos y no meros contenedores de conflictos sociales".
Para acabar, el inevitable homenaje al Quijote. En este caso, tiene una gracia especial. Los educadores han aprovechado el mestizaje que tambi¨¦n se da en las c¨¢rceles para trabajar con los presos. Algunos de ellos han traducido los consejos que Don Quijote da a Sancho para el buen gobierno de la ¨ªnsula Barataria y as¨ª los leen en ¨¢rabe, alban¨¦s, italiano, ingl¨¦s, catal¨¢n, gallego, bereber y estonio.
Ha sido largo, ha sido intenso. Y los escritores se van satisfechos pero con una sensaci¨®n un tanto rara. Ser¨¢ el sonido y la visi¨®n de las puertas correderas que jalonan el recorrido de vuelta. Una vez fuera, alguien explica que despu¨¦s de permanecer mucho tiempo entre rejas hay quien se marea cuando sale al exterior.
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