La pr¨®xima escisi¨®n del PNV
En la ma?ana electoral del domingo, uno que sal¨ªa del batzoki de Abando, en Bilbao, exclam¨® en voz audible para los transe¨²ntes: "La hostia que se van a pegar los espa?oles". Se la peg¨® Ibarretxe, cuya coalici¨®n perdi¨® 140.000 votos (y 153.000 su tripartito). Aunque una parte del voto de 2001 haya regresado al sucesor de Batasuna o a Aralar, quedar¨ªa por explicar el destino de m¨¢s de 100.000 sufragios. Seguramente tiene raz¨®n la secretaria del Consejo Nacional del PNV, Josune Ariztondo: "Se han quedado en la abstenci¨®n". Esto significa que pueden volver, pero tambi¨¦n que no existe la incondicionalidad que se hab¨ªa manifestado hasta ahora. De momento muchos votantes del PNV han expresado su distancia con el plan soberanista mediante la abstenci¨®n.
No es normal que un partido cat¨®lico y de orden se convierta en rupturista y semi subversivo, y mantenga ¨ªntegro su electorado. Eso ha funcionado porque era un rupturismo desde el poder, impostado, sin riesgo visible. Ya no funciona. Habr¨¢ otras razones, pero una es que ahora los votantes moderados del PNV ya saben que el plan Ibarretxe nunca ser¨¢ convalidado en las Cortes espa?olas. El lehendakari les hab¨ªa hecho creer que "Madrid" no se atrever¨ªa a rechazarlo, cuando en realidad no pod¨ªa hacer otra cosa. El plan est¨¢ abocado a la derrota cuantas veces se presente, y a los burgueses del PNV no les gusta figurar entre los derrotados. Por eso fue un acierto llevar el debate al Parlamento, dejando claro el resultado, en lugar de aplazarlo por la v¨ªa del recurso ante el Constitucional.
Al mismo tiempo, se confirma que, con campa?a intensa o relajada, con participaci¨®n alta o baja, en elecciones generales o auton¨®micas, los partidos no nacionalistas siguen representando a cerca de la mitad del electorado: entre el 40% y el 50% en todas las elecciones, de cualquier ¨¢mbito, celebradas en los ¨²ltimos 12 a?os. O sea que ni la presi¨®n de ETA, ni el acoso de la kale borroka, ni la coacci¨®n de los que se presentan con impunidad sorprendente en los colegios electorales con pancartas y gritos contra los candidatos no nacionalistas, han logrado que ese sector desista.
Esto sit¨²a al nacionalismo gobernante ante un dilema: ?no habr¨ªa sido mejor plantear las cosas abiertamente, buscando el voto radical con el plan soberanista de Ibarretxe, en lugar de esconderlo durante la campa?a? La v¨ªspera de las elecciones, Arzalluz dec¨ªa que "no hubiera hecho igual" la campa?a y que ¨¦l no habr¨ªa dejado "escapar ning¨²n ataque" (El Peri¨®dico de Catalunya, 16-4-05). Probablemente, Egibar cavile de forma similar, y tambi¨¦n los neo-radicales de EA. Imaz, en cambio, est¨¢ emitiendo en otra onda, advirtiendo de que no habr¨¢ pactos sin condena expresa de la violencia y reconociendo que el plan Ibarretxe no es ya la propuesta del Parlamento vasco sino la de PNV-EA, destinada a confrontarse con otras en un eventual debate sobre la reforma del Estatuto. Cobra as¨ª sentido lo que dijo el pasado 16 de febrero en el Foro Tribuna, de Barcelona: "Si el 18 de abril hay condiciones reales para alcanzar una propuesta de autogobierno (...) que supere las mayor¨ªas actuales, el PNV va a estar en ese camino". Los resultados electorales habr¨ªan proporcionado la coartada que el PNV necesitaba para salir del callej¨®n en que se hab¨ªa metido.
Se ha recordado el paralelismo entre la situaci¨®n actual y el enfrentamiento de los a?os 30 entre el sector autonomista y el independentista tras el rechazo del proyecto anticonstitucional de Estella por las Cortes republicanas, zanjado con la elaboraci¨®n de un nuevo proyecto pactado y respetuoso con el marco constitucional. Pero hay tambi¨¦n el antecedente de la pugna entre esos sectores tras el inesperado fracaso electoral en los comicios de 1919, que interrumpi¨® una serie de ¨¦xitos pol¨ªticos espectaculares. Los radicales, influidos por la situaci¨®n irlandesa, consideraron que el fracaso lo era del posibilismo de la direcci¨®n, que hab¨ªa relativizado el objetivo independentista. Los autonomistas concluyeron, por el contrario, que solos nunca alcanzar¨ªan el autogobierno, y que necesitaban, por ello, adaptar su programa a la evidencia de que no todos los vascos eran nacionalistas. La pugna se fue agravando hasta culminar en la escisi¨®n de 1921 que mantuvo dividido al PNV hasta el congreso de reunificaci¨®n de Vergara, en 1930.
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