La pasi¨®n papista como acontecimiento medi¨¢tico
Muchos lectores de prensa, oyentes de radio y espectadores televisivos nos estamos sintiendo escandalizados por el gran carnaval que los medios occidentales han montado retransmitiendo en directo la agon¨ªa, los funerales y la lucha por la sucesi¨®n del papa Wojtyla. Y digo 'gran carnaval' en referencia a la pel¨ªcula del mismo t¨ªtulo (Big Carnival, 1951): un panfletario melodrama de Billy Wilder en el que Kirk Douglas, un c¨ªnico periodista corrupto, aprovechaba un accidente minero para escenificar un espect¨¢culo sensacionalista hinchando la noticia hasta montar un demag¨®gico esc¨¢ndalo. Pues bien, eso mismo han hecho ahora al un¨ªsono todos los medios de informaci¨®n: hinchar la noticia de la muerte del Papa para elevar la an¨¦cdota cat¨®lica (mera cr¨®nica de una muerte anunciada) a la categor¨ªa de acontecimiento hist¨®rico de alcance universal. Lo cual ha provocado tanto el redundante entretenimiento de la mayor¨ªa conformista como la airada indignaci¨®n de dos minor¨ªas opuestas: los esc¨¦pticos ilustrados, entre quienes me cuento, y los cat¨®licos sinceros, que han debido de sentirse heridos en lo m¨¢s ¨ªntimo al ver su templo profanado por los mercaderes medi¨¢ticos. ?C¨®mo justificar tama?o espect¨¢culo?
La explicaci¨®n m¨¢s simple, como en la pel¨ªcula de Wilder, es el inter¨¦s lucrativo: los medios habr¨ªan aprovechado la pasi¨®n del Papa para tratar de forrarse a su costa, creyendo que pod¨ªan hacer el gran negocio del siglo como si hubiera estallado una fiebre del oro. Pero esta explicaci¨®n no parece convincente, dados los elevados costes en que han incurrido sin un claro beneficio. Es posible que a corto plazo alg¨²n medio haya podido ampliar su cuota de mercado, pero a la larga pueden salir perdiendo, en t¨¦rminos de saturaci¨®n de la demanda y de desprestigio profesional, ante la abusiva redundancia de tan aburrido espect¨¢culo. Lo que pasa es que, dado el conformista mimetismo que reina en la profesi¨®n, nadie quiso ser menos que sus competidores. Por si el Kirk Douglas de turno se lanzaba a montar el espect¨¢culo, los dem¨¢s no quisieron quedarse atr¨¢s, y todos se adelantaron a montar su particular acontecimiento medi¨¢tico. As¨ª, una vez creada la bola de nieve, ya no hab¨ªa marcha atr¨¢s, y todos siguieron hinchando la burbuja inflacionista del redundante papismo-espect¨¢culo. No obstante, reducir este montaje a una espiral especulativa no agota la complejidad del fen¨®meno, que precisa otras explicaciones m¨¢s refinadas.
Circula una versi¨®n de los hechos que interpreta esta epidemia de papismo como una prueba de renacimiento religioso, ya sea porque Dios resucita o por un milagro debido a la santidad de Wojtyla. Respecto al presunto retorno divino, es verdad que, en estos tiempos de muerte de las ideolog¨ªas laicas, se ha producido una recuperaci¨®n del fundamentalismo teocr¨¢tico, que Gilles Kepel bautiz¨® como revancha de Dios. Pero eso no es verdadera religi¨®n, s¨®lo propaganda pol¨ªtica, basada en cualquier arcaica ideolog¨ªa sagrada, o publicidad medi¨¢tica, que busca ampliar su stand en el bazar espiritual de la posmodernidad, duramente competido con las dem¨¢s m¨ªsticas de la new age. Y en este sentido, Wojtyla fue efectivamente un maestro del marketing religioso, que supo vender anticipadamente los derechos de transmisi¨®n de su agon¨ªa en directo, escenificada como un simulacro de la pasi¨®n de Jes¨²s. De modo que el espect¨¢culo papista no desmiente, sino que confirma, la evidente secularizaci¨®n religiosa que se est¨¢ produciendo por todo Occidente. Sencillamente, como les sucede a las dem¨¢s instituciones, la Iglesia cat¨®lica tambi¨¦n se est¨¢ secularizando, dejando de ser sagrada para convertirse en m¨¢s profana y medi¨¢tica cada vez.
Pero esta hip¨®tesis en clave de profanaci¨®n religiosa tambi¨¦n plantea la inquietante duda de qui¨¦n est¨¢ explotando a qui¨¦n: ?los medios a la Iglesia o m¨¢s bien al rev¨¦s? ?Es posible que se trate de un do ut des, a modo de tr¨¢fico sui generis o negocio contra natura, que beneficia mutuamente a ambas partes interesadas, tanto la profana como la religiosa? Ahora bien, si pensamos que los medios se est¨¢n dejando utilizar por la Iglesia, puestos a ello tambi¨¦n podemos pensar que se dejan igualmente utilizar por otras instituciones m¨¢s profanas, ahora ya no religiosas, sino pol¨ªticas. ?Significa esta medi¨¢tica exaltaci¨®n del papismo que estamos asistiendo a una nueva alianza entre el trono y el altar, donde el trono representa a los poderes terrenales y el altar al escenario medi¨¢tico en que se celebra el santo sacrificio del Papa? ?Qu¨¦ inter¨¦s pol¨ªtico puede tener esta org¨ªa de papismo medi¨¢tico, m¨¢s all¨¢ de servir, a modo de panem et circenses, como nuevo opio del pueblo?
He aqu¨ª una posible interpretaci¨®n: la celebraci¨®n del papismo medi¨¢tico puede estar sirviendo para vendar las heridas abiertas en la buena conciencia de Occidente, hoy dividido por el foso del Canal de la Mancha que se abre entre el sagrado respeto al imperio de la ley, tal como manda el kantiano imperativo categ¨®rico que decimos defender los europeos continentales, y el pragm¨¢tico recurso al poder de la fuerza y la riqueza, tal como recomienda el c¨¢lculo del inter¨¦s econ¨®mico que practicamos todos, con los anglosajones a la cabeza. O sea, que la celebraci¨®n espectacular de la pasi¨®n papista est¨¢ permitiendo tapar las divisiones abiertas por aquel otro acontecimiento medi¨¢tico que fue la guerra de Irak. Pero ?c¨®mo puede hacerlo?
En un libro ya c¨¦lebre (Media Events, 1992), Daniel Dayan y Elihu Katz proponen la hip¨®tesis de que hoy la percepci¨®n p¨²blica de la realidad s¨®lo se construye mediante la celebraci¨®n de acontecimientos medi¨¢ticos: hechos sociales excepcionales cuya ejecuci¨®n se calcula estrat¨¦gicamente para ser retransmitida en directo, interrumpiendo la programaci¨®n cotidiana para crear un clima de solemnidad y aguda expectaci¨®n. Y en funci¨®n de su contenido, nuestros autores los clasifican en tres tipos: conquistas (la llegada a la Luna, la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, los descubrimientos cient¨ªficos, las revoluciones tecnol¨®gicas, lascreaciones culturales), coronaciones (investiduras presidenciales, bodas reales, funerales de Estado) y competiciones: juegos ol¨ªmpicos, elecciones generales, declaraciones de guerra (como la cumbre de las Azores), esc¨¢ndalos pol¨ªticos (como el caso Watergate), magnicidios (como el de Kennedy), atentados terroristas (como el 11-S y el 11-M)... Y por las funciones que ejercen, estos grandes eventos resultan antit¨¦ticos, pues las conquistas y las coronaciones regeneran y recrean el consenso p¨²blico que amenaza con romperse a causa de las competiciones, potencialmente conflictivas, rupturistas y divisorias. Como es evidente, la pasi¨®n del Papa ha sido un acontecimiento medi¨¢tico programado, al igual que todos los grandes funerales p¨²blicos (pi¨¦nsese en los duelos por Kennedy, por Franco o por Lady Di), como una coronaci¨®n (que este caso incluye adem¨¢s una santificaci¨®n). Y su funci¨®n ha de ser por tanto la de restaurar el consenso p¨²blico y asegurar la continuidad hist¨®rica (de acuerdo al ritual funerario descrito por Kantorowicz en 1957 con su obra Los dos cuerpos del rey). Pues bien, para esto se ha escenificado el acontecimiento medi¨¢tico de la coronaci¨®n de Wojtyla y la entronizaci¨®n de su sucesor: no tanto para garantizar la segura persistencia de la Iglesia romana (una roca hasta ahora indemne a la erosi¨®n del viento de la historia) como para restaurar el consenso p¨²blico de Occidente, que se siente heredero de la Roma imperial. Un consenso gravemente fracturado por la guerra de Irak, cuya radical ilegitimidad o pecaminosa injusticia hasta el propio Wojtyla convino en condenar. Y un consenso que, a pesar de todos los excesos medi¨¢ticos en honor de Wojtyla, parece estar todav¨ªa muy lejos de hacerse alg¨²n d¨ªa realidad. Mientras tanto, seguir¨¢ siendo un consenso s¨®lo medi¨¢tico: es decir, ficticio y falaz.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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