La explosi¨®n del pop japon¨¦s
Una exposici¨®n muestra en Nueva York el arte nip¨®n del siglo XXI, en el que el juego de colores anestesia el dolor del pasado
Un Godzilla de tama?o humano y 12 de sus clones presiden una de las salas centrales. Cientos de figuras de Hello Kitty sobre fondo fucsia conforman una instalaci¨®n inmensa. Una pared de azul chill¨®n amenaza al visitante con dibujos de monstruos inquietantemente atractivos. Paisajes desolados por residuos t¨®xicos y personajes de ciencia ficci¨®n dominan im¨¢genes vomitadas por televisiones. Rostros seductores del anime (nombre con el que se conoce la animaci¨®n japonesa) inundan galer¨ªas. Y en medio del sereno jard¨ªn de bamb¨² y agua que recibe al visitante en la Japan Society de Nueva York, una escultura gigante titulada Gasolina fresca, con aspecto de meteorito mutado tras un ataque nuclear, rompe estruendosamente la armon¨ªa que sol¨ªa reinar en ese centro hasta que hace unos d¨ªas se inaugur¨® una sorprendente exposici¨®n titulada Little Boy: The arts of Japan's exploding subculture (Little Boy: la explosi¨®n art¨ªstica de la subcultura japonesa).
Todas las barreras que habitualmente separan el arte con may¨²sculas del arte popular aqu¨ª no existen. Los cuadros y las esculturas se mezclan con figuritas de merchandising, juguetes de pl¨¢stico y dibujos animados. Todo vale. Porque en el Jap¨®n del siglo XXI los museos muestran bolsos de Armani, en las tiendas de ropa se puede ver una exposici¨®n de Matisse, y artistas c¨¦lebres como Takashi Murakami, comisario de esta muestra, reciben encargos publicitarios. "En Jap¨®n las galer¨ªas de arte carecen de significado. Y una tienda de Louis Vuitton es el lugar m¨¢s poderoso para mostrar algo", aseguraba el cr¨ªtico japon¨¦s Noi Sowaragi en The New York Times.
Esta transgresi¨®n de los l¨ªmites entre comercialidad y arte ser¨ªa, seg¨²n Murakami, resultado de la influencia de la subcultura otaku, el culto fan¨¢tico al pop en el que el anime y el manga, con sus im¨¢genes apocal¨ªtpticas y su fetichismo comercial, ha terminado fagocitando toda expresi¨®n art¨ªstica de los creadores japoneses de las ¨²ltimas tres d¨¦cadas.
Little Boy era el nombre en clave de la bomba at¨®mica lanzada sobre Hiroshima en 1945. El t¨ªtulo de la muestra no es casual, puesto que se trata de la tercera exposici¨®n dentro de una trilog¨ªa con la que Murakami ha tratado de explorar y a la vez criticar la respuesta art¨ªstica de su pa¨ªs a la Segunda Guerra Mundial. Seg¨²n este cotizado creador de 43 a?os, la cultura popular japonesa tiene su ra¨ªz en la reacci¨®n con la que su pa¨ªs decidi¨® responder a la condici¨®n de Jap¨®n en el mundo tras su derrota b¨¦lica. La devastaci¨®n provocada por Little Boy, unida a su dependencia militar y pol¨ªtica de EE UU y la sustituci¨®n de la cultura tradicional por otra basada en la producci¨®n de objetos de consumo compulsivo para ni?os y adolescentes, dieron pie al otaku. En el lenguaje callejero, otaku significa "persona sin vida social m¨¢s all¨¢ del objeto de sus obsesiones". Hoy su sentido se ha expandido para denominar ese movimiento cultural que infantiliz¨® los conceptos est¨¦ticos de los creadores japoneses desde principios de los a?os ochenta y en torno al que giran hordas de otakus unidos por su pasi¨®n nost¨¢lgica hacia personajes de ciencia-ficci¨®n de los sesenta como Ultraman o dibujos animados como los de Akira.
Sobre una pared negra en la que puede leerse el art¨ªculo 9 de la Constituci¨®n japonesa (con el que se renunci¨® al Ej¨¦rcito tras la II Guerra Mundial), las figuras de Godzilla reviven los efectos devastadores de las mutaciones radiactivas, con la contradicci¨®n impl¨ªcita de que el mutante es tambi¨¦n un fetiche de la cultura japonesa. Un cuadro de Murakami, titulado Time Bokan (como la serie de televisi¨®n), se apropia de las im¨¢genes de este dibujo animado relacionado con las amenazas nucleares y lo transforma en un mu?eco divertido y feliz.
Son las reflexiones de los artistas japoneses de hoy, que han optado por disminuir el peso de la historia transform¨¢ndola en un juego de colores que anestesia el dolor del pasado. En palabras de Murakami, constituyen "el reflejo de un Estado a la deriva y apol¨ªtico".
Babelia
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