Resistencia a todos los fuegos
El caser¨ªo colombiano de San Jos¨¦ de Apartad¨® rechaza la presencia del Ej¨¦rcito, los paramilitares y la guerrilla
Cuando los cuarenta polic¨ªas llegaron a comienzos de este mes a San Jos¨¦ de Apartad¨®, en la regi¨®n bananera de Urab¨¢, al noroeste de Colombia, s¨®lo encontraron un pueblo semivac¨ªo de casas con candado. La mayor¨ªa de sus habitantes se mudaron a San Josesito, un nuevo asentamiento que se construye con madera, zinc y pl¨¢stico y que se ubica 15 minutos carretera abajo, sin asfaltar, que los une con Apartad¨®. All¨ª piensan continuar con su proyecto de "comunidad de paz", o "resistencia", como prefieren llamarlo ahora.
Desplazarse hacia el nuevo pueblo era una decisi¨®n pensada desde hace meses, cuando el Gobierno, con el argumento de que no puede haber territorio vedado a la presencia de la fuerza p¨²blica, plant¨® un puesto de polic¨ªa en esta poblaci¨®n que se declar¨® neutral en 1997 y que jur¨® no aceptar ni apoyar con informaci¨®n a nadie con armas, ll¨¢mense Fuerzas Armadas, paramilitares o guerrilla. Para los campesinos, la presencia de los uniformados supone situarlos en el punto de mira de la guerrilla, que se disputa con los paramilitares esta rica regi¨®n. No niegan que por los caminos pasan miembros de todas las organizaciones armadas. "Los caminos son libres; lo que queremos es que no entren en los caser¨ªos y nos dejen trabajar", aseguran.
Adem¨¢s, para los lugare?os no hay diferencia entre fuerza p¨²blica y paramilitares: "Act¨²an revueltos". Una idea que expresan viejos y j¨®venes: "?Para qu¨¦ voy a negar que siento mucho miedo a esa gente? ?No quiero verlos!", le dijo a este peri¨®dico una mujer de 76 a?os, en medio de un camino. "?Nos han aporreado tanto! Hemos vivido cosas incomparables".
Desde varios sectores se hab¨ªa pedido al Gobierno que al menos aplazara su decisi¨®n hasta aclarar la matanza de dos l¨ªderes de la comunidad y sus familias, entre ellos ni?os de 11, seis y un a?o, ocurrida el pasado 21 de febrero. Los mataron de manera salvaje, con machete y garrote, en la m¨¢s apartada zona rural de esta poblaci¨®n, en lo alto de la Serran¨ªa de Abibe, un emplazamiento estrat¨¦gico para los grupos armados. Para la comunidad no hay duda: los mat¨® el Ej¨¦rcito. El Ej¨¦rcito culpa a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Y atribuyen a Luis Eduardo Guerra, una de las v¨ªctimas, que a sus 35 a?os era l¨ªder hist¨®rico de esta comunidad y querido por todos, haber sido miliciano de las FARC, la guerrilla m¨¢s antigua y poderosa del pa¨ªs. Los testimonios de las personas que fueron en busca de los cad¨¢veres -entre ellos un reconocido fot¨®grafo y miembros de ONG internacionales- evocan serias dudas sobre la actuaci¨®n del Ej¨¦rcito. Cuentan que encontraron a los campesinos atemorizados, intimidados por un operativo militar que llevaba varios d¨ªas. Una mujer cont¨® que a su casa llegaron los soldados en compa?¨ªa de Melaza, un paramilitar. El Ej¨¦rcito niega esta versi¨®n. Asegura que la tropa s¨®lo lleg¨® dos d¨ªas despu¨¦s de la matanza.
Lidia, quien perdi¨® a su hija y dos nietos -uno apenas empezaba a caminar- no hace se?alamientos: "Me da miedo; Dios sabe qui¨¦n fue, y un d¨ªa se sabr¨¢", coment¨® a este peri¨®dico. Su dolor es tanto que cuando habla del tema se quiebra su cintura y busca apoyo en una silla mientras las l¨¢grimas reemplazan a las palabras. "Y esos ni?os... No alcanzaron a ser conscientes ni de que exist¨ªan", agrega, sin dirigirse a nadie, en el sal¨®n de su casa; una casa de apenas un cuarto y un sal¨®n donde amontona el ma¨ªz.
Desde el otro bando, la desconfianza y los se?alamientos hacia este grupo de campesinos, organizados y regidos por un consejo interno de ocho personas, es tambi¨¦n gigante. "Algunos de los l¨ªderes, patrocinadores o defensores" de la comunidad est¨¢n "seriamente acusados" de auxiliar a las FARC, dijo el 20 de marzo el presidente colombiano, ?lvaro Uribe. El a?o pasado declar¨® que esa zona constitu¨ªa un "corredor de las FARC". Dos labriegos detenidos en marzo de 2004, y puestos pronto en libertad -entre otras razones por la presi¨®n de la comunidad-, y que reconocieron luego ser guerrilleros, son hoy, una vez reinsertados, los testigos m¨¢s relevantes del Ej¨¦rcito. Ambos aseguran que la poblaci¨®n est¨¢ manipulada por las FARC.
Lo que no admite duda es que la lista de muertos de esta "comunidad de paz" suma m¨¢s de 130 v¨ªctimas. "Venimos sufriendo hace mucho tiempo" es una frase repetida. Desplazamientos, quema de casas, bloqueos, retenes, miedo a bajar a Apartad¨® -en esta localidad los lugare?os de San Jos¨¦ son se?alados como guerrilleros, y en San Jos¨¦ ven a los habitantes de Apartad¨® como c¨®mplices de los paramilitares- han sido cotidianos para estos campesinos empe?ados en no olvidar.
Un monumento hecho en piedra y cemento tiene escritos los nombres de todos sus muertos, 20 de ellos asesinados por las FARC. El resto, dicen, lo fueron por la alianza entre el Ej¨¦rcito y los paramilitares. Hace exactamente un mes, llevaron en procesi¨®n ocho piedras con los nombres de las ¨²ltimas v¨ªctimas al nuevo asentamiento. Un acto lleno de s¨ªmbolos: all¨ª, en un territorio donde tienen cultivos comunitarios de cacao y pl¨¢tano, van a seguir construyendo la memoria, para que no caiga en el olvido lo que los habitantes de San Jos¨¦ califican de "exterminio" por parte del Estado.
"Una forma de empezar a arreglar las cosas es que se condene a todos los responsables de las muertes, a los militares y los financiadores de los paramilitares", dice un l¨ªder de la comunidad. Para los pobladores, la desmovilizaci¨®n del bloque bananero -se?alado como el mayor culpable de los atropellos contra ellos y mostrado como un ¨¦xito por el Gobierno- es una "farsa". La mayor¨ªa de los paras est¨¢n libres, cobijados por el proyecto de reinserci¨®n que les ofrece el Gobierno. "Para los victimarios hay premios. ?Para nosotros, las v¨ªctimas, qu¨¦?", comentan con rabia.
La hermana Bertha, franciscana de Mar¨ªa Auxiliadora, que vive en el caser¨ªo de La Uni¨®n, otra "comunidad en resistencia" algo distante de San Jos¨¦, cree que devolver la confianza al campesinado ser¨¢ un proceso lento: "Les han hecho demasiado da?o; eso no se puede reparar de un d¨ªa para otro".
"Estoy cansada de correr"
La poblaci¨®n se ha negado a dar informaci¨®n sobre la masacre del 21 de febrero. "?Para qu¨¦, si nunca nos creen?". S¨®lo conf¨ªan en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que, hace dos a?os, conmin¨® al Estado a protegerlos. La primera comisi¨®n de fiscales que viaj¨® a la zona fue atacada a balazos. Para los paramilitares la impunidad es casi total. No obstante, en los 32 casos que lleva la fiscal¨ªa hay algunos paras detenidos y dictadas varias ¨®rdenes de captura.
Ahora, ante lo que llaman "declaraci¨®n de guerra" oficial, han decidido "guardar silencio ante las instancias del Estado". No volver¨¢n a las reuniones que manten¨ªan con la vicepresidencia para concertar las medidas de protecci¨®n.
Dos caser¨ªos, La Uni¨®n Y La Arenosa, anidados en la Serran¨ªa de Abibe y a tres horas de camino desde San Jos¨¦ -en medio de quebradas y cascadas-, son tambi¨¦n comunidades en resistencia. Muchas noches, cuando hay individuos armados en los filos de las monta?as, la poblaci¨®n se turna en vigilia "esperando el golpe". La resistencia, explica una campesina de 80 a?os, consiste en no desplazarse, como han hecho ya tantas veces: "Estoy cansada de correr. Si hay combates cierro mi puerta; me quedo como un rat¨®n, quietecita, escuchando tronar afuera". En 2000 mataron all¨ª a seis campesinos. Llegaron encapuchados y armados preguntando: "?Qui¨¦n es el l¨ªder?". "Todos", fue la respuesta. Apartaron a los hombres, y cuando las mujeres caminaban calle arriba, escucharon las r¨¢fagas.
La piedra en el zapato de los 'paras'
Para algunos, San Jos¨¦ de Apartad¨® es una piedra en el zapato, pues es el ¨²nico rinc¨®n de Urab¨¢ que no logr¨® controlar el paramilitarismo despu¨¦s de la limpieza que realizaron a mediados de los a?os noventa.
En esta poblaci¨®n, como en gran parte de Urab¨¢, fue fuerte el Partido Comunista y la Uni¨®n Patri¨®tica -grupo pol¨ªtico que naci¨® de la negociaci¨®n de paz con las Fuerzas Armadas revolucionarias de Colombia (FARC) en 1984-. Nadie hizo nada por detener la sevicia de la acci¨®n paramilitar. Desde el comienzo se habl¨® de acci¨®n u omisi¨®n del Ej¨¦rcito frente a los grupos paramilitares. "A la guerrilla la sacaron de Urab¨¢ el Ej¨¦rcito y los paramilitares, de la mano. ?Era descarado, seg¨²n cuentan!", dijo a este peri¨®dico el obispo Germ¨¢n Garc¨ªa.
Al principio, esta comunidad, como todas en la zona, cont¨® con el apoyo de la di¨®cesis. Hoy est¨¢n alejados. Germ¨¢n Garc¨ªa cree que hay intereses pol¨ªticos para atacar al Estado por parte de personas que acompa?an el proceso de San Jos¨¦. "Pelear contra el Estado en momentos de tanta polarizaci¨®n en el pa¨ªs es un juego peligroso".
Con el inicio de la desmovilizaci¨®n de los grupos paramilitares muchos ven hoy a San Jos¨¦ de Apartad¨® como el sitio de "preparaci¨®n para la reconquista de Urab¨¢" por parte de las FARC. Aunque las atrocidades de la guerrilla contra la poblaci¨®n civil han sido tambi¨¦n aterradoras.
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