Un realismo nunca antes alcanzado
Fra Mariano de Gennazzano, mientras predicaba, juntaba sus l¨¢grimas en el cuenco de sus manos y, llegado el momento, las arrojaba sobre la congregaci¨®n de fieles. Fra Roberto Caracciolo, durante un serm¨®n sobre las cruzadas, se despoj¨® de sus h¨¢bitos para revelar que debajo de ellos llevaba la armadura de un cruzado. Se pasaban los dos. Los preceptores de oratoria del siglo XV aconsejaban actitudes m¨¢s comedidas para la transmisi¨®n de determinados contenidos, como dir¨ªamos hoy: "... Cuando hables de cosas celestiales o divinas, mira hacia arriba y apunta al cielo con tu dedo; ... cuando hables de gentileza, suavidad o humildad, pon tus manos sobre el pecho; ... cuando hables de algo cruel, cierra tu pu?o y sacude tu brazo..." (Mirror of the World. Tercera edici¨®n, 1520). Una t¨¦cnica de direcci¨®n de actores que, sin embargo, no dejaba totalmente satisfecha a la Iglesia.
Memling aprovecha al m¨¢ximo las posibilidades expresivas del ¨®leo reci¨¦n inventado
Tem¨ªa ¨¦sta que el pueblo, en su mayor¨ªa analfabeto, y por tanto incapaz de leer las sagradas escrituras, olvidar¨ªa tambi¨¦n con facilidad, pasado el tiempo, lo que escuchara en los sermones; as¨ª que la pintura, con su permanencia terca en los muros de las iglesias, podr¨ªa servirle de recordatorio perpetuo. Los pintores de la ¨¦poca, Memling entre ellos, se prestaron gustosos a tal cosa -interacci¨®n serm¨®n-cuadro- incorporando en los personajes de sus obras las actitudes y gestos de los predicadores.
Durante el tardog¨®tico y el primer renacimiento, ¨¦poca en la que desarrolla su actividad Hans Menling en Brujas, el control que ejercen los clientes, eclesi¨¢sticos, cortesanos o burgues¨ªa mercantil y financiera, recientemente incorporada al mercado del arte, sobre la obra de los artistas queda puntillosamente reflejado en los contratos que fijan desde las materias que ¨¦stos han de emplear en la elaboraci¨®n del encargo (polvo de oro para las figuras sagradas, azul de dos florines la onza, para los vol¨²menes que se pretenden m¨¢s llamativos, como el manto de la Virgen), hasta las horas que el maestro tiene que dedicar personalmente a la obra (supervisi¨®n diaria y ejecuci¨®n personal de las figuras principales o, como m¨ªnimo, de lo que de tales figuras hay de cintura para arriba) y sueldo concreto que han de cobrar el maestro y el personal de su taller, especificando incluso cu¨¢nto cobra el maestro por su trabajo f¨ªsico y cu¨¢nto por su pincel, l¨¦ase talento. Criterios aritm¨¦ticos como el de la "regla de tres", fundamental para el comercio y las finanzas, son trasladados desde los clientes a la ejecuci¨®n de las pinturas. Los cuadros se estructurar¨¢n en lo sucesivo bas¨¢ndose en la perspectiva y menudear¨¢n como nunca los estudios anat¨®micos de hombres y animales con intenci¨®n de sujetar las medidas de sus miembros a f¨®rmulas geom¨¦tricas inmutables.
Las actitudes estereotipadas de los modelos pintados adquieren tambi¨¦n validez universal y as¨ª, en las numerosas Anunciaciones a Mar¨ªa de la ¨¦poca pueden advertirse con absoluta fidelidad los cinco momentos que los tratadistas extraen de la narraci¨®n que el evangelista Lucas hace del Coloquio Ang¨¦lico: Las conturbatio, cogitatio, interrogatio, humiliatio y meritatio de Mar¨ªa, que se traducen en actitudes corporales de la Virgen, que van del inicial rechazo, casi huida, hasta la postraci¨®n de rodillas de la misma ante San Gabriel. Fra Ang¨¦lico casi nunca se apart¨® del modelo humiliatio y Botticelli se movi¨® siempre con sospechosa delectaci¨®n en el terreno de la conturbatio. Por las mismas, los primeros burgueses que se incorporan a la clientela de los pintores renacentistas exigen para sus retratos la postura en la que ellos han visto siempre plasmada la dignidad: primer plano y de perfil, como los emperadores romanos en los bajorrelieves de las monedas que son, por su propia naturaleza, los retratos m¨¢s eficazmente difundidos en raz¨®n de lo que apetece tenerlos y usarlos.
Memling se va a alejar de todo ello y aprovecha en Brujas que, entre su clientela m¨¢s fiel, abundan los toscanos, m¨¢s abiertos a lo nuevo que los comerciantes y banqueros espa?oles y portugueses afincados tambi¨¦n en la ciudad, para introducir y difundir por las cortes mediterr¨¢neas el retrato en tres cuartos y casi enfrentado al espectador, aprendido en Roger van der Weyden, Petrus Cristus o Jan van Eyck, y para sustituir los fondos planos, sobre los que simplemente resaltan las figuras, por fondos paisaj¨ªsticos en los que reina el retratado. Tambi¨¦n convierte a ¨¦ste en intermediario entre la pintura y su espectador con el uso del trampantojo de unas manos que, con frecuencia, se apoyan sobre el borde del marco y lo rebasan.
Es ¨¦ste el ¨²nico acercamiento que establecer¨¢ entre quien ve los retratos y sus modelos porque, ajeno a todo psicologismo, probablemente nada apetecido por sus clientes, Memling se centra en la pr¨¢ctica perfeccionista de su arte y aprovecha al m¨¢ximo las posibilidades expresivas del ¨®leo reci¨¦n inventado que viene a sustituir al temple con enormes ventajas, y se olvida de retratar almas.
La superposici¨®n de pinceladas de distintos pigmentos le permite, por medio de veladuras milim¨¦tricas, acercarse a la realidad f¨ªsica del modelo con fidelidad asombrosa. Los rostros adquieren volumen y color de un realismo nunca antes alcanzado. La impasibilidad, siempre rese?ada, de los hombres y mujeres retratados por Memling que, desde luego, parece que en el momento de posar para ¨¦l, ni sufren ni padecen, puede responder, al menos, a dos razones: el pintor, consciente de que se jugaba con ello las habichuelas, no os¨® nunca intentar un internamiento en lo que pensaban o sent¨ªan o aquellos eran -?por qu¨¦ no?- tan felices y serenos, en su poder y su riqueza, como los plasma el maestro.
Tales extremos pueden ser investigados por el propio lector en la exposici¨®n del Museo Tyssen hasta mediados de mayo. V¨¦ase tambi¨¦n en el cuadro colgado en la sala con el n¨²mero dos el prodigioso parecido que el retratado tiene con Molina, el que fuera portero del Atl¨¦tico de Madrid y antes del Albacete Balompi¨¦. Por curiosidad, y aunque ello tenga una muy, muy relativa importancia.
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