Esc¨¢ndalo en la misi¨®n
Los abusos sexuales a menores cometidos en la misi¨®n de los 'cascos azules' de la ONU en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo han minado el prestigio de esta fuerza de paz. La pol¨ªtica de tolerancia cero decretada por Annan no lo ha restituido. El 'sexo por comida' sigue vigente.
Caso A. La ni?a, identificada como V046A, tiene 14 a?os. Por falta de dinero no va al colegio. Cont¨® a los investigadores que mantuvo relaciones sexuales con un soldado de la Misi¨®n de la ONU en la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Congo (MONUC), identificado a su vez como PK1. Cada vez que esto ocurri¨®, el soldado le dio uno o dos d¨®lares, o dos huevos.
Caso B. La misma ni?a afirm¨® haber mantenido relaciones sexuales con otro soldado, PK2. Recibi¨® a cambio tres d¨®lares y un paquete de leche. La v¨ªctima identific¨® al soldado en fotograf¨ªas y en la rueda de reconocimiento. El soldado neg¨® haber mantenido contacto sexual con ninguna mujer o ni?a congole?a.
Caso C. La chica, identificada como V030A, tiene 14 a?os. En cuatro ocasiones se encontr¨® con un soldado de la MONUC que le dio comida. En el quinto encuentro, el soldado solicit¨® relaciones sexuales. La ni?a accedi¨®. A cambio, el soldado le dio dos d¨®lares, chocolate y pan.
La misi¨®n de mantenimiento de la paz de la ONU en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo (RDC) vive sus horas m¨¢s bajas. La Oficina de Servicios de Supervisi¨®n Interna de la ONU divulg¨® el pasado 5 de enero el resultado de la investigaci¨®n sobre abusos y explotaci¨®n sexual por miembros de la MONUC en Bunia, en la provincia de Ituri, situada en el extremo noreste del pa¨ªs. El informe conten¨ªa los casos A, B y C y mucho m¨¢s.
"La evidencia demuestra que los cascos azules incurrieron en un comportamiento explotador. Al solicitar favores sexuales de estas v¨ªctimas vulnerables, abusaron de su posici¨®n de poder. Por su relativa riqueza y su posici¨®n social desigual, los soldados pod¨ªan aprovecharse de la poblaci¨®n local", se?ala el documento.
Tanto el c¨®digo de conducta de todos los cascos azules como el espec¨ªfico de la MONUC proh¨ªben la explotaci¨®n sexual -definida como "cualquier intercambio de dinero, empleo, bienes o servicios por sexo"-, as¨ª como las relaciones sexuales con menores de 18 a?os, aunque haya consentimiento y con independencia de cu¨¢l sea la mayor¨ªa de edad fijada en el pa¨ªs de destino. Tampoco es excusa alegar que la menor aparentaba o confes¨® tener m¨¢s edad.
Las denuncias de abuso sexual emergieron a comienzos de 2004, y la investigaci¨®n interna, realizada entre junio y septiembre, analiz¨® 72 acusaciones, de las cuales pudo corroborar suficientemente 20, aunque no siempre logr¨® establecer la identidad de los autores de los abusos. Algunas ni?as dijeron que no miraban a la cara a los militares o que no sab¨ªan distinguir a unos de otros. En todos los casos en que se pudo identificar a los soldados, ¨¦stos negaron los hechos.
Miembros de la misi¨®n no dudan en destacar que fueron ellos mismos quienes dieron la voz de alarma e impulsaron la investigaci¨®n de los abusos. Pero el da?o estaba hecho. "Los cascos azules se han tornado de un color m¨¢s bien negruzco, y ello a causa de heridas autoinfligidas", ha dicho al Congreso estadounidense Jane Holl Lute, funcionaria de alto nivel del Departamento de Misiones de Paz al frente de un grupo de trabajo sobre explotaci¨®n sexual. "No cesaremos hasta restaurar su brillo". En el empe?o, nada f¨¢cil, es muy probable que la ONU, y por ende sus pa¨ªses miembros, se vean obligados a cambiar elementos esenciales sobre la manera como organizan sus misiones de paz.
No es la primera vez que en una misi¨®n de mantenimiento de la paz se producen esc¨¢ndalos de este tipo. Soldados desplegados en Camboya a principios de los noventa fueron acusados de abusar sexualmente de ni?as. M¨¢s abusos fueron documentados en 2001 en Kosovo, donde organizaciones de derechos humanos se?alaron que, con la llegada de los cascos azules, Kosovo se hab¨ªa convertido en un destino, m¨¢s que una ruta, para redes de tr¨¢fico sexual.
Y en 2002, un estudio de la organizaci¨®n Save The Children y del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) destap¨® en Liberia, Sierra Leona y Guinea numerosos casos de explotaci¨®n sexual por parte de trabajadores humanitarios, incluido personal de la ONU que serv¨ªa en misiones de mantenimiento de la paz.
A ra¨ªz del esc¨¢ndalo de "sexo por comida", como pas¨® a ser conocido el pol¨¦mico descubrimiento de ?frica del Oeste, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, decret¨® una "pol¨ªtica de tolerancia cero" contra los abusos sexuales en el seno de misiones de paz de la organizaci¨®n.
Pero no parece que sus directrices fueran tomadas demasiado en serio.
"El asunto en el Congo no es nuevo, la misi¨®n lleva cuatro a?os y siempre ha habido alg¨²n problema, tanto con civiles como con militares. Y no se ha reaccionado con eficacia ante estos temas", afirma un funcionario civil de la MONUC, que habla a condici¨®n de mantener su anonimato. "Incluso desde el punto de vista de la imagen hab¨ªa un cierto desbordamiento en el comportamiento. Imagina salir una noche en la capital y ver 12 veh¨ªculos con el logotipo de la ONU aparcados junto a la discoteca. No es que est¨¦ prohibido salir, pero de cara a la imagen el impacto no es bueno", contin¨²a.
"Ya a finales de 2001 se present¨® alg¨²n caso de los que te llevan a decir 'cuidado con esto', pero el comandante general de la ¨¦poca dijo: 'Se?ores, reconozco que son situaciones delicadas, pero no exageremos. Recuerden que son militares y son hombres".
Las duras condiciones en que viven los soldados favorecen dicha postura. Algunos est¨¢n destinados nueve meses, otros un a?o. No tienen permisos. En teor¨ªa est¨¢n encerrados en el campo, sin salir del batall¨®n a menos que tengan patrulla. Y no tienen muchas v¨ªas de escape, al margen de televisores colectivos o un partido de voleibol.
Pero parte de las dificultades para luchar contra comportamientos il¨ªcitos subyacen en la esencia misma del sistema. Cuando la ONU decide montar una operaci¨®n de paz, pide prestadas tropas a los pa¨ªses miembros. Y firma con ellos un acuerdo por el cual los soldados: a) obedecen en ¨²ltima instancia las ¨®rdenes de sus pa¨ªses, y b) s¨®lo responden ante ¨¦stos.
Por tanto, cuando un casco azul comete un delito, la ONU no puede juzgarlo, s¨®lo puede "devolverlo" a las autoridades de su pa¨ªs para que ¨¦stas, si lo consideran apropiado, lo hagan.
La organizaci¨®n Alerta Internacional, en su informe Justicia de g¨¦nero y responsabilidad en misiones de paz, reconoce que hay "grietas" en el sistema de las misiones por las que resbalan muchas conductas il¨ªcitas, quedando impunes. Por ejemplo, a la hora de investigar denuncias, la misi¨®n puede encontrarse con que los soldados en cuesti¨®n ya han sido rotados y han abandonado el pa¨ªs, lo que suelen hacer cada seis meses o un a?o.
Pese a que se ha notado "un lenguaje m¨¢s robusto" en los c¨®digos de conducta y los mandatos, Alerta Internacional subraya que "la preocupaci¨®n persiste en cuanto a su escaso cumplimiento".
Una funcionaria de la MONUC constata que "ahora cada regi¨®n tiene su plan de acci¨®n, y el c¨®digo de conducta est¨¢ colgado por todas partes. Antes nadie estaba informado ni hab¨ªa castigo".
"Antes" es antes de que, pese a dos a?os de pol¨ªtica de tolerancia cero, el esc¨¢ndalo le estallara en la cara a la misi¨®n, implicando no s¨®lo -aunque mayoritariamente- a militares, sino tambi¨¦n a funcionarios civiles.
El 31 de octubre de 2004 fue arrestado en Goma, tambi¨¦n en el este de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, pero en la provincia de Kivu Norte, un empleado civil de la MONUC, de nacionalidad francesa. Didier Bourguet, de 41 a?os, trabajaba desde hac¨ªa varios a?os en los talleres de reparaci¨®n de la MONUC instalados en el aeropuerto local.
Cuando la polic¨ªa inspeccion¨® su casa, inform¨® en su d¨ªa el diario brit¨¢nico The Times, le encontr¨® acompa?ado de una menor de 12 a?os y comprob¨® que hab¨ªa convertido su dormitorio en una sala de filmaci¨®n para grabar sesiones de sexo con ni?as y j¨®venes. La cama estaba rodeada de tres grandes espejos y en la esquina restante hab¨ªa una c¨¢mara de v¨ªdeo operable con control remoto. Tambi¨¦n hallaron tres v¨ªdeos pornogr¨¢ficos caseros y m¨¢s de cincuenta fotograf¨ªas en su ordenador.
Deportado a Francia, fue arrestado en el aeropuerto parisiense de Charles de Gaulle por la polic¨ªa francesa y se encuentra en detenci¨®n provisional. La Corte de Apelaciones confirm¨® en marzo la validez de la denuncia por violaci¨®n de menores de 15 a?os y orden¨® la continuaci¨®n de la investigaci¨®n.
"Fue horrible, hab¨ªa que ver las fotos que ten¨ªa? En la cultura africana no existe la pederastia y para la ciudad fue todo un shock. La gente espera que sea condenado, entonces se sentir¨¢n aliviados", declara Justine Masika, de la organizaci¨®n local Mujeres con las V¨ªctimas de Violencia Sexual.
Otros dos cascos azules del contingente tunecino han sido repatriados por abusos sexuales cometidos contra mujeres en la capital, Kinshasa. Por su parte, Marruecos detuvo a seis de sus soldados en relaci¨®n al esc¨¢ndalo y destituy¨® al comandante de su contingente en la RDC.
Noticias de los abusos ya hab¨ªan llegado a la vecina Burundi para cuando la ONU despleg¨®, en junio de 2004, una misi¨®n de paz con 5.500 militares y 1.000 civiles.
"Mi objetivo fue poner inmediatamente en marcha una estructura para abordar este problema de frente, porque es algo que no nos pod¨ªamos permitir en otra misi¨®n. Es importante que los cascos azules sean parte de la soluci¨®n y que no tuvi¨¦ramos ning¨²n incidente. Estamos aqu¨ª para proteger, no para infligir m¨¢s sufrimiento", se?ala la representante especial del secretario general de la ONU y m¨¢xima responsable de la misi¨®n, la canadiense Carolyn McAskie.
La Operaci¨®n de las Naciones Unidas en Burundi (ONUB) elabor¨® su propio c¨®digo de conducta y cre¨® una unidad dedicada en exclusiva a todo lo relacionado con ¨¦ste. "La posibilidad de que se den casos de explotaci¨®n est¨¢ muy presente en pa¨ªses muy pobres y donde la situaci¨®n de las mujeres es muy mala. Nos hemos asegurado de que el mensaje de que hay est¨¢ndares de comportamiento absolutamente no negociables llega a todos los contingentes", dice su responsable, la peruana Roxanna Carrillo.
Para McAskie, "una de las causas que hace las cosas muy dif¨ªciles es que las reglas son muy estrictas. Y que conste que yo creo que deben serlo, pero la realidad es que incluso si la prostituci¨®n es legal en su pa¨ªs o en el de destino, los militares no pueden frecuentar prostitutas. Pr¨¢cticamente est¨¢s pidiendo a los soldados que no mantengan relaciones sexuales durante los seis meses de rotaci¨®n, y traer a 5.000 j¨®venes sanos y esperar que ninguno practique sexo no es f¨¢cil".
Hasta ahora, la ONUB s¨®lo ha afrontado dos casos de violaciones del c¨®digo de conducta. Dos soldados et¨ªopes de permiso que deb¨ªan volver a su base no lo hicieron y presuntamente se acostaron con prostitutas. La investigaci¨®n contin¨²a, y los soldados, confinados ahora en su batall¨®n y sin contacto con la poblaci¨®n local, ser¨¢n expulsados si se demuestra su mala conducta.
"Ellos dicen que no sab¨ªan que ir con prostitutas iba contra las reglas de la ONU. Para sus est¨¢ndares no estaban haciendo nada malo. Pero es un tema tan complicado? En todas las sociedades hay prostitutas, es un asunto muy controvertido incluso en Occidente. Ni las feministas est¨¢n de acuerdo al respecto. El hombre no fuerza a la mujer; le ofrece dinero, ella acepta, tienen sexo, no hay violencia y ah¨ª se acaba el asunto. Y aun as¨ª, en nuestra opini¨®n (de la ONU), es explotaci¨®n y por eso est¨¢ prohibido. Porque aqu¨ª est¨¢s mirando a mujeres que si no son menores est¨¢n muy cerca, y que est¨¢n desesperadas, no tienen ninguna oportunidad econ¨®mica", argumenta McAskie.
Hay otra cuesti¨®n, y es de d¨®nde proceden los soldados. "Tenemos un problema porque los pa¨ªses que tienen mejores tropas no las proveen", dice la responsable de la ONUB, y su afirmaci¨®n la apostilla Roxanna Carrillo: "Lo local y lo internacional est¨¢n relacionados. C¨®mo son tratadas las mujeres en Bangladesh va a determinar tambi¨¦n c¨®mo los soldados bengal¨ªes las ven y las tratan aqu¨ª".
Lo cierto es que de los 66.930 efectivos que componen las 17 misiones de paz que la ONU mantiene actualmente en el mundo -la del Congo es la m¨¢s importante- la mayor¨ªa proceden de pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, muchos con un expediente de respeto a los derechos humanos, y en especial a los derechos de las mujeres, m¨¢s que cuestionable.
Los 10 pa¨ªses que m¨¢s tropas aportan a misiones de paz son, por orden de importancia, Pakist¨¢n, Bangladesh, India, Etiop¨ªa, Nepal, Ghana, Nigeria, Jordania, Uruguay y Sur¨¢frica. Todos ellos proveen entre 2.300 y 9.800 soldados u observadores militares, de acuerdo con datos de febrero de 2005.
Los pa¨ªses cobran aproximadamente 1.000 d¨®lares al mes por cada soldado, mucho dinero para un pa¨ªs pobre, especialmente para los africanos.
Muy pocos pa¨ªses occidentales contribuyen con tropas. Alemania e Italia aportan menos de 300 cada una; el Reino Unido, 423, y Francia, 606. Estados Unidos ha cedido 371 militares, un 0,5% del total. En cuanto a Espa?a, aporta 259 efectivos, de los que 229 est¨¢n en Hait¨ª, y el resto se reparte en peque?os n¨²meros por otras misiones.
McAskie ve cierta contradicci¨®n en que pa¨ªses occidentales se lleven las manos a la cabeza por el esc¨¢ndalo de la MONUC. "Estos pa¨ªses no s¨®lo no est¨¢n mandando tropas, sino que tienen sus propios esc¨¢ndalos: ?qu¨¦ hay de [la prisi¨®n iraqu¨ª de] Abu Ghraib?".
Y opina que si la ONU quiere evitar en el futuro m¨¢s casos de abusos sexuales a mujeres y ni?as, debe exigir a los pa¨ªses que le ceden soldados informaci¨®n sobre qu¨¦ tipo de educaci¨®n en derechos humanos reciben sus fuerzas militares, y, en ¨²ltima instancia, ser capaz de rechazar ofertas si no est¨¢ convencida. "Vamos a tener que empezar a prevenir desde mucho antes, dici¨¦ndoles a los pa¨ªses que env¨ªan tropas que ¨¦stas tienen que cumplir ciertos requisitos y entrenamiento antes de venir al terreno. Y no hablo de un breve curso, sino de verdadera formaci¨®n".
Quiz¨¢ el esc¨¢ndalo sexual en la MONUC ha adquirido m¨¢s notoriedad por el hecho de que se a?ade a un recorrido plagado de fuertes cr¨ªticas contra la misi¨®n. La fuerza ha sido acusada en varias ocasiones de ser incapaz de proteger a la poblaci¨®n civil de violaciones y masacres.
Cuando en mayo de 2003, tras una semana de combates, la ciudad de Bunia fue tomada por milicias y la violencia se extendi¨® en la regi¨®n, el contingente de 700 cascos azules, principalmente uruguayos, se vio desbordado y apenas pudo proteger su propia seguridad y la de quienes buscaron refugio en sus instalaciones. Su mandato de entonces no le permit¨ªa intervenir militarmente. Ello llev¨® a la Uni¨®n Europea (UE) a aprobar el env¨ªo, por dos meses, de fuerzas de pacificaci¨®n al Congo, que s¨ª pod¨ªan usar la fuerza si era necesario para restablecer la paz. Fue la primera misi¨®n de la UE fuera de Europa y sin el respaldo de la OTAN.
Ahora, la MONUC tiene un mandato m¨¢s amplio, y m¨¢s efectivos: su personal uniformado suma 16.270 personas, de las que 15.532 son soldados, 563 observadores militares y 175 polic¨ªa civil, as¨ª como 734 funcionarios civiles internacionales y 1.154 locales. Los pa¨ªses que con m¨¢s tropas contribuyen a la misi¨®n, cuyo presupuesto es de 746 millones de d¨®lares anuales, son Pakist¨¢n, India, Uruguay, Sur¨¢frica, Bangladesh, Nepal y Marruecos, y sus soldados pasan entre seis meses y un a?o en la RDC.
Tambi¨¦n el contexto de violencia sexual contra las mujeres es aqu¨ª particularmente atroz. Decenas de miles de mujeres y ni?as han sido violadas en la RDC por soldados del ej¨¦rcito nacional y de diversos grupos armados, seg¨²n un informe difundido el 7 de marzo por la organizaci¨®n Human Rights Watch. Ello pese al establecimiento, en 2003, de un Gobierno de Transici¨®n, con la participaci¨®n de todas las facciones rebeldes, que puso fin oficial a una guerra en la que se estima que murieron en cinco a?os tres millones de personas, la mayor¨ªa por el hambre y las enfermedades. Dicha cifra convierte este conflicto en el m¨¢s mort¨ªfero despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial.
En cualquier caso, vistos los escasos efectos de sus directrices en la misi¨®n de la RDC, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, decidi¨® ir m¨¢s all¨¢ y el pasado 9 de febrero prohibi¨® al personal mantener relaciones con la poblaci¨®n local fuera del trabajo, incluida toda relaci¨®n sexual.
Su ¨²ltima directiva ha sido recibida con una mezcla de cr¨ªtica, resignaci¨®n y escepticismo, siempre expresada bajo anonimato.
"Ha habido casos claros de abusos, aunque son una minor¨ªa respecto a las casi 17.000 personas que hay en el pa¨ªs. Pero son hechos graves. La gente opina que hay que tomar medidas, pero medidas normales, no ¨¦stas, que son desesperadas y absurdas. Porque si no, pagan justos por pecadores", dice un funcionario. "El ambiente no es bueno. Y aunque no soy sex¨®logo, veo un poco dif¨ªcil su cumplimiento. Creo que los miembros de la misi¨®n continuar¨¢n teniendo relaciones sexuales, pero lo har¨¢n a escondidas y jug¨¢ndose el tipo, como en la ¨¦poca de la ley seca".
Otra funcionaria en la ciudad de Bukavu opina que "se ha pasado del blanco al negro, de no preocuparse en a?os a esto. Los hombres tienen miedo de que en cuanto hablen con una local les amonesten. Se est¨¢n controlando m¨¢s y se sale poco. De todos modos, la mayor¨ªa de los bares nos est¨¢n prohibidos, algunos por seguridad y otros por la pol¨ªtica de tolerancia cero. En cada sector hay una lista de lugares a los que nadie de la MONUC puede ir".
"Lo que ha pasado es intolerable y sobre [los autores] debe caer todo el peso de la ley", dice un tercero. "Pero la medida es imposible de cumplir. He estado en misiones donde hab¨ªa un muro alrededor del campamento militar. Y aun as¨ª, no s¨¦ c¨®mo, pero las mujeres entraban".
M¨¢s: "Para m¨ª hay un tema clar¨ªsimo, hay un comandante de batall¨®n. Pues que controle a su tropa". "Este asunto se ha mediatizado con objetivos pol¨ªticos. ?Por qu¨¦ sale esto ahora y no hace dos a?os? Creo que no s¨®lo se quiere minar a la MONUC, sino al propio Kofi Annan".
Louise Nsigire, que trabaja en un hospital de Bukavu, apoya la medida de Annan. "Creo que es mejor", afirma, aunque confiesa que desde que la ciudad est¨¢ vigilada por un contingente paquistan¨ª "las cosas est¨¢n tranquilas. A los uruguayos iban muchas ni?as a buscarlos, les pagaban un d¨®lar. Pero -y susurra- a los paquistan¨ªes no les gustan las mujeres negras".
Masika, de la organizaci¨®n Mujeres con las V¨ªctimas de Violencia Sexual, es de las que piensan que la nueva orden no es realista. "Hay que buscar otra forma. Es una ilusi¨®n pensar que los soldados pueden pasar seis meses sin sexo? y m¨¢s con tanto estr¨¦s como hay aqu¨ª. A menos que les roten cada mes".
Nadine Kashindi, de 23 a?os y madre de tres hijas, ejerce la prostituci¨®n desde hace tres a?os en Goma. "La guerra nos desplaz¨® y tuve que empezar a prostituirme para sobrevivir". Afirma haberse acostado con "much¨ªsimos" soldados o civiles de la MONUC. Sale todas las noches de la semana. "Voy a buscarlos a los bares donde se re¨²nen; bailamos, bebemos y luego lo hacemos detr¨¢s del bar o en su casa". Le pagan cinco d¨®lares y a veces le dan comida. Exige cond¨®n, pero lo pone ella. Una compa?era suya afirma haberlo hecho sin cond¨®n en una ocasi¨®n porque el cliente le pag¨® el alquiler de un mes, 12 d¨®lares.
"La ¨²ltima vez que tuve un cliente de la MONUC fue a finales de febrero", cuenta Nadine dos semanas despu¨¦s, y con cara de fastidio a?ade: "Ahora, muchos se han ido a la ciudad de Beni o los tienen encerrados. Es m¨¢s dif¨ªcil".
Pero a los pocos d¨ªas la prensa de Sur¨¢frica anunciaba el reemplazo de un casco azul del contingente surafricano, con rango de coronel, acusado de emborracharse y pelear en un club nocturno de Goma, y de fomentar la prostituci¨®n.
El nuevo incidente parece dar la raz¨®n a Kofi Annan, quien cuando dio cuenta de sus ¨²ltimas medidas al Consejo de Seguridad de la ONU advirti¨® de que, "en el corto plazo, el ¨¦xito de nuestros esfuerzos para acabar con este problema se medir¨¢ no por una disminuci¨®n en las denuncias, sino, muy al contrario, por un probable aumento". Las reformas en esta ¨¢rea", dijo, "no vendr¨¢n sin dolor".
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