Las ocho vidas de Blanca
Ha sido Carlota en la televisiva 'Siete vidas', reina de Babilonia en la teatral 'La hija del aire' y ahora inquisidor de cine en 'Alatriste'. Blanca Portillo tiene registros para todo. Una de esas actrices que hagan lo que hagan no se olvida.
Blanca Portillo no parece Blanca Portillo, al menos no esa Carlota que todo telespectador conoce bien de la serie Siete vidas, gran ¨¦xito de Tele 5 desde hace media docena de a?os, haciendo de sufrida novia de Gonzalo, de madre de familia, de mujer insegura, neur¨®tica y mandona de nuestro tiempo. Carlota, el personaje, abandon¨® esa vida s¨¦ptima porque la Portillo, la de carne y hueso, la arranc¨® de la comedia y la puso a hacer un drama -en Buenos Aires, primero, y luego en el teatro Espa?ol, aqu¨ª al lado mismo de la cafeter¨ªa donde nos encontramos, en la madrile?a plaza de Santa Ana-. Un drama cl¨¢sico, La hija del aire, por cuya interpretaci¨®n la actriz ha ganado el Premio Miguel Mihura 2004, de la SGAE; obra ante la cual un cr¨ªtico de la materia titul¨®: "Viva Blanca Portillo".
Ciento cincuenta minutos recitando a Calder¨®n de la Barca. "Sus versos quedan pulverizados, dir¨ªa yo, si no fuera porque en el reparto est¨¢ Blanca Portillo", apunt¨® otro especialista, Eduardo Haro Tecglen. "Me ha ocupado mucho este texto en mi disco duro", bromea ella. "Aqu¨ª [en La hija del aire] la Portillo se marca un triple salto mortal y cae de pie", sigue el primer experto mencionado, que es Marcos Ord¨®?ez (Babelia), aludiendo a su multiplicidad de roles (Portillo interpreta a la reina Sem¨ªramis, a su hijo Ninias y a la madre haci¨¦ndose pasar por su reto?o). Facilidad para ser otros que la actriz tendr¨¢ la oportunidad de mostrar una vez m¨¢s con su fray Emilio Bocanegra, presidente del Santo Tribunal de la Inquisici¨®n, en Alatriste, nueva pel¨ªcula de Agust¨ªn D¨ªaz Yanes, ahora en rodaje.
Se r¨ªe la actriz con ganas ante los halagos, y habla con voz profunda, de nacimiento y tabaco -"fumo al menos un paquete como m¨ªnimo", afirma (ojo a la redundancia)-, con una ronquera tipo Joe Cocker. "Si dejara de fumar perder¨ªa algo de m¨ª, s¨ª". Tiene pinta de tener genio, nervio, mala leche. "Soy muy exigente. Conmigo misma, con todos. Detesto la frivolidad", suelta a ritmo de metralleta. Ahora se ha vuelto morena, pelo corto, liso, aunque gran parte de la obra citada, haciendo de reina de Babilonia -su ¨²ltimo papel, el primero de su nueva vida octava-, se la pas¨® con una peluca hasta la cintura que le tapaba el rostro ansioso de poder. Y en vivo, esta madrile?a de 41 a?os es tan delgada -"lo de la tele es una canallada, engorda m¨ªnimo cinco kilos; pesaba 60 kilos, un peso normal, y me ve¨ªa, y? 'pero si no soy as¨ª, si parezco una foca"- que una maldice la televisi¨®n porque es, al final, un puro cuento.
Toda ficci¨®n es pasi¨®n en Blanca Portillo, y m¨¢s si est¨¢ bien contada, como consiguen hacer algunas series norteamericanas. Comentamos, sin saber por qu¨¦, una emitida el d¨ªa anterior, de referencia, premiad¨ªsima, Urgencias (TVE), con guiones de Michael Crichton y producci¨®n de Spielberg. "Y el doctor Kovac no muere, no. El doctor Carter lo encuentra y es ¨¦l el que se queda en ?frica, y la enfermera?", le cuento. "Ay, por Dios", suspira ella, atenta. ?C¨®mo pueden construir historias tan bien encajadas durante tantos a?os, atrapar as¨ª? "A m¨ª", dice, "los guionistas de Siete vidas me parecen incre¨ªbles". Claro, por eso es ya un cl¨¢sico de la telecomedia. "Esos personajes, Gonzalo, por ejemplo, es un rol masculino nuevo en este pa¨ªs. El hombre que duda eternamente, con rasgos femeninos, dulce, peque?ito; el nuevo hombre. Es muy hermoso. Con ese af¨¢n por intentar hacer bien las cosas. Y siempre le salen mal".
Vale, pero piquemos algo. ?Qu¨¦ te gusta? "Me encanta la morcilla?", dice. Al final es pisto, boquer¨®n y anchoa lo que tomamos; bebe cerveza; echa de menos las ensaladas. No hay jam¨®n serrano aqu¨ª, pol¨ªtica de la casa, explica el camarero. "S¨®lo de pato". ?Ah!, ?y por qu¨¦? El empleado critica esas franquicias del jam¨®n tan espa?olas. "S¨ª, s¨ª, pero euro a euro, mira si venden", comenta la Portillo realista, pr¨¢ctica, hija de administrativo, crecida al calor y la estrechez de ocho hermanos.
Su infancia, su primera existencia, su primera piel. "De ah¨ª me viene a m¨ª lo del teatro. Era nuestro juego de ni?os. No hab¨ªa otra cosa. Inventar personajes. Mi hermana mayor, para eso era fant¨¢stica". Pero fue el amor el que realmente la empuj¨® al escenario, el que la llevar¨ªa a vivir las vidas ajenas con tanto acierto que le iban a llover los premios (Ojo Cr¨ªtico de teatro, en 1997; Max, en 2002, en 2004?), aunque fuera luego la tele la que la convirtiera en rostro nacional. El amor a un profesor de teatro que tuvo, los estudios en la Real Escuela Superior de Arte Dram¨¢tico y el poderoso impulso de los 17 a?os la arrastraron a ser lo que es hoy interiorizando siempre aquel consejo: "Esto es una carrera de fondo". Y ella, no hay m¨¢s que verla, es ante todo fondista. "Excelente en cada una de sus interpretaciones", escribi¨® un d¨ªa Haro Tecglen.
Blanca Portillo no tiene antecedente de c¨®micos. Nadie de su familia se dedic¨® a ello antes. Nadie tampoco le puso impedimento: "Siendo ocho, si mi madre se llega a preocupar de lo que hac¨ªamos cada uno, habr¨ªa sido un horror para ella. Aparte, nunca he sido demasiado descerebrada; o sea, que cuando he hecho algo ha sido porque lo quer¨ªa de verdad, y mi madre es muy respetuosa con eso?". Su padre muri¨® cuando ella ten¨ªa 18 a?os; su progenitora, Teresa Mart¨ªnez de Velasco, la sigue all¨¢ donde va; una incondicional. "Esta ¨²ltima vez, con La hija del aire, fue tan bonito", recuerda. "La pillaron las c¨¢maras de televisi¨®n en la puerta del teatro y le preguntaron: '?Y usted c¨®mo viene a ver un calder¨®n en el a?o 2005?', ya ves qu¨¦ pregunta. Y ella: 'Pero c¨®mo no voy a venir, si la protagonista es mi hija?".
Se le encienden los ojos a la actriz: "Est¨¢ tan orgullosa de m¨ª?, y eso me produce tanta ternura?". Porque, dice, su madre ve en ella algo que le hubiera encantado ser. "A veces comenta: 'Qu¨¦ bonito, y t¨², sola, independiente, tu casa, tu vida, sin depender de nadie'. Es una mujer muy grande". Como el resto de una familia en la que hay de todo: una peluquera, un vendedor de grandes almacenes, dos dise?adores gr¨¢ficos? Todos a lo suyo, pero en cuanto emit¨ªan nuevos cap¨ªtulos de Siete vidas convocaban reuni¨®n: "Los domingos, a las 21.30, all¨ª, a grabar. Y esto te crea como un deseo de no decepcionar; que nunca digan: qu¨¦ pena, ¨¦sta". Un sensor de control de calidad incorporado que la Portillo tiene bien engrasado.
El caso es que Blanca estaba tan requetebi¨¦n de Carlota en Siete vidas y un buen d¨ªa decidi¨® cortar, decir goodbye. Se mor¨ªa de ganas de escenario y bolos, s¨ª. Pero no era s¨®lo cuesti¨®n de trabajo: "Es agarrar la maleta y marcharte a otro sitio, y dejar las cosas en un punto en el que, en teor¨ªa, todo es dulce, y est¨¢ todo ah¨ª, todo tranquilo: mi casa, mi familia, mi productora, mi serie, mi? Ah¨ª uno corre el riesgo de acomodarse, y a m¨ª eso me daba, me da mucho p¨¢nico". Se meti¨® en un proyecto del director argentino Jorge Lavelli, ya intentado en 2000, pero que entonces no arranc¨®. "Un d¨ªa llamaron a Lavelli para que fuera a Buenos Aires a montar algo para el teatro San Mart¨ªn, y entonces sugiri¨®, pues ¨¦ste, La hija del aire, y le dijeron 'bueno, venga'?. 'Pero me traigo a ¨¦sta', y ellos 'bueno, venga".
Se arriesg¨®. Le sali¨®. Seis meses en Argentina. "Me dio p¨¢nico, porque no he vivido nunca tanto tiempo fuera de mi pa¨ªs?". Y fue como empezar de nuevo. "Yo ya hab¨ªa ido una vez con 20 a?os a ese mismo teatro y me descubr¨ª con la misma ilusi¨®n de entonces. Me vi rejuvenecer, encantada de quitarme de encima cosas que aparentemente te dan tranquilidad, pero que tambi¨¦n son un lastre; que te empeque?ecen, te dejan como aplastada, y no tengo car¨¢cter para eso. Necesito moverme, cambiar. Me fui. Sin dudarlo. Sin dudarlooooo".
Rotunda, repite, enfatiza, vocaliza mucho aquello que quiere destacar. Como si estuviera ahora mismo encima del escenario y no quisiera dejar duda. "En Argentina hay una efervescencia brutal. Se enfrentan a la crisis a trav¨¦s de la creatividad. Sin un duro, sin nada; pero se percibe una sensaci¨®n de queja permanente, de ebullici¨®n, de? Hay un merequetengue montado de teatro incre¨ªble. Puedes ir a ver actuar por la gorra, dejando la voluntad, a las dos de la ma?ana, a la una de la tarde, en una casa, un galp¨®n, un garaje, una sala?".
"Igual que en Madrid", ironiza. Y recuerda c¨®mo a su regreso a la capital de Espa?a se qued¨® muerta ante la cartelera, "de una tristeza?". "?Un pinchito?", interrumpe el camarero, y ah¨ª se siente la actriz madrile?a reconocida cual Carlota televisiva. ?C¨®mo lleva lo del peso de la fama? "Cuando me comentaron la primera vez que con la serie hab¨ªa m¨¢s de cuatro millones de espectadores, les dije: 'Ni me lo cites, que me bloqueo". Un shock. "A¨²n no lo llevo bien". Dice que s¨ª, que es halagador que la gente te tenga cari?o. "No es como ese JR de Dallas, que hasta le insultaban. Si haces de buena te toman cari?o. Pero a m¨ª me incomoda". La delicada l¨ªnea entre realidad y fantas¨ªa. "S¨ª, y es muy exigente a veces la gente. Una vez, una se?ora? Yo estaba en una tienda, y de repente te agarran, te dan la vuelta y te dicen: '?A que eres t¨²?, que estaba yo dici¨¦ndole a mi ni?a que eres t¨²'. 'Pues s¨ª, se?ora, soy yo'. 'Ay, qu¨¦ graciosa'. Me gir¨¦, a lo m¨ªo, y ella: '?Pero no te gires!'. 'Se?ora, perd¨®neme, pero es que estoy comprando ropa'. '?Huy!, que antip¨¢tica, pues en la tele se te ve graciosa". Y as¨ª. Otra de las vidas de la Portillo, a pie de calle; lo que otros ven, imaginan y no es o no tiene por qu¨¦ ser.
Asegura que tambi¨¦n tiene ventajas: te dejan una mesa, te tratan amablemente, te comentan "oye, muy bueno lo tuyo". Pero donde nadie la conoce, ella es feliz: "Sentarse en un caf¨¦, ver a la gente pasar o que alguien te comente: '?Qu¨¦ guapa!', y saber que es de verdad. Que yo estaba cumpliendo los 40 y me estaba provocando una crisis? Porque antes, quien se acercaba a m¨ª, se acercaba. Por lo que fuere. Pero ahora, ya no. Llegu¨¦ a sentirme mal. 'No volver¨¦ a ligar nunca m¨¢s en la vida', me lamentaba. 'Miran al personaje', me dec¨ªa, 'ven al personaje, no a m¨ª?". Se r¨ªe ahora. Crisis superada, gracias a su inmersi¨®n argentina. Quiz¨¢ lo mejor sea estar yendo y viniendo, pasar temporadas en un sitio y en otro, tener territorios diversos -"cuatro meses en Madrid, cuatro en Buenos Aires, cuatro en Roma; en Roma s¨®lo vivir, estar, bajar a por el pan?"-, cambiar de ambiente -"as¨ª pones todo en contexto"-. Es consciente de que Siete vidas est¨¢ a¨²n ah¨ª, presente, "pero, con el tiempo, eso bajar¨¢; ahora ya estoy, creo, en otro lugar, no s¨®lo soy ya la chica de la tele".
Y no lo es. Porque Blanca Portillo tiene muchas capas. Otra de ellas es su propia productora, Avance Producciones Teatrales, desde 1999. La cre¨® cuando llevaba apenas a?o y pico en Siete vidas. "Cuando empec¨¦ a juntar dinerinchi?". Se dedic¨® en exclusiva a la serie primero, y cuando not¨® que ya se manejaba, el mono del teatro apareci¨® de nuevo: "Y qu¨¦ mejor que montar algo propio". En este tiempo ha dirigido, producido, actuado. En su haber est¨¢n Shakespeare a pedazos, Share 38, El matrimonio de Boston y Como en las mejores familias. "Me gusta generar cosas, crear equipo", dice. Le ha ido bien, con mucho esfuerzo, como siempre en Espa?a. Pero se niega a creer que no haya p¨²blico de teatro aqu¨ª. "En Como en las mejores familias ten¨ªamos lleno el Marquina cada d¨ªa. Y en la gira. Tambi¨¦n ofrec¨ªamos reparto de lujo, claro: Javier C¨¢mara, Gonzalo de Castro, Julieta Serrano? Pero si haces cosas interesantes? En La hija del aire llenamos". S¨ª, pero su calder¨®n pasar¨¢ a la historia como uno de sus grandes papeles. "No s¨¦ si tendr¨¦ oportunidad de volver a hacer algo tan grande?". Reflexiona, cambia de tercio: "Qu¨¦ carajo, mi edad es estupenda para moverse en ciertos personajes, de 30 a 50 a?os; abanico interesante ¨¦se". Es optimista: "El hecho de que Mario Gas est¨¦ en el Espa?ol, que Gerardo Vera est¨¦ en el Nacional, que Eduardo Vasco est¨¦ en la Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico? Hay algo, como que la cosa se empieza a mover, que corre al fin un poco de aire".
?Y los proyectos, las vidas futuras de Blanca Portillo? Hacer de inquisidor en Alatriste, y luego otro filme argentino, otra obra de teatro; regresar¨¢ a Buenos Aires para interpretar y producir un mon¨®logo con Daniel Veronese. Ir¨¢, dice, de aqu¨ª para all¨¢, de escenario en escenario, cambiando formatos y ficciones. Algo muy sano: "El encasillamiento tan practicado aqu¨ª es fatal; que si uno hace teatro, s¨®lo puede hacer teatro, o si cine, s¨®lo cine. O si es tele, ni te cuento; ¨¦se ya es casi un subproducto. Me encantar¨ªa que se supiera que grandes como Susan Sarandon y Tim Robbins, por ejemplo, tienen su teatrito, y no hay temporada que no monten algo, y nadie dir¨ªa: ?huy!, ¨¦se no vale, es de cine. Pero ?c¨®mo que no? S¨²bale ah¨ª y p¨®ngale a trabajar, que es un actor". Serlo o no serlo, dice, ¨¦sa debe ser la ¨²nica cuesti¨®n.
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