Ratzinger en el Prado
La elevaci¨®n del cardenal Joseph Ratzinger al solio pontificio por elecci¨®n del c¨®nclave ha disparado en todas direcciones las b¨²squedas de sus rastros vitales anteriores, a los que de modo inevitable se querr¨¢ dotar de nuevo y trascendental sentido. Porque para algunos, madrugadores de la hagiograf¨ªa, cada una de sus huellas adquirir¨¢ de pronto valor premonitorio componiendo una trayectoria en flecha, imbuidos como est¨¢n del proverbio latino del post hoc, ergo popter hoc. En tanto que, para otros, esas mismas huellas, evaluadas de diferente manera, ser¨¢n elementos del m¨¢ximo inter¨¦s por la ayuda que pueden prestar en el proceso de descodificaci¨®n de un personaje que, en adelante, quedar¨¢ abducido por la funci¨®n de Soberano Pont¨ªfice de la Iglesia en la que ahora se estrena.
De qui¨¦n era Ratzinger est¨¢bamos al corriente. Primero, por su decisiva contribuci¨®n teol¨®gica al Concilio Vaticano II, despu¨¦s por sus a?os al frente de la Sagrada Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe y, en v¨ªsperas de su elecci¨®n, porque tuvo a su cargo la oraci¨®n f¨²nebre en las solemn¨ªsimas exequias de Juan Pablo II y la homil¨ªa en la misa pro eligendo pont¨ªfice. Pero m¨¢s all¨¢ de estas l¨ªneas biogr¨¢ficas de trazo indeleble, estamos en la recuperaci¨®n de otros muchos detalles desde los cuales iluminar mejor la personalidad del nuevo Papa. De todas partes se aportan fragmentos. Sabemos de su afici¨®n pian¨ªstica por Mozart, de sus preferencias gastron¨®micas o paisaj¨ªsticas, de sus juegos infantiles, de sus compa?eros de estudios, de su familia b¨¢vara, del ambiente de sus a?os de juventud y adolescencia, de sus preferencias lit¨²rgicas, de sus preocupaciones pastorales y de sus viajes.
De las visitas a Espa?a nos han contado los posaderos del camino de Santiago o los rectores de las Universidades Cat¨®licas de Murcia y de Navarra. Pero apenas sabemos de las conversaciones de 1989, cuando vino por primera vez a El Escorial. Sus interlocutores fueron el entonces director de los Cursos de Verano de la Universidad Complutense, Jos¨¦ Antonio Escudero, y Olegario Gonz¨¢lez de Cardedal, director del seminario Dios Hoy, cuyas ponencias y debates fueron editadas en un volumen que se habr¨¢ convertido por el efecto c¨®nclave en joya de acrecido valor. El cardenal Ratzinger hizo en El Escorial vida de boy scout, almorz¨® y cen¨® el rancho del comedor de estudiantes en la sede del Hotel Felipe II, donde discurrieron tambi¨¦n las sobremesas en alem¨¢n, lengua que dominan los dos profesores mencionados. All¨ª dej¨® un recuerdo de inteligencia a la escucha, de voz queda, sin plantear exigencia alguna en el trato, ni sugerir o aceptar visitas a restaurantes de m¨¢s tenedores como El Charol¨¦s o El Horizontal.
Tampoco ha trascendido que el 17 de febrero de 2000 el cardenal Ratzinger acudi¨® a visitar el museo del Prado, donde le acogieron entre otros quienes ocupaban la presidencia en funciones del Patronato, Rodrigo Ur¨ªa, y la direcci¨®n, Fernando Checa. Ratzinger pas¨® de largo por Murillo para centrarse en Zurbar¨¢n, Vel¨¢zquez y Goya mientras sus acompa?antes le atend¨ªan en italiano. Se interes¨® en particular por las pinturas negras de Goya y se detuvo durante unos minutos con especial atenci¨®n en El perro semihundido, sobre cuya interpretaci¨®n, con referencias a la espiritualidad que parec¨ªa desprenderse, hizo algunos comentarios a los all¨ª presentes.
Esta pintura del perro induce al desconcierto y, como ha escrito alg¨²n cr¨ªtico, bien pudiera representar la lucha del animal por librarse de la muerte en la que se consum¨ªa el propio pintor encerrado durante esos a?os en la Quinta del Sordo, o tal vez el intento de un ser que se asoma a la vida y descubre inmediatamente el vac¨ªo, la soledad, en la que Goya se encontraba. El caso es que Ratzinger apur¨® tres horas de recorrido y en prueba de gratitud a su regreso a Roma remiti¨® un libro de arte en alem¨¢n para el que hab¨ªa escrito un estudio previo. En su primera p¨¢gina inclu¨ªa una larga dedicatoria manuscrita en italiano. Todos lamentan ahora que ese ejemplar, extraviado en tan numerosa biblioteca, todav¨ªa no haya sido encontrado. El Papa viene con otro equipaje y desde sus convicciones probadas y su fe, ahora con nuevos datos, puede llegar a nuevas conclusiones. Veremos.
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