Motivos personales
El rumor mal¨¦volo sostiene que Javier Sard¨¢ abandona Cr¨®nicas marcianas porque no soporta ser el segundo. La hip¨®tesis se basa en una lectura perversa de las cifras y no valora la personalidad de Sard¨¢, al que Joan Ramon Mainat, fallecido hace unos meses, defin¨ªa as¨ª: "No obedece a los esquemas habituales de un personaje p¨²blico. No responde a los c¨¢nones de ¨¦xito. No se preocupa lo m¨¢s m¨ªnimo de su imagen p¨²blica". Los motivos personales y el cansancio parecen ser la raz¨®n para cerrar una etapa que ha sido a la televisi¨®n lo que la discoteca Studio 54 a las noches de Nueva York: vicioso para¨ªso artificial, santuario de canallas, referencia, escenario de reyertas y heterodoxo banco de pruebas y excesos que han obligado a revisar o reafirmar certezas, forzando siempre la dial¨¦ctica entre libertad y libertinaje.
La evoluci¨®n de CM ha sido tambi¨¦n la de Sard¨¢. De la creativa transgresi¨®n inicial se pas¨® a un desmadre total rebozado de cierto narcisismo autodefensivo. El ¨¦xito no es ajeno a esta mutaci¨®n, que ha multiplicado los peligros de culto a la personalidad. Empezar como alternativa al amarillismo y ser acusado de basurero al por mayor ha situado a Sard¨¢ en un ring desde el que, con un individualismo rebelde, reparte mamporros y crispaci¨®n mezclados con humor, diversi¨®n y destellos de cr¨ªtica m¨¢s o menos demag¨®gica. El deseo de "hacer el programa que la gente quiere como yo quiero" (Sard¨¢ dixit) se ha debilitado. A medida que se perpetuaba en el liderazgo, le tom¨® gusto al serm¨®n y a espolear a las 250 personas que acud¨ªan a la fiesta del plat¨®. Restregaba las audiencias en las narices de sus adversarios para provocar, pero tambi¨¦n para reivindicar un formato que ya es una referencia en el g¨¦nero de los late night. La obsesi¨®n cuantitativa, sin embargo, se ha vuelto en su contra. Si el objetivo era el liderazgo, los primeros s¨ªntomas de inestabilidad, inducidos o reales, proporcionan la coartada para romper una continuidad que Sard¨¢ necesita relativamente. Tiene cosas m¨¢s urgentes que hacer: recuperarse de la muerte de Mainat, dormir mejor y cargar bater¨ªas para el futuro. Sin la complicidad de Mainat, desgastada su capacidad para la sorpresa, a Sard¨¢ le gustaba presumir de trabajar por dinero. La careta del showman, sin embargo, no ha podido con la persona, y Sard¨¢ lo deja, quiz¨¢ porque, a diferencia de algunos de sus invitados, no quiere convertir su cansancio en circo. Es una reacci¨®n terr¨ªcola, que perpet¨²a un legado que, entre otras, incluye una ense?anza: convertir la competencia en una guerra perjudica al espectador, reduce la oferta y degrada la demanda.
Ayer, sin el maquillaje, la iluminaci¨®n y la adrenalina marcianas, Sard¨¢ parec¨ªa m¨¢s vulnerable, pero fue cari?oso con su competidor, leal con su empresa, agradecido con su equipo y atento con sus espectadores. Le echaremos de menos no s¨®lo por su capacidad para divertir, sino tambi¨¦n por su habilidad para sacarnos de quicio.
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