Muere lapidada en Afganist¨¢n una mujer condenada por adulterio
El marido tir¨® la primera piedra, y el amante recibi¨® 100 latigazos
La sentencia fue anunciada el jueves por el l¨ªder religioso local, el mul¨¢ Mohamed Yusuf. Tres d¨ªas despu¨¦s, la mujer fue apedreada hasta morir en una plaza de Argo, zona rural situada al oeste de Feizabad, capital de la provincia de Badajsh¨¢n. Seg¨²n un testigo, que relat¨® que la agon¨ªa de la mujer fue lenta, Amina fue llevada a la ejecuci¨®n por autoridades locales y por su marido, que la sacaron de casa de sus padres.
El jefe local de polic¨ªa, Shah Yahan Nuri, inform¨® el domingo de que se ha enviado un equipo de investigaci¨®n a la zona. Nuri prometi¨® hacer lo posible por castigar a los responsables "porque este tipo de decisiones deben ser tomadas por la magistratura y no por los dirigentes locales", advirti¨®.
Masudah Jalal, que se present¨® como candidata a las pasadas elecciones presidenciales y aspira al Ministerio de Derechos de la Mujer, ha anunciado que intentar¨¢ esclarecer el caso de Amina.
Partir de cero
John Sifton, investigador para Asia de Human Rights Watch (HRW) -uno de los grupos internacionales m¨¢s importantes en la defensa de los derechos humanos- lament¨® ayer a este peri¨®dico que los l¨ªderes religiosos locales sigan teniendo tanto poder en Afganist¨¢n fuera de las principales ciudades. Para Sifton, la Constituci¨®n aprobada en Kabul el a?o pasado, que concede igualdad de derechos a hombres y mujeres, "en la pr¨¢ctica es s¨®lo un pedazo de papel; no menciona la pena de muerte, es muy vaga al respecto". Sifton se?al¨® que, dada la situaci¨®n, "lo m¨¢s importante es que el Gobierno afgano reforme el sistema jur¨ªdico".
El representante de HRW reconoce que en Afganist¨¢n "hay un progreso en los derechos humanos, pero no existe sistema judicial, falta polic¨ªa en muchos lugares, faltan abogados, queda mucho por hacer. El pa¨ªs ha partido de cero".
El asesor legal de Amnist¨ªa Internacional (AI), Yuval Ginbar, manifest¨® ayer a este peri¨®dico que la condena de Amina "fue un crimen totalmente injusto, no dieron tiempo siquiera de apelar al Tribunal Supremo, y adem¨¢s tendr¨ªa que haber sido firmada por el presidente Hamid Karzai. Creemos que el Gobierno no sab¨ªa nada del tema".
Ginbar calific¨® los hechos de "un definitivo paso atr¨¢s para Afganist¨¢n, que hab¨ªa avanzado mucho con la nueva Constituci¨®n, aunque en abril de 2004 un hombre fue ejecutado en Kabul".
En los a?os noventa, con el Gobierno de los muyahidin (guerrilleros isl¨¢micos) muchos hombres y mujeres fueron lapidados en la provincia de Badajsh¨¢n, y la pr¨¢ctica se volvi¨® popular en la era de los talibanes, que controlaron el pa¨ªs de 1996 a 2001, hasta que fueron derrocados por la invasi¨®n de Estados Unidos. Durante el r¨¦gimen talib¨¢n, las mujeres no ten¨ªan derecho a asistir a la escuela ni a la universidad, fueron obligadas a vestir burka (velo completo) y no se les permiti¨® participar en la pol¨ªtica.
Actualmente, la situaci¨®n de las mujeres ha mejorado en Kabul (de nuevo pueden trabajar y estudiar), pero en las zonas rurales sigue imperando el poder omn¨ªmodo de los hombres. La poblaci¨®n de Afganist¨¢n es de unos 28 millones, el 60% de los cuales son mujeres. Las afganas recuperaron el derecho al voto en las elecciones presidenciales de 2004, despu¨¦s de no tenerlo durante 40 a?os, pero s¨®lo un 50% particip¨® en los comicios.
La shar¨ªa (ley isl¨¢mica) considera delito el adulterio y puede castigarlo, en el caso de las mujeres, con la pena de muerte por apedreamiento, o bien, en sentencias menos severas, con series de latigazos.
Las ¨²ltimas ejecuciones por lapidaci¨®n se han producido en Ir¨¢n (1997 y 2001) y Emiratos ?rabes Unidos (2000). En Nigeria ha habido sucesivos intentos de aplicar esta pena a mujeres en los estados norte?os, donde rige la shar¨ªa, pero los tribunales federales y la presi¨®n internacional lo han impedido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.