De curas y ni?os
Yo no soy ni he sido nunca anticlerical. Mi perplejidad y mis dudas son de otra ¨ªndole: se refieren m¨¢s a Dios que a su Iglesia. Me choca, claro est¨¢, su historia inquisitorial, su h¨¢bil combinaci¨®n de la amenaza f¨ªsica y del chantaje moral, de la prisi¨®n y de la excomuni¨®n, etc. En este sentido, s¨®lo en ¨¦ste, su ejecutoria me parece m¨¢s taimada que la de otros poderes laicos y, por lo mismo, m¨¢s antip¨¢tica.
Pero mi anticlericalismo no pas¨® de aqu¨ª, y era perfectamente compatible con la teolog¨ªa de mi juventud -Barth, Rahner, Von Baltasar- y con el esp¨ªritu posconciliar que Esprit, El Ciervo y mi maestro J. L. Aranguren andaban ya predicando. Compatible, al menos, hasta que se abri¨® el mel¨®n de los abusos a menores y su manejo por parte de la Iglesia. Entonces me pareci¨® que las cosas cambiaban. Quiero decir que cambiaban cualitativamente.
Entend¨¢monos: a estas alturas a nadie puede sorprender y menos escandalizar que el celibato eclesi¨¢stico haya atra¨ªdo al ministerio un n¨²mero de homosexuales relativamente mayor que la media. Tampoco puede sorprender que el propio celibato, la promiscuidad f¨ªsica y psicol¨®gica de la confesi¨®n o de la "direcci¨®n espiritual", operaran como est¨ªmulo de una sensualidad no siempre bien sublimada. Negarle al deseo la entrada por la puerta principal es favorecer inevitablemente su penetraci¨®n por la puerta trasera. Eso era algo que todos hab¨ªamos adivinado, si no directamente experimentado. Era un "riesgo colateral" que, m¨¢s o menos conscientemente, asum¨ªan quienes llevaban a sus hijos al internado o a la escuela parroquial. Y era tambi¨¦n una realidad cotidiana que deb¨ªan conocer los obispos, aunque a menudo parecieran m¨¢s preocupados en denunciar los preservativos que en preservar realmente la integridad de sus pupilos; m¨¢s atentos a cerrar las puertas del matrimonio a los gays que en celar su acceso a las sacrist¨ªas de provincia.
Pero mi esc¨¢ndalo no se limita ahora al "tratamiento" que la jerarqu¨ªa dio a los casos de perversi¨®n o precoz estimulaci¨®n de menores. M¨¢s all¨¢ de la l¨®gica prudencia o discreci¨®n requeridas para evitar el esc¨¢ndalo, se est¨¢n revelando hoy casos de un expreso designio. De una estrategia latente en el fondo de la "vista gorda" que la Iglesia trat¨® de mantener cuando y cuanto pudo. En efecto: m¨¢s de un hombre de Iglesia ha reconocido que el abuso sexual ha operado all¨ª como argamasa, como cohesionador y aglutinante. Se tratar¨ªa de algo que a menudo transforma a la v¨ªctima en verdadero y seguro c¨®mplice: "A ti te han hecho y callas; t¨² har¨¢s y los dem¨¢s callaremos; ellos har¨¢n y sus ac¨®litos callar¨¢n...".
Es sabido que todas las mafias conf¨ªan m¨¢s en quien es ya c¨®mplice del crimen; en alguien que ya se ha mojado y ha de buscar la protecci¨®n o el amparo en la propia familia. Pues bien, parece que algo de eso ha funcionado tambi¨¦n en la Iglesia: la fidelidad que en la mafia otorga el bautismo de fuego la podr¨ªa dar aqu¨ª el bautismo de pederastia. Si esto es cierto, el mayor pecado de esta Iglesia no habr¨ªa sido tan s¨®lo disimular el crimen "deslocalizando" a los curas predadores y mand¨¢ndolos a otros caladeros donde era veros¨ªmil que siguieran pescando. No, su gran pecado no consistir¨ªa en haber escondido el crimen, sino haberlo eventualmente administrado. E incluso, dir¨¢n algunos, de haberlo estimulado, si se tiene en cuenta la tendencia a abusar de los ni?os que se desarrolla entre quienes de chicos fueron objeto de ello.
De ah¨ª la queja de las 5.600 v¨ªctimas asociadas por esos abusos, ante el ex cardenal Bernard Law, encargado de oficiar la misa de difuntos por Juan Pablo II en Santa Mar¨ªa la Mayor. El cardenal Law hab¨ªa sido ¨¦l mismo "deslocalizado" y nombrado arcipreste de dicha bas¨ªlica al descubrirse que no expuls¨® ni tan s¨®lo denunci¨® a los sacerdotes culpables, limit¨¢ndose a cambiarlos de parroquia dentro de su di¨®cesis. ?Que Dios coja confesados a sus nuevos pupilos! ?Y ojal¨¢ el nuevo Papa sea menos discreto y cauto en estos menesteres; m¨¢s proclive a escandalizarse que a huir y capear el esc¨¢ndalo!
Xavier Rubert de Vent¨®s es fil¨®sofo.
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