El rey que consigui¨® su molino
El 19 de abril pudimos leer en estas mismas p¨¢ginas la incre¨ªble historia de un rey que necesita una moto para visitar a sus 20.000 s¨²bditos y no la ha conseguido. Un relato entre divertido y absurdo, sobre todo porque se refiere a un soberano, Kaa-Ylla, que es el 29? de la dinast¨ªa Gan y que reina en el interior de un Estado, Burkina Faso, donde existe un Gobierno que manda mucho y que deja poco margen de maniobra a los reyezuelos que descienden de los antiguos soberanos tribales.
Y sin embargo, la historia que contaba Xavier Moret es real como la vida misma y relativamente frecuente al menos en ?frica occidental (e imagino que tambi¨¦n en el resto del continente). Persisten all¨ª algunos reyezuelos ejerciendo funciones de jefes tribales y de jueces de paz, autoridades locales generalmente ecu¨¢nimes y siempre respetadas, cuya actuaci¨®n resulta c¨®moda para los siempre m¨¢s que lejanos gobiernos centrales.
El rey Kossi Djagbavi IV de ?keto me reconoci¨® como su hermano adoptivo y me coron¨® simb¨®licamente ante sus s¨²bditos
Al leer la historia de Kaa-Ylla ha venido inmediatamente a mi memoria el recuerdo de otro monarca africano, Kossi Djagbavi IV, rey de ?keto, al norte de Togo. Y he recordado tambi¨¦n el encuentro que tuve con ¨¦l en el verano de 1990 y c¨®mo decidi¨® que ¨¦ramos hermanos y me coron¨® simb¨®licamente como rey honorario. S¨¦ que este relato puede producir la hilaridad de m¨¢s de uno, pero es as¨ª como fueron las cosas en ?keto los d¨ªas 15 y 16 de julio de hace 15 a?os.
Por entonces yo dirig¨ªa un equipo que estaba produciendo una serie de reportajes de 13 cap¨ªtulos para la televisi¨®n que se llam¨® Planeta Sur. Est¨¢bamos rodando en ?frica y entre otros pa¨ªses estuvimos en Togo, un peque?o Estado de cinco millones de habitantes, conocido sobre todo en aquella ¨¦poca porque en su capital, Lom¨¦, se hab¨ªan firmado los acuerdos de la CEE con los pa¨ªses llamados ACP (?frica, Caribe, Pac¨ªfico). Despu¨¦s de haber trabajado en Burkina Faso y de haber conocido all¨¢, en la zona m¨¢s radicalmente pobre del pa¨ªs, a una pareja de catalanes que manten¨ªan en pie, en condiciones infrahumanas, el ¨²nico hospital de la regi¨®n de Pama, entramos en Togo por el norte. El 14 de julio vimos como se despe?aba un peque?o cami¨®n por un barranco y tuvimos que ayudar a recuperar los cuerpos sin vida de los ocho ocupantes del veh¨ªculo.
As¨ª fue como, todav¨ªa conmocionados por el accidente y por el sobrecogedor silencio de los ocupantes de las decenas de carros y autom¨®viles que se fueron parando en la carretera para sumarse a la improvisada ceremonia f¨²nebre, entramos por fin en ?keto. Nuestros acompa?antes nos hab¨ªan advertido de que la acogida iba a ser multitudinaria, ya que los dirigentes locales hab¨ªan entendido que el reportaje les iba a dar la oportunidad de presentar al p¨²blico europeo sus dos cooperativas, de las que se sent¨ªan enormemente orgullosos. Por un lado, la de productores de caf¨¦, por el otro, su peque?a banca cooperativa de cr¨¦dito.
El recibimiento fue apote¨®sico, aunque a nuestra llegada vimos a un mont¨®n de ni?os que corr¨ªan llorando al regazo de sus madres dominados por el p¨¢nico. Supimos despu¨¦s que en muchas zonas monta?osas o aisladas de ?frica persiste el miedo at¨¢vico al hombre blanco, la leyenda negra (?o deber¨ªa decir recuerdo blanco?) de la llegada de los cazadores de esclavos. A pesar de todo, los adultos festejaron con gritos y aplausos la llegada de los tres hombres blancos desconocidos y de su gu¨ªa. ?ste, un hombre culto y socarr¨®n, todav¨ªa joven, pretend¨ªa escandalizar al personal y, en un pa¨ªs donde aproximadamente un tercio de la poblaci¨®n exhibe con orgullo de converso su nuevo nombre cristiano tras haber sido bautizado, hac¨ªa todo lo contrario. El resto de los bautizados daban a conocer su nuevo alias y enfatizaban el ex junto a su nombre anterior africano, pero nuestro acompa?ante se?alaba en tono jocoso que ¨¦l se llamaba Palmake y a?ad¨ªa "ex Pierre".
Y ah¨ª es donde entra en acci¨®n el rey Kossi Djagbavi IV, que nos ofreci¨® por la noche una espectacular fiesta de bienvenida en la que particip¨® todo el pueblo. No faltaron las danzas folcl¨®ricas ni el baile popular, ni por supuesto la bebida t¨ªpica a base de palma. Estuvimos conversando durante horas con Kossi Djagbavi, primero sobre Togo y sus expectativas de futuro, despu¨¦s sobre las necesidades m¨¢s concretas e inmediatas de su peque?o reino, y le promet¨ª que har¨ªa algunas gestiones con el objetivo de encontrar dinero y ayudarles as¨ª a financiar un nuevo molino el¨¦ctrico para separar la c¨¢scara del grano de caf¨¦, ya que el que ten¨ªan estaba muy viejo y casi ya no funcionaba. El rey de ?keto no necesitaba una moto para visitar a sus s¨²bditos, sino ese molino para garantizarles el trabajo. Y as¨ª fue como en una noche estrellada de verano, bajo un cielo l¨ªmpido sin contaminaci¨®n alguna, conversando en franc¨¦s a la luz de la luna y bajo los efectos de una moderada ingesti¨®n de una extra?a bebida, descubrimos que hab¨ªamos nacido el mismo mes del mismo a?o.
Y al atardecer del d¨ªa siguiente, acabada nuestra agotadora jornada de trabajo en los cafetales, en el transcurso de una curiosa e indescriptible ceremonia, el rey Kossi Djagbavi IV de ?keto me reconoci¨® como su hermano adoptivo y me coron¨® simb¨®licamente ante sus s¨²bditos para dejar constancia de ello. Y aun agradeci¨¦ndole el gesto y el detalle al soberano, debo decir con Sancho en este a?o triunfal de su cuarto centenario: "Yo no nac¨ª para ser gobernador, ni para defender ¨ªnsulas ni ciudades de los enemigos que quisieren acometerlas... Bien se est¨¢ San Pedro en Roma: quiero decir que bien se est¨¢ cada uno usando el oficio para que fue nacido".
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