Pol¨ªticos pacatos
El estamento judicial suele ser muy prudente a la hora de emitir opiniones. Es un imperativo profesional, al margen de que, individualmente, tengan poco o nada que decir acerca de cuanto ocurre en su entorno. Los veteranos del gremio aseguran que aumenta mucho, que ha de aumentar m¨¢s deprisa, pero que mejora poco. Ya se sabe, no siempre la cantidad va de consuno con la calidad. Y de hecho, uno ha de esforzarse para recordar jueces y fiscales m¨¢s j¨®venes que hayan dicho o se hayan destacado por algo notable, obviadas sean algunas sentencias dignas de enriquecer cualquiera de las antolog¨ªas del disparate judicial, tan divertidas como deprimentes, cuando no indignantes.
De ah¨ª que resulten llamativas unas declaraciones como las recientemente hechas por el fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Valencia, Ricard Cabedo, en el curso de una conferencia ante la Asociaci¨®n de Juristas Dem¨®cratas. Dec¨ªa el mentado togado que se propon¨ªa pedir m¨¢s medios para perseguir los delitos econ¨®micos y urban¨ªsticos, algo que le honra y que est¨¢ en sinton¨ªa con el problema que percibe cualquier ciudadano, por no hablar del d¨¦ficit cr¨®nico de recursos materiales y personales que aflige al poder judicial. En la misma p¨¢gina de este rotativo donde se insertaba la noticia que anotamos se consignaba que en 2004 los juzgados penales de la Comunidad dejaron sin juzgar 7.670 causas y las salas penales de la audiencias dejaron pendientes 726.
Dec¨ªa algo m¨¢s, y es ah¨ª donde constatamos la singularidad de su desahogo. Afirmaba, en punto a los delitos urban¨ªsticos, que las normas vigentes eran "pacatas", esto es -colegimos nosotros- inadecuadas para disciplinar y perseguir el desmadre inmobiliario que lleva trazas de arrasar paisajes, parajes y aun viejas urbes amenazadas con la carta blanca para construir sobreelevados. Como Valencia, en cuyo ayuntamiento alguien ha debido volverse pirulo o pirula. Y, claro, sin recursos id¨®neos y leyes "pacatas" ?qu¨¦ demonios pueden hacer los jueces y fiscales, que no sea contemplar inermes el progreso del desm¨¢n y, como todo vecino, andar cautos para no ser v¨ªctimas del mismo?
Resulta obvio que nuestro fiscal jefe, a¨²n perorando en un foro de dem¨®cratas, ha de tentarse los machos y no disparar por elevaci¨®n a fin de no errar el tiro. Pero ¨¦se no es nuestro caso y bien podemos proclamar lo que late en la mente de todo lector para quien est¨¢ muy claro que no es solo la ley, sino el legislador, la causa de este desmadre normativo que propicia fortunas, envilece el territorio, trastrueca ediles en agiotistas y convierte en papel mojado las declaraciones y hasta compromisos medioambientales. Con otras palabras: si algo hay pacato en los mimbres sociales y c¨ªvicos es la llamada clase pol¨ªtica, una r¨¦mora insoslayable, pero tambi¨¦n un flagelo inmerecido, con las excepciones de rigor.
Explica el se?or Cabedo que tal desarme se debe a que la Administraci¨®n "no se f¨ªa" de ellos, de los jueces y fiscales. Y con raz¨®n. Con otro rigor y medios ser¨ªa cosa de ver la cuerda de presos anudando ediles, promotores, agentes urbanizadores y otros mandamases corporativos que se han puesto el territorio por montera y por toda credencial exhiben el "pelotazo". Verg¨¹enza habr¨ªa de darles a diputados y senadores que sea Bruselas la que haya de denunciar la trinca territorial instituida. Pacatos y algo peor es lo que son.
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