Mi nombre es Mar¨ªa Gelman
Una juez uruguaya concede los apellidos del poeta Juan Gelman a su nieta, robada durante la dictadura argentina
Juan Gelman (Buenos Aires, 1930) es poeta, uno de los m¨¢s importantes de Hispanoam¨¦rica. Pero Juan Gelman tambi¨¦n es el abuelo de una nieta de casi 30 a?os que, desde hace unas semanas, lleva su mismo apellido. Mar¨ªa Macarena Gelman Garc¨ªa dej¨® de llamarse Mar¨ªa Macarena Taurino Vivian en marzo de este a?o gracias a un fallo de la juez uruguaya Miriam Musi. Se reconoce as¨ª que es hija biol¨®gica de Marcelo Gelman y Mar¨ªa Claudia Garc¨ªa, v¨ªctimas del Plan C¨®ndor, planeado por las dictaduras del Cono Sur para eliminar a miembros de la oposici¨®n.
Gelman, que cerr¨® ayer Cosmopo¨¦tica -el festival de poes¨ªa europea e hispanoamericana que ha organizado la Oficina para la Capitalidad Cultural C¨®rdoba 2016-, recuerda la historia de su hijo y su nuera. Una historia de casi 30 a?os, los mismos que tiene su nieta.
A mediados de 1976, cuando ya se hab¨ªa instalado en Argentina la dictadura, un grupo de militares irrumpi¨® en el domicilio de Gelman en Buenos Aires. El poeta, amenazado por la extrema derecha, se salv¨® porque no estaba all¨ª. Pero su hijo, que ten¨ªa 20 a?os, y su nuera, de 18, fueron secuestrados. Gelman cuenta que los militares torturaron a Marcelo y a Mar¨ªa Claudia en un centro clandestino de detenci¨®n. El hijo fue el primero en morir. Dos meses y medio despu¨¦s de la detenci¨®n le dispararon un tiro en la nuca. Mar¨ªa Claudia vivi¨® unos cuatro meses m¨¢s.
Ella estaba embarazada en el momento del secuestro. Cuando faltaban unas semanas para que saliera de cuentas, fue trasladada a otro centro militar en Uruguay gracias a la colaboraci¨®n sellada en el Plan C¨®ndor. Dio a luz. Amamant¨® y cuid¨® del bebe durante dos meses y luego fue asesinada.
El beb¨¦ fue entregado a un jefe de polic¨ªa uruguayo, ya fallecido, y a su esposa. Un a?o y medio despu¨¦s de recibir a la ni?a, el matrimonio consigui¨® una partida de nacimiento en la que constaba como hija leg¨ªtima, el mismo documento que ha anulado la juez uruguaya.
En los a?os noventa, Gelman y su segunda esposa comenzaron la b¨²squeda de la nieta robada, despu¨¦s de conseguir localizar el cuerpo de su hijo Marcelo. A finales de 1999 sab¨ªan qui¨¦n era y d¨®nde viv¨ªa. Comenz¨® entonces un movimiento solidario con Gelman por parte de intelectuales de 120 pa¨ªses diferentes, encabezado por escritores como Jos¨¦ Saramago o G¨¹nter Grass. En 2000, nieta y abuelo se conocieron por fin. Ahora, con la sentencia, se cierra la historia de su nieta: "Ahora se llama Mar¨ªa Macarena Gelman Garc¨ªa", sostiene pausado el poeta.
Gelman explica que, l¨®gicamente, tuvo muchas dudas antes de decidir iniciar la b¨²squeda. "Es algo muy duro descubrir a los 26 a?os que uno no es hijo de quienes cre¨ªa que eran sus padres".
Pero la nieta, que sigue viviendo con la mujer que ejerci¨® de madre durante casi tres d¨¦cadas, acept¨® bien su nuevo pasado. De hecho, seg¨²n cuenta el poeta, ella ha sido la que ha estado litigando e impulsando las pruebas de ADN para lograr el cambio de apellido: "De esta manera, mi hijo y mi nuera se contin¨²an en ella y, de alg¨²n modo, nos continuamos todos. Los padres de mi hijo, los padres de mi nuera, la familia. Se cierra la historia de b¨²squeda de ella. Pero todav¨ªa no est¨¢ completa porque estoy empe?ado desde hace m¨¢s de tres a?os en recuperar los restos de mi nuera".
Gelman asegura que sabe d¨®nde est¨¢ el cuerpo de Mar¨ªa Claudia: "Gracias al nuevo presidente de Uruguay, Tabar¨¦ V¨¢zquez, en estos d¨ªas se van a iniciar las excavaciones en el Batall¨®n 13 de Infanter¨ªa Motorizada de Montevideo. All¨ª fue enterrada, pero en ese batall¨®n fueron enterrados otros desaparecidos uruguayos y, probablemente, argentinos. Si no los han sacado de ah¨ª, seguramente van a encontrar algo m¨¢s que los restos de mi nuera".
"La memoria y la justicia cierran esas heridas. Hace unos diez a?os estuve en la casa de una se?ora que hab¨ªa perdido al hijo. El cuarto de ¨¦l estaba impecable. La madre todas las noches segu¨ªa calent¨¢ndole una sopa que sol¨ªa tomar cuando ven¨ªa del trabajo y dejaba la puerta abierta. Ahora, todo el mundo sabe que est¨¢ muerto, pero las ilusiones han durado muchos a?os. ?se es un padecimiento que no tiene nombre, que no tiene nombre. Y el saber lo mitiga", concluye.
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