Adi¨®s a la ciudad
El cierre de dos de las tres ¨²ltimas salas de cine que permanec¨ªan abiertas en el centro de Alicante, no parece haber preocupado en exceso a los alicantinos. Si hubi¨¦ramos de juzgar la importancia del suceso por la repercusi¨®n que ¨¦ste ha tenido en la prensa, dir¨ªamos que no ha pasado de discreta. El tema lo han abordado los peri¨®dicos de una manera tan resignada y trivial que los ciudadanos lo han aceptado, en la pr¨¢ctica, de la misma manera. Se han escrito, s¨ª, algunas cartas en los diarios y los comerciantes han expresado las lamentaciones habituales cada vez que un establecimiento cierra sus puertas. Pero las quejas de los comerciantes alicantinos se han convertido en un recurso tan habitual que ya no llaman la atenci¨®n de nadie.
Digamos que la indiferencia con que se ha recibido la desaparici¨®n de estos cines estaba, por lo dem¨¢s, justificada. En los ¨²ltimos tiempos, el alicantino ha presenciado la clausura de tal n¨²mero de comercios y salas cinematogr¨¢ficas en el centro de la ciudad que ha dejado de interesarse por ello. Si, en los comienzos, el fen¨®meno produjo alguna indignaci¨®n e incluso provoc¨® una cierta pol¨¦mica, ha acabado por aceptarse con naturalidad. Tal c¨®mo se ha desarrollado el urbanismo en Alicante, deb¨ªa darse por hecho que, un d¨ªa u otro, se llegar¨ªa a este punto, como ahora ha sucedido.
Durante los pasados a?os, Alicante ha crecido de un modo centr¨ªfugo y desordenado como consecuencia de la construcci¨®n, que se ha multiplicado en la ciudad. La edificaci¨®n de nuevas viviendas en lugares alejados y el establecimiento de grandes superficies comerciales en el extrarradio se ha producido de forma constante e imparable. El resultado ha sido que el centro de la poblaci¨®n se ha vaciado progresivamente. El despoblamiento se ha producido a la vista de todo el mundo, ante la indiferencia y la pasividad municipal. Frente al problema, la ineficacia del Ayuntamiento ha sido completa. En los momentos de mayor actividad, se ha limitado a aprobar unos planes rutinarios que, por unas u otras razones, no han dado el menor resultado hasta la fecha.
Ante la situaci¨®n, se ha dicho que Alicante est¨¢ cambiando. No estoy de acuerdo con ese juicio. Las ciudades, si est¨¢n vivas, deben cambiar, efectivamente, y esto es algo inevitable por m¨¢s que esas transformaciones las vivamos sus habitantes con nostalgia. Pero Alicante -el centro de Alicante- no vive una transformaci¨®n, sino que desaparece de d¨ªa en d¨ªa. El espacio p¨²blico donde los ciudadanos nos relacionamos resulta cada vez m¨¢s reducido y ofrece menores atractivos para la convivencia. El cierre, ahora, de los cinemat¨®grafos viene a confirmarlo. Cuanto sucede es, en mi opini¨®n, la consecuencia de haber abandonado la ciudad en manos del mercado inmobiliario.
Pero nos equivocar¨ªamos si reduj¨¦semos la cuesti¨®n a un problema de gobierno municipal. A mi modo de ver, las dificultades que ahora se manifiestan, y que veremos crecer en el futuro, no son m¨¢s que el resultado del declive que vive la poblaci¨®n desde hace a?os. Por diversos motivos que ahora ser¨ªa imposible analizar, Alicante carece de una clase dirigente preocupada por la situaci¨®n de la ciudad. Esta falta, unida a la median¨ªa de una generaci¨®n pol¨ªtica que ha ocupado los puestos de gobierno, pueden explicar el estado de abandono en que se halla la ciudad.
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